revista latinoamerica

Reseñas

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Aimer Granados [coord.], Las revistas en la historia intelectual de América Latina: redes, intelectuales, política y sociedad, México, uAM- Cuajimalpa, 2012, 328 pp.

Desde hace ya varias décadas, el estudio de las publicaciones periódicas, y específicamente de las llamadas revistas culturales, ha dado numerosas mues- tras de su valor como objeto de análisis para el estudio de los intelectuales. La acumulación de trabajos individuales y colectivos que por parcelas ha rea- lizado un mapeo de las publicaciones más importantes y ha generado una es- pecie de cartografía cultural que permite plantearse las características de las revistas hegemónicas y contrahegemónicas más importantes de un determi- nado periodo histórico en el campo intelectual.
Sin embargo, un rasgo frecuente observable en estos trabajos es que suele carecer de un claro planteamiento metodológico que distinga desde qué perspectiva se pretende abordar. En la obra reseñada, fruto de un pro- yecto de investigación que encabezó Aimer Granados junto a otros colegas provenientes del campo de la historia, la filosofía y la literatura, se da un giro a este tema al buscar vincular el estudio de revistas con la historia inte- lectual. Para pensar esta relación entre redes, revistas e ideas, se analizan las publicaciones “a manera de un caleidoscopio” como un soporte material que permite comprender el intercambio de ideas —generalmente expresa- das a través del género ensayístico —, el acercamiento de intelectuales y sus redes, así como los ámbitos donde se proyectan para mantener su posición de poder.
Se parte de la premisa de que estas publicaciones tienen un papel fun- dante de la cultura y la política en América Latina y por lo tanto, se busca ob- servar el lugar que ocupa América Latina “como tema filosófico, histórico y coyuntural”, en estas revistas. Esta mirada identitaria regional queda esbo-
zada a través del estudio de caso del campo intelectual mexicano, al que le

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siguen en orden de importancia algunos estudios sobre Argentina, uno sobre Perú, otro sobre una publicación chilena y un texto que desde una perspectiva general trata “la intelectualidad periférica”.
En cuanto a la estructura del libro, se divide en tres apartados que reúnen catorce capítulos, en la primera parte se concentran los trabajos sobre “Redes In- telectuales”. Tras el planteamiento que deja abierto el primer capítulo, realizado por Eduardo Devés, se perfilan los rasgos de redes intelectuales que conviven y coexisten durante el periodo de entreguerras, siguen otros cinco trabajos es- critos respectivamente por Ricardo Melgar Bao (sobre la reconocida revista Amauta y el papel de su director, el peruano José Carlos Mariátegui), Alejandro Estrella González (con el análisis de la revista Dianoia y el campo filosófico me- xicano), Aimer Granados (quien aborda la experiencia cultural de Monterrey, dirigida por Alfonso Reyes), Fabio Moraga Valle (quien busca en Consigna el im- pacto del indoamericanismo, la Reforma universitaria y la Revolución mexicana en la cultura de izquierda chilena) y Anna Popovitch (quien analiza la recepción de Althusser por la nueva izquierda argentina en Los Libros). A través de los es- tudios de estos casos se observa cómo las publicaciones sirvieron para crear redes en una triple dimensionalidad: aquellas que interactuaron dentro del es- pacio latinoamericano, otras que se vincularon con algunos países europeos al crear redes transatlánticas, o las que adoptaron componentes internacionales para adaptarlas a su contexto.
La segunda parte del libro, titulada “Estado y Política”, está compuesta por tres análisis, el primero elaborado por Pablo Yankelevich (quien piensa los pro- blemas nacionales a través del itinerario de la revista Población), el segundo es de Iván Pérez Daniel (preocupado por la recepción del realismo socialista en el México de los años treinta en Ruta) y el tercero pertenece a Maarten van Del- den (quien analiza la impronta de Octavio Paz en la fundación de una publica- ción y el debate francés en la revista mexicana Plural). A través del estudio de este conjunto de revistas, se remarca la importancia del vínculo señalado en la introducción entre sujetos sociales, intelectuales y políticos, así como entre áreas de poder cultural, académico y político. Por ello, tener en cuenta la compleja
relación hace comprensible la aparición de este tipo de publicaciones, que in-

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tenta por una parte, dar respuesta a inminentes problemas nacionales (demo- gráficos, culturales, económicos y políticos) y, por la otra, enmarcar la realidad nacional en un contexto mundial.
A continuación, la tercera y última parte, enmarcada con el título “Socie- dad y Cultura”, continúa el análisis de revistas con las aportaciones de José Al- berto Moreno Chávez (quien estudia El Mensajero del Corazón de Jesús como ventana para analizar la cultura católica internacional de fines del siglo xIx y prin- cipios del siguiente), María Eugenia Mudrovcic (con el estudio de tres momen- tos claves de Criterio, otra publicación católica que buscó influir en Argentina), Consuelo Naranjo y Salvador Bernabéu (analizan Tierra Firme como un nexo para establecer el diálogo entre España y América durante los años 1935-1936), Ana Elisa Santos Ruiz (examina la creación de un grupo intelectual, Hiperión, a través de tres publicaciones), y para cerrar la sección —y el libro —, el trabajo de Miguel Orduña Carson (con el análisis de La Mesa Llena y de las relaciones entre intelectuales establecidas a partir de la escisión del suplemento cultural de la revista Siempre).
Aunque todos ellos son una muestra de la importancia del análisis de las re- vistas culturales para el estudio de la historia intelectual latinoamericana, cabe preguntarse si el ordenamiento dado para la exposición de los capítulos y los subtítulos de los tres grandes apartados es el más adecuado para respetar los cri- terios metodológicos expuestos en la introducción. Otra reflexión necesaria sería preguntarse de que manera la coexistencia de estas diferentes escalas es- paciales en las redes conlleva necesariamente una manera distinta, mucho más específica, de analizar desde otra óptica las revistas como soportes culturales. Al tema de la escala, habría que añadir la manera en que debe reconfigurarse el objeto de estudio a partir de temporalidades más cortas, en las que puedan que- dar de manifiesto las tensiones de un contexto determinado y la forma en que la acumulación de estos contrastes lleva a la modificación de las redes intelec- tuales.
Así, las aportaciones de este libro muestran la pertinencia de que el debate continúe abierto, a modo de una invitación al diálogo. Consideramos que la obra
Las revistas en la historia intelectual de América Latina es una muestra más

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de los buenos resultados que ha dado el cuerpo académico de historia intelec- tual de la uAM-Cuajimalpa por abordar desde distintos ángulos las posibilidades de la historia intelectual.1 Sus sugerencias permiten pensar lo que implica estu- diar una publicación periódica como espacio de sociabilidad, una red intelectual en la que se asocian y enfrentan tendencias, discursos, representaciones.
Alexandra Pita Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (Campus Norte)-universidad de Colima

1 Nos referimos a las publicaciones que ha realizado ese cuerpo académico: Carlos Illades y Georg Leidenberg [coords.], Polémicas intelectuales del México moderno, México, Conaculta/uAM- Cuajimalpa, 2008; Miruna Achim y Aimer Granados [comps.], Itinerarios e intercambios en la historia intelectual de México, México, Conaculta/uAM-Cuajimalpa, 2011; Carlos Illades y Ro- dolfo Suárez [coords.], México como problema, México, Siglo xxI Editores/uAM-Cuajimalpa,

2012; Carlos Illades y Mario Barbosa [coords.], Los trabajadores en la Ciudad de México, 1860-

1950. Textos en homenaje a Clara E. Lida, México, El Colegio de México/uAM-Cuajimalpa, 2012.

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Laura Cázares Hernández [coord.], Escribir la lectura. Representaciones literarias en textos hispanos e hispanoamericanos, México, uAM-Iz- tapalapa, 2013, 279 pp.

Hace unos 30 años, cuando la niña mayor de la foto de portada de este libro que presentamos hoy era una anciana decrépita, se paseaba por la casa de un lado a otro y le decía a una pequeña: “Juventud divino tesoro, te vas para no volver. ¿Te acuerdas, Macu?”. Alguna vez le comenté que los versos eran de Rubén Darío. No reconoció el nombre, no lo recordaba. Mencionaba a Juan de Dios Peza. La memoria en la vejez revelaba la nostalgia por el pasado, pero también una comprensión de los versos en otra dimensión del tiempo, ya alejada de la niñez. El pasado se cifraba justo en esos versos que revela- ban a su vez la lectura. Es decir, la foto tomada en un estudio no era sólo una pose de época, representaba un modelo pero también un hábito de las cla- ses medias ilustradas. La literatura a la vez sintetizaba la memoria del pasado no en un hecho, un dato, una anécdota, que también se contaba, sino en unos versos que se actualizaban de manera aplastante y definitiva ante el transcurrir ya irreversible del tiempo. Entonces, con la memoria, una nueva lectura.
Escribir la lectura. Representaciones literarias en textos hispanos e hispanoamericanos reúne un conjunto de estudios cuyo eje vertebral es la lectura, es decir, las múltiples variantes en que ésta se escribe, se inscribe, se significa. El libro forma parte y representa un desplazamiento que produce la crítica en las décadas finales del siglo xx de una mirada que se enfocaba en la relación obra-autor a una enfocada en la relación obra-lector, comuni- cación esta última en la que se renueva la existencia del texto. Es decir, el libro parte de la conciencia que sus autores tienen del papel que la lectura desempeña en la literatura misma y de que, como insistiera Jauss, el crítico
es antes que todo un lector. Enunciación a la que se podría añadir que el es-

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critor es también antes que todo un lector. La literatura es indisociable del acto de leer, y éste asoma en el texto desde su misma construcción pues en el modo que es escrito, es leído; y es escrito para ser leído. El texto ya contempla un lec- tor y se contempla a sí mismo en el lector. Así, la lectura es un acto que se re- produce en el propio texto.
Volvamos a la frase de Jauss, el crítico o el historiador literario, como él es- pecifica, es ante todo un lector. Pero ¿qué tipo de lectores tenemos aquí, reuni- dos en este volumen? Pues unos lectores críticos, indagadores, maliciosos; unos lectores que han actualizado varias veces el texto, es decir, han roto su ilusión para ver las marcas y los signos que su tejido disimula o ilumina disimulada- mente. Esa lectura que activa la evocación, la memoria, el placer, es historiada y corregida por una lectura crítica que destruye las trampas de la imaginación y la nostalgia, refresca la memoria, ironiza, le pone los pies en tierra al lector menos avezado. Tampoco hay que olvidar que el escritor es también un lector y fue for- mado en la lectura, que es su motor y su punto de partida, y es además el punto de llegada de lo que escribe.
En esa dialéctica que forman los actos de la escritura y la lectura al interior y al exterior de las obras, en la cual una construye a la otra, es que entran las mi- radas e indagaciones de estos críticos que trazan un arco desde la crónica de Bernal Díaz del Castillo hasta una novela de David Toscana ya en los inicios del siglo xxI, en las que las representaciones literarias de la lectura devienen lectu- ras críticas de esas representaciones.
¿De cuántos modos funciona la lectura? ¿De cuántas maneras puede ser dramatizada en un texto? ¿Para qué sirve leer y, por tanto escribir y ser leído? Los modos y las funciones de la lectura son siempre un hecho histórico, acontecen en el tiempo y en un espacio determinado y bajo una suma de criterios ideoló- gicos y culturales que la condicionan. Escribir la lectura. Representaciones li- terarias en textos hispanos e hispanoamericanos nos ofrece un rico muestrario en el tiempo de las posibilidades de la lectura.
María José Rodilla reconstruye el entramado que genera el texto de Bernal
Díaz del Castillo, hijo de sus lecturas críticas de los textos de la Conquista que le producen una escritura correctiva de la historia y de su lugar en ella a partir

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de la memoria. Su lector privilegiado: el Rey. Texto crítico el de Rodilla que su- giere otras preguntas para seguir desarrollando el tejido del texto de Bernal usu- fructuado por numerosos escritores. Piénsese nada más en cómo lo leen Alfonso Reyes y Teresa de la Parra ya en el siglo xx para rehacer la historia americana.
Marina Martínez Andrade ilumina otra función de la escritura/lectura: la for-
mativa, la de vehículo idóneo de la preparación y formación del ciudadano mo- derno y de la nación joven y civilizada. Pero ese ciudadano se sintetizará en la figura de Domingo Faustino Sarmiento, símbolo y representación de las posibi- lidades y beneficios de una lectura formativa, decisiva en su destino personal. Martínez Andrade recorre los intríngulis de ese proceso formativo y su modeli- zación en la figura del autor a través de su obra Recuerdos de provincia.
Alma Mejía se detiene con Benito Pérez Galdós en un tópico caro a los au- tores del xIx: la lectura de novelas frívolas y fantasiosas, que podríamos llamar “disformativa”, en oposición a la propuesta sarmientina, y sus consecuencias en las mujeres. Problemática constante en la narrativa crítica decimonónica con fi- guras ejemplares como Emma Bovary y Ana Karenina, a Mejía González le im- portan más las variaciones que aporta Galdós en el tratamiento del tema a través de una operación realista y a partir de la extensión del asunto a personajes mas- culinos, poniendo a dialogar en su texto los dos tipos de lectura.
A escrituras del siglo xx están dedicados la mayor parte de los trabajos reu- nidos en este volumen. En ellas la representación de la lectura disloca el eje for- mativo/disformativo para abrirse en un abanico de complejas posibilidades y problemáticas; y esta apertura alcanza, en primer lugar, la noción misma de re- presentación; y en segundo, del autor como autoridad.
una lectura crítica de la lectura crítica nos ofrece César Núñez a propósito de las contradicciones de un Arqueles Vela, teórico e historiador literario afi- liado a las normas poéticas del realismo socialista ancladas en la noción del arte como reflejo de la realidad y el poeta vanguardista que fue. Así, el “escribir la lec- tura” del título se desplaza a “criticar la lectura crítica” en la que Vela lee no sólo la historia literaria sino a sí mismo y todo ello en un trabajo de análisis minucioso que le permite al lector ponerse en contacto con una parte usualmente desco-
nocida de la producción del estridentista mexicano.

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En esta apertura de la noción de representación se introduce un género conflictivamente relacionado con la misma, la poesía. una revisión rápida del
índice permitirá comprobar que la mayoría de los trabajos versan sobre prosa o narrativa (sea crónica, memoria, novela e incluso ensayo), con la excepción de dos, dedicados el uno al poema de Borges “Manuscrito hallado en un libro de Jo- seph Conrad” de Osmar Sánchez Aguilera y, el otro, a los textos de José Emilio Pacheco “Carta a George B. Moore” y “En defensa del anonimato” de Álvaro Ruiz Abreu. El primero, bajo la premisa de que la poética de la lectura propuesta por Borges es uno de los aportes más productivos y singulares de su obra, proble- matiza desde diversas perspectivas, la autoría de un poema que aparece en una segunda edición sin ninguna referencia explicativa de su ausencia anterior o su inclusión. El segundo, inmerso en una reflexión más amplia sobre la lectura, es- tablece una dialéctica entre Pacheco lector/escritor, que se relee y se reescribe proponiendo así una lectura de sus textos que supone diálogo, desacralización del objeto y reapropiación de la autoría.
Margarita Pierini estudia una problemática oculta, subsumida, en las dra- matizaciones de la lectura del xIx y es la relación de los escritores con el eje for- mativo/disformativo a partir de sus creaciones. Dicho de otra manera, la tensión entre el escritor, su literatura y sus lectores (con preponderancia de las lectoras) en la era de la masificación de la lectura y la mercantilización de la literatura, que la convierte en una profesión remunerativa. Para develar la relación ver- gonzante con la literatura de masas, Pierini indaga en comentarios en artículos periodísticos, cartas, etc., de cinco escritores argentinos: Roberto Giusti, Nico- lás Olivari, Héctor Olivera, Roberto Arlt y Ricardo Güiraldes.
Aralia López González desplaza la “lectura crítica” de la “lectura crítica” hacia sí misma en un “ensayo”, en el más estricto sentido de la palabra, que titula “Ar- chivos del mal: formación de la nación mexicana en Oficio de tinieblas de Ro- sario Castellanos”. Fruto de renovadas lecturas en el tiempo a un texto ya conocido y trabajado, López González propone el desciframiento de un enigma cuya interpretación se le había resistido: la manera en que lee y dramatiza Cas- tellanos el mundo indígena a partir de los signos de la textualidad fictiva y de la
textualidad “histórica”. Y el enigma es justamente la incapacidad, la imposibili-

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dad de entender la otra cultura y realizar una hermenéutica dentro de sus pro- pios límites socioculturales.
Finalmente, dos trabajos que proponen un diálogo entre autores, un diálogo entre intencionados o posibles intertextos: Luz Elena Zamudio a propósito de “Carta a un aprendiz de cuentos” de Guadalupe Dueñas y “Respuesta de un aprendiz de cuentos” de Leopoldo Sánchez Zúber y Ana Rosa Domenella a par- tir de un título que se repite, El último lector en Ricardo Piglia y David Toscana. Zamudio ilumina un diálogo de lecturas propiciador de nuevas escrituras, es decir, el diálogo en el que una poética es puesta en juego como respuesta ex- plícita a su enunciante y no sin cierta dosis de humor. Domenella, en cambio, parte de una coincidencia o una relación implícita y reúne para el diálogo dos géneros diferentes, ensayo y novela. En el primero (Piglia), se da cuenta de una experiencia de la lectura como interpretación, formación y escritura del mundo; en el segundo (Toscana), las diversas funciones en las que se realiza la interac- ción con la misma, a saber, placer, trabajo y censura, a partir del personaje prin- cipal de la novela nos la revela como fuente motora y estrategia de una vida.
Los múltiples modos en los que se representa, realiza, dramatiza la lectura en textos hispanoamericanos parece apuntar a la ruptura del eje formativo/dis- formativo y a la des/autorización del autor, que deja de ejercer una función rí- gidamente moralizante para leerse y reconstruirse a sí mismo como lector. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que cualquier comentario aquí es provisorio pues Escribir la lectura no es, no pretende ser, una historia de la lectura en Hispanoamérica, aun cuando a partir del tejido que proponen sus análisis de obras y autores particularmente seleccionados, se puedan inferir algunas con- clusiones. Es una probada, una degustación de un menú que podría convertirse en banquete al que nos suscita la ilusión de asistir, pues la lectura en la literatura hispanoamericana se nos propone como un universo rico y en espera de ser in- vestigado. Pero como todo texto, trabajo, análisis que pretende aportar un co- nocimiento, Escribir la lectura nos ofrece como lectores especializados lo más importante: la posibilidad de un continuum.
Mayuli Morales Faedo

uAM-Iztapalapa

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