revista latinoamerica

Reseñas

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Colección de Estudios Multi e Interdisci- plinarios sobre América Latina y el Caribe, Roberto Mora Martínez [coord.], 8 ts., Mé- xico, Coordinación de Estudios de Posgra- do-unAM/Ediciones Eón, 2012.

La Coordinación del Programa en Estudios Latinoamericanos de la unAM, du- rante el año 2011, tomó la decisión de conjuntar los proyectos de investi- gación de destacados alumnos de maestría y doctorado. De manera organizada e independiente, los y las estudiantes de ese posgrado asumie- ron el reto de organizar y exponer sus avances académicos.

La publicación de avances en las investigaciones de tesis ha sido una práctica poco frecuente en nuestro entorno académico. Se consideró que, como parte de su formación integral, los alumnos deberían enfrentarse a una experiencia editorial para agilizar y mejorar la calidad de sus investiga- ciones en proceso. En la Presentación de la Colección, el coordinador, Ro- berto Mora, señala el carácter heterogéneo de las investigaciones y su organización editorial:

Los ensayos que reúne la Colección de Estudios Multi e Interdisplinarios sobre América Latina y el Caribe —la cual consta de ocho libros— se agrupan en torno a puntos temáticos que van desde el pensamiento filosófico nues- troamericano, la narrativa, la poesía, la crítica literaria, así como los estudios de género, hasta los problemas de la democracia, la violencia, la desapari- ción forzada y las migraciones, las movilizaciones sociales, los proyectos eco- nómicos, las relaciones internacionales y los estudios de geopolítica.

Dentro de la variedad de temas mencionados, los coordinadores orga- nizaron el trabajo editorial de la siguiente manera:

Juan Fal y Amaury Oliveros [coords.], El pensamiento económico social latinoamericano: crisis neoliberal y proyectos alternativos, tomo I.

Giobanna Buenahora Molina y Eloísa Rivera [coords.], Estudios de Gé-

nero en nuestra América, tomo II.

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colección de estudios Multi e interdisciplinarios sobre aMérica latina y el caribe

David Gómez Arredondo y Jaime Ortega Reyna [coords.], Pensamiento fi- losófico nuestroamericano, tomo III.

Henrry Patricio Allán Alegría y Alexander Gamba Trimiño [coords.], Los pro- blemas de la Democracia en nuestra América, tomo Iv.

Tihui Campos Ortíz y Margarita Ortiz Caripán [coords.], Diversidad cultu- ral e interculturalidad en nuestra América, tomo v.

María Guadalupe Correa Chiarotti [coord.], Itinerarios y perspectivas de la literatura nuestroamericana, tomo vI.

Yollolxochitl Mancilla López y Rigoberto Reyes Sánchez [coords.], Violencia, desaparición forzada y migraciones en nuestra América, tomo vII.

Ricardo Domínguez y Fabián Campos [coords.], Relaciones internaciona- les y Estudios de geopolítica en nuestra América, tomo vIII.

una de las principales preocupaciones de los coordinadores consistió en presentar temas y problemas vigentes de interés para las sociedades latinoa- mericanas. De manera simultánea, otra inquietud expresada en los trabajos in- troductorios fue el modo de organizar los diversos ensayos a partir de la pretensión de mostrar cruces disciplinarios. Por ejemplo, los coordinadores del tomo I, señalan en su introducción:

A pesar de que responden a una problemática común, los trabajos que compo- nen este volumen no guardan una relación directa entre sí. Esto debido a que dentro de nuestro posgrado se fomenta la interdisciplinariedad y cada tema es abordado por autores con formación diversa, lo que enriquece la discusión al tiempo que permite que las investigaciones se realicen desde diferentes campos de conocimiento. no obstante esto, consideramos que la diversidad teórico-ana- lítica del conjunto de ensayos reunidos en el presente volumen encuentra con- vergencias y la puesta en común de ideas, brindándonos la posibilidad de construir rutas de análisis desde una propuesta totalizadora, es decir, elaborando un mapa complejo para la lectura del legado neoliberal y de sus implicaciones sobre los fenómenos contemporáneos de la región (t. I, pp. 13 y14).

Del comentario anterior, se desprenden algunas inquietudes: ¿la diversidad analítica y las distintas formaciones de los estudiantes son suficientes para jus- tificar un enfoque interdisciplinario? ¿La interdisciplina es posible si cada autor

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trabaja desde su propio campo de conocimiento? En este sentido, la lectura de los tomos que forman esta Colección puede significar una ocasión adecuada para revisar la manera en que los estudiantes del Posgrado en Estudios Latino- americanos abordan el tema de la multi e interdisciplinariedad. De cualquier modo, es indispensable seguir cuestionando las formas en que se trata institu- cionalmente el cruce de campos disciplinarios. Asimismo es importante señalar que no existe un consenso metodológico para tratar la correspondencia entre los distintos campos del conocimiento; al contrario, el pretendido cruce entre el conocimiento humanístico y las ciencias sociales ha sido una discusión que se ha postergado entre la comunidad latinoamericanista.
Sobre el tema de la interdisciplinariedad, el Dr. Ignacio Sosa escribió un magnífico ensayo: De memoria y de historia de los estudios latinoamericanos (México, 2007). En su texto, sostiene que la interdisciplina es una especie de mito fundador para los latinoamericanistas de la unAM. Los aspirantes a formar parte de esta comunidad universitaria son invitados a emprender una trayecto- ria académica conformada por distintas disciplinas, pero sin una explicación cabal sobre su articulación en los procesos de investigación. Al mismo tiempo, los estudiantes carecen del ejemplo de maestros fundadores que muestren, en cualquier publicación de sus investigaciones, la aplicación de la interdisciplina- riedad para el estudio de América Latina.

En los distintos volúmenes que conforman la Colección, el lector puede encontrar la preocupación por ubicar los diversos textos dentro un marco epis- témico congruente. Por ejemplo, en la introducción del tomo II, Giobanna Bue- nahora Molina señala:

Este libro, Estudios de Género en nuestra América, es precisamente un diálogo desde las fronteras, y no solamente porque las y los estudiantes que en él escri- ben provienen de disciplinas disímiles. Los trabajos aquí presentados ofrecen y aportan una mirada enriquecedora a la discusión sobre las feminidades en nues- tra América, a partir de la metodología y epistemología feminista, en un intento por descolonizar nuestro pensamiento (t. II, p. 14).

En el comentario anterior, se muestra que la preocupación por articular los distintos trabajos, provenientes de distintas disciplinas, no deriva en una su-

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puesta metodología interdisciplinaria, sino en la organización metodológica de disciplinas específicas. Por lo anterior, tal vez sea conveniente revisar la suge- rencia de Ignacio Sosa, quien propone que el debate sobre la interdisciplina no debe abordarse únicamente como un problema de organización del conoci- miento en las investigaciones, sino como el modo de enfrentar proyectos en equipo. En este sentido, el lector hallará en esta Colección distintos modos de abordar el trabajo grupal, tan necesario en el medio de los estudios latinoame- ricanos.

Es importante resaltar la visión de las autoridades académicas que, con la conducción del entonces coordinador del posgrado, el Dr. Horacio Cerutti Guld- berg, hicieron posible que este esfuerzo de la comunidad estudiantil se en- cuentre publicado.

víctor Hugo Lozada Illescas

Coordinación de Humanidades-unAM

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Emilio Jorge Rodríguez, El Caribe literario. Trazados de convivencia, La Habana, Arte y Literatura, 2011, 196 pp.

El investigador cubano Emilio Jorge Rodríguez ofrece a sus lectores, una vez más, su prosa clara, colmada de experiencias y sapiencias para construir un libro ameno, con un estilo fluido no por ello menos riguroso y analítico al que puso por nombre: El Caribe literario. Trazados de convivencia.
Se trata de un texto ágil ya que no tiene la clásica división por capítulos o apartados sino que se divide en dos partes, a las que simplemente llama “Trazados” y “Fragmentos”, respectivamente, y en efecto son justamente eso. De la misma forma que un pintor crearía un cuadro, el autor va llenando cada espacio de la pintura con pinceladas, algunas veces con colores muy vivos y brillantes, otras con una gama de azules y verdes hasta llegar a los gri- ses, blancos y negros. Otras simplemente va delineando los contornos.
El comienzo es semejante a un cuadro abstracto de un artista puerto- rriqueño, Julio Rosado del valle,1 los trazos son seguros con una perfección casi geométrica, donde predominan los rojos y los amarillos. Así es “Traza- dos”. La primera línea prefigura el itinerario de una axiología literaria cari- beña, encuentra su línea de fuga en la tensión entre la tradición escrita, impuesta en el Caribe por los europeos conquistadores y posteriormente plantadores y dueños de esclavos, y las culturas orales y, algunas veces, ágra- fas, de los pueblos sometidos: indios, africanos, chinos, blancos esclavizados
y pobres, sirio-levantinos y los mestizajes étnicos correspondientes.

1 Me refiero concretamente al cuadro titulado Vejigantes, de 1955.

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Vejigantes, de 1955, tomado de Verlee Poupeye, Caribbean Art, Nueva York, Thames and Hudson, 1998, p. 118.

El trazo se detiene en un espacio donde abunda el color amarillo: la axio- logía de una estética afroamericana. La luz parece iluminar todo el cuadro, África está presente en toda América, con un número mayor de descendientes en aque- llos lugares que recibieron mayor número de esclavizados: Brasil y las islas del Caribe. El autor-pintor no cesa de pintar tonalidades claras cuando afirma que la riqueza de esas culturas orales está predominantemente, en las culturas lla- madas de la resistencia, aunque aclara que el término no le satisface del todo.
Los amarillos se tornan anaranjados, se vuelven rojos intensos. El Caribe insular y continental está presente en la obra de Emilio Jorge Rodríguez, que no se limita precisamente a las expresiones literarias para ejemplificar la tensión se-
ñalada, sino que explora también las diferentes formas de religiosidad en esta re- gión: vudú, culto a Shangó, santería, rastafarianismo, palo monte, etc., así como las formas orales de la narración: cuentos, leyendas, mitos, proverbios y refra-
nes, entre otros, desde Cuba hasta Surinam.

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La intensidad de los rojos y anaranjados se difumina suavemente hasta al- canzar una tonalidad neutra, un beige claro, cuando el autor afirma enfático que debemos aprender a mirar con otros ojos las culturas escritas del Caribe, no como la expresión de una cultura letrada sino, tal vez, como una forma, un tanto forzada, para expresar la riqueza y enormes posibilidades de la oralidad, en un tránsito no exento de pérdidas.
La neutralidad del beige es breve, los rojos tornasolados vuelven a llenar el cuadro. Emilio Jorge Rodríguez se enfrenta a autores ya clásicos como el ale- mán Jahn Janheinz y la irlandesa Ruth Finnegan, para señalar que finalmente ca- yeron en la trampa de pretender analizar las literaturas caribeñas con un canon letrado, atravesado por la forma escrita, aunque reconocen la tensión existente, no pueden ir más allá de analizar, finalmente formas escritas de esa literatura pretendidamente de cuño oral.
Los trazados declinan en suaves líneas de contornos precisos, los azules con tonos violáceos describen suavemente a Panamá y el Caribe insular en relación con la migración jamaiquina, barbadense y trinitaria y con la historia. El recorrido, aunque breve en extensión, no lo es en términos históricos ya que rescata desde un entremés anónimo del siglo xvII hasta la poesía y cuento de los escritores de origen jamaiquino, nacidos ya en Panamá, durante el siglo xx: Gerardo Maloney, Melvin Brown, Carlos Guillermo Wilson, cuyo seudónimo es Negro Cubena, Luis Carlos Phillips, Winston Churchill James y Eric Walrond, entre otros.
En el centro del cuadro Vejigantes, que por cierto es el nombre de las más- caras de carnaval en Puerto Rico, hay un círculo en medio, la circunferencia con- tiene rojo, negro y blanco, así llegamos a la visión pan-caribeña del espacio cultural de un intelectual jamaiquino: Walter Adolphe Roberts (1886-1962). La narración es rica en información tanto histórica como literaria, el círculo irradia colores y matices, Roberts vivió en Kingston y en nueva York, en ambos lugares fundó periódicos, revistas, colaboró como editorialista, como traductor y di- rector. De esta forma, el lector descubre los nexos de Roberts con el movimiento de Harlem Renaissance y la época del jazz en la década de 1920, además de va- lorar la obra de este visionario caribeño quien, entre otras cosas, fue fundador
del Institute of Jamaica.

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El círculo de Vejigantes anuncia los triángulos invertidos que predominarán en el cuadro, así Roberts en la pluma de Emilio Jorge Rodríguez, adelanta la crea- ción de revistas en el Caribe anglófono en la década de 1960. El autor se refiere también a la importancia y a cierta opacidad y crítica de las transmisiones radia- les, concretamente del programa Caribbean Voices de la BBC de Londres, por eso la alusión en el título a las “ondas de éter”. Las publicaciones analizadas son: The Beacon, que inició su aparición en la década de 1920, en Trinidad y Tobago y tuvo por fundadores a escritores, que posteriormente serían las grandes figuras literarias de sus países: C.R.L. James (1901-1989), por ejemplo. Me llama positi- vamente la atención que el autor compara la actitud de los jóvenes escritores de The Beacon, con la de los escritores franco-caribeños que publicaron en Légitime Défense (1932).
La barbadense Bim y la guyanesa Kyk Over Al, fundadas, la primera por Frank Collymore en 1947 y la segunda por Arthur J. Seymour en 1945, comple- tarán el panorama con una alusión al ciberespacio. La profusión de figuras geo- métricas en Vejigantes descansa en una media luna de tonos neutros hasta alcanzar un café oscuro. Esa media luna representaría el final de “Trazados”, que concluye con el análisis de la obra poética de un escritor de la isla de San Mar- tín: Lasana M. Sekou, quien presenta una visión más contemporánea del Caribe en este poema llamado “Tomando forma”, de acuerdo con Emilio Jorge Rodrí- guez: “Es el poema en que la supuesta indolencia o la pretendida asimilación de los jóvenes negros al sistema resulta solamente una argucia en la preparación para la lucha”.

Cuídense de nuestro disfraz De generación perdida vestidos con las ropas

De juventud de nuestros padres

Modas de naftalina

Como conservando acciones pasadas nosotros la generación

En uniforme de faena De la pasada guerra Cuídense de nuestro disfraz

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asdasd

reseña

Huérfanos pretenciosos

Que demandan amor

Detrás de sonrisas de George Washington nosotros la generación

Que esconde las nalgas en jeans de diseño exclusivo

Y aplasta su forma africana

En baratas imitaciones europeas nosotros la generación

A la que el enemigo considera “atrapada al fin

Gracias mi Dios todo blanco

Los he atrapado al fin”.2

La mirada de Emilio Jorge Rodríguez, a lo largo de todo el texto, es regio- nal, no cesa de establecer comparaciones, de buscar referencias tanto en rela- ción con autores del Caribe de colonización holandesa, como de islas divididas entre los franceses y los holandeses como San Martín o Saint Martin o St. Maar- ten, como del Caribe colombiano, dominicano, cubano, puertorriqueño. Aunque el eje central del libro, como ya lo habrá descubierto el lector, es el Caribe an- glófono.

2 Tomado de Lasana Sekou, Images in the Yard, nueva York, Philipsburg, St. Maarten, House of nehesi, 1983, publicado en castellano en Corazón de Pelícano/Pelican Heart, selección, in- troducción y notas de Emilio Jorge Rodríguez, trad. de María Teresa Ortega, nueva York, Phi- lipsburg, St. Maarten, House of nehesi, 2010, publicada en español con el título Musa desnuda, La Habana, Arte y Literatura, 2011.

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Tercer Mundo, 1966, tomado de Verlee Poupeye, ibid., p 131.

“Fragmentos”, la sección más corta que cierra el texto se parecería más a una conocida pintura Tercer Mundo, 1966, del reconocido pintor cubano Wifredo Lamm. Los contrastes entre los blancos, beiges, negros y cafés resaltan las figu- ras alargadas y puntiagudas que se despliegan por todo el cuadro. Así Emilio Jorge Rodríguez define con fragmentos de escritura las grandes figuras litera- rias del Caribe contemporáneo, comienza por el escritor barbadense George Lamming, hace una alusión realmente apropiada, titula: “George Lamming en su retorno al Caribe natal”, la sombra de Aimé Césaire con su inolvidable: “Cua- derno de un retorno al país natal”, evoca esa mirada atenta y sensible, como los pies de las figuras de Lamm.
En Tercer Mundo también hay una figura central más pequeña y alargada que las demás, que parece prolongarse sin contornos definidos, así evanescente es la poesía de la dominicana Sherezada vicioso o Chiqui vicioso, que el autor nos presenta con el análisis que hace del poemario Eva/Sión/Es, publicado en
2007. El autor señala sobre la poesía de Chiqui vicioso:

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Pero, luego hacia el final del poema [“un extraño ulular traía el viento” (1985)] al arribar en su retorno biográfico enriquecido por las circunstancias vi- tales e históricas a un espacio compacto —ese espacio colmado de las numero- sas vivencias y personas que constituyen, indiscriminadamente, los hacedores humildes de la patria, aquel “país en el mundo” ya evocado previamente por el maestro Pedro Mir—, sin dudas atávicas exclamaba:

Se volvió la isla una pelota

En manos de una gran ronda de maestras Carpinteros, campesinos, mueleros, poetas, Médicos, choferes, vendedores, maniceros Ciegos, cojos, mudos, reinas de belleza Policías, obreros, prostitutas

una pelota en manos de una ronda de escolares

¡Esto somos! ¡Esto es! una rueda

Aplastando —sin violencia— el ¿esto es?3

Como un cuerpo con alas, en tono neutro beige, Emilio Jorge Rodríguez re- curre, esta vez al ensayo de una amiga y colega suya, Margarita Mateo, para sig- nificar la figura del escritor guyanés Wilson Harris. Concluye esos fragmentos con un relato, donde incluye algunas anécdotas personales, a propósito de las fiestas culturales que organiza Cuba para discutir, repensar y por qué no imagi- nar ese Caribe de los festivales de Santiago.
Me agradó enormemente encontrar una lectura amena, que abarca temáti- cas variadas desde una perspectiva regional, con un trabajo riguroso de investi- gación y análisis, en el que hubiera sido también interesante presentar a alguno de los muchos poetas y poetisas jóvenes franco-caribeños para llenar, aún más, de colorido esos trazados de convivencia caribeña y extra-caribeña.
Margarita Aurora vargas Canales4

3 Poema “un extraño ulular traía el viento”, p. 177.

4 Investigadora del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la unAM.

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Mercedes de vega Armijo [coord.], La bús- queda perpetua: lo propio y lo universal de la cultura latinoamericana, vol. III. La Litera- tura hispanoamericana, México, SRE-Direc- ción General del Acervo Histórico Diplomá- tico, 2011, 295 pp.

I.

La Secretaría de Relaciones Exteriores de México, a través del acervo histó- rico diplomático y su directora en ese momento, Mercedes de vega (ac- tualmente directora del Archivo General de la nación), como coordinadora, presenta una colección de seis tomos —con colaboradores de toda la re- gión— que versan sobre la cultura latinoamericana. “Búsqueda perpetua” denuncia el título general de la colección y es un grano de arena más en la exploración sobre la identidad del subcontinente.

Dentro de la presentación general, de vega, nos ofrece una sencilla jus- tificación sobre la aproximación desde el ámbito cultural a América Latina: “La cultura es una manera de apropiarnos de nuestro destino” (p. 11)1 y en- fatiza que la cultura es la respuesta a la conquista material y espiritual de Oc- cidente.

El siempre presente Occidente, y la posición frente a él, sirven como motor de reflexión; también los aniversarios de dos eventos —el Bicente- nario de la Independencia y el Centenario de la Revolución mexicana— bajo cuya conmemorativa luz se decide hacer el recuento de las aportaciones cul- turales más sobresalientes de nuestro subcontinente y su presencia en la cultura universal. Se trata de la importante presencia de voces evocativas, rei- vindicativas y reflexivas que hablan de lo particular y la implicación en lo

universal de América Latina a propios y ajenos.

1 Todas las páginas se refieren a la obra reseñada.

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Dar cuenta de la forma en que se construye y se aproxima al conocimiento desde la cultura parece ser la metodología que cruza cada uno de los aportes contenidos en los seis tomos; la expresión de lo que se ha sido y se quiere ser, junto a lo antes mencionado, se ven como esfuerzos para la transformación de la realidad latinoamericana.

Pero ¿cómo pueden entenderse los esfuerzos de un proyecto de esta en- vergadura, si en el contexto del neoliberalismo la cultura se ha convertido en un bien de intercambio, un mero deber administrativo del Estado? Tal vez sea por esta situación que adquiere relevancia la iniciativa de una colección como ésta, proveniente de una secretaría del Estado mexicano, dentro de la cual, una parte de la clase intelectual-administrativa se muestra contra la noción de una cultura domesticada, efectista de modo múltiple pero estéril: la cultura performance.
Y podemos arriesgar aún más: La búsqueda perpetua es susceptible de aprehenderse como proyecto editorial encauzado hacia la recuperación (o al menos revaloración) del lugar dominante que detentaba la cultura intelectual mexicana patrocinada por el Estado revolucionario y perdido, en tanto refe- rente, durante las últimas décadas (cruzadas por el neoliberalismo en mayor medida y el panismo en menor instancia); pues al juntar a intelectuales de todo el subcontinente, las reflexiones volcadas en los tomos son de América Latina para el mundo; pero también de México para América Latina, pues es este país el que, desde su institución, ha llevado a cabo la tarea de reunirlos mediante un proyecto cultural e intelectual de largo aliento, que deviene urgente en un pai- saje de abandono y despolitización de la clase intelectual.
no obstante, hay que poner en duda hasta qué punto se logra eso último: abarcar la dimensión política de una clase intelectual latinoamericana; resignifi- car la acción de compromiso con el proyecto de una modernidad incluyente y alternativa por parte de una nueva élite letrada que al mismo tiempo en que re- toma la tradición de ruptura en América Latina se le considera reproductora de la misma.

También debemos tener presente el horizonte en el que se inscriben co- lecciones como la aquí revisada. Si aceptamos que nos encontramos bajo un pa-

norama de fragmentación del conocimiento y segmentación de las disciplinas,

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se muestra fundamental la recuperación de la toma de partida por la cultura, en medio de un entorno vacío de ésta como espacio de reflexión y transformación social. La imperiosa necesidad de las reflexiones civilizatorias, que busquen un nuevo sentido en contra de la parcelación del conocimiento, las lecturas crista- lizadas en interpretaciones rígidas y cerradas al diálogo. Poner a la cultura en el centro de la reflexión, incluso como postura metodológica, no es lo mismo que hacer estudios culturales, es multidisciplina; y la colección nos da una amplia muestra de ello.

Con todo esto en mente nos acercamos a revisar uno de los volúmenes de la colección: La literatura hispanoamericana, escrito por Rafael Olea Franco, Julio Ortega y Liliana Weinberg.
II.
El tomo ofrece una revisión de la poesía, narrativa y ensayo para postular que la literatura hispanoamericana no es necesariamente una búsqueda de identidad o encuentro de versiones opuestas sobre la realidad. La propuesta que ofrecen los autores, en palabras de Julio Ortega en la introducción al libro, es que en la literatura latinoamericana se responde a cuestiones que otras disciplinas con- testan deficientemente. Las características de nuestra literatura son la muestra del lugar que ocupa la cultura como espacio libre y de realización; de cambio.
La literatura latinoamericana se presenta, de esta manera, como respuesta positiva y complejizante de la realidad, frente a modelos simplificadores como las tesis del fracaso o trauma, ofrecidos por otros discursos y disciplinas. Es el espacio de la cultura; donde se le afirma a ésta como lugar de construcción, tanto del individuo (político y estético) como de la sociedad. La memoria y su narrativización entran en juego con la formación de la identidad en su definición múltiple. La alteridad se muestra como centro de un proceso inacabado (inaca- bable tal vez), donde se construye un sujeto de experiencia en constante interac-
ción con la literatura, y por lo tanto en constante reinterpretación. Se ofrecen

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revisiones de la forma en que los discursos interpelan y, por lo tanto, incluyen al sujeto.
nuestros autores parten de un balance sintomático del campo, en el que destacan el valor de lo literario como espacio del lenguaje, no sólo en su función comunicativa, sino también creativa, inventiva, emotiva, genuina e inteligente.
También proponen a la lectura siempre operando en forma de diálogo. Ponen énfasis en lo subjetivo de la narrativa y la poesía mientras que el ensayo visualiza procesos, no sólo dando cuenta de ellos, sino que propone respuestas ubicadas fuera de los discursos hegemónicos de cada época (al menos los que se analizan en el tomo) “piensa la cultura hispanoamericana desde dentro de la literatura” (p. 18) y con las herramientas de ésta construye vías alternas a la mo- dernidad o dentro de ella.
Julio Ortega habla del juego de espejo entre la poesía-narrativa y el ensayo en el que los “yos” se ven reflejados en el otro y en su pluralidad. Esto valida el pro- yecto de hablar de la literatura como espacio donde se vierte “la libertad creativa”.
Así nos acercamos a la propuesta general de los autores, que se fundamenta en ver a la literatura latinoamericana como diálogo; renunciando, de esta forma, a hacer enumeración de corrientes dominantes, donde una desplaza a la ante- rior (forma de análisis clásico) en favor de “un mapa de conversación de auto- res y textos”; analizando los discursos superpuestos en cada momento.
El análisis de estos discursos en diálogo, las interacciones y recuperaciones ejercidas por los distintos actores literarios revisados se utilizan para ir sustitu- yendo las épocas como unidad de análisis; pues a fin de cuentas, los autores en- tienden “La identidad como construcción narrativa, la práctica del diálogo como sistema poético, el ensayo que reúne todos los discursos y los desborda en otros formatos” (p. 19).
De esta manera, Olea Franco, quien da inicio al tomo con su trabajo titulado “narrativa e identidad hispanoamericanas. De Fernández de Lizardi a Borges”, articula el análisis por medio de contextualizaciones. El texto se ve inmerso en procesos de distinta índole. La identidad, en este caso, se presenta como la for- mación de la memoria narrativa y la literatura en juego con el lugar donde se
ponen en escena.

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Destaca el peso de la literatura mexicana y argentina en el análisis, con una amplia sección dedicada a la novela de la Revolución; sin incluir las manifesta- ciones orales ni hacer una sucesión lógica y ordenada de autores y obras; pero analizando algunas de las obras fundamentales para la definición del lugar his- tórico-cultural y el nivel estético de la primera mitad del siglo xx.
no hay vanguardias; tampoco Rulfo ni Márquez, ni boom, pues pertenecen a la segunda mitad del siglo xx. La obra de Borges representa el cierre del texto y la apertura de la literatura hispanoamericana a la proyección de lo universal.
Rafael Olea Franco nos da la pauta sobre el uso de “Hispanoamérica” en lugar de “Latinoamérica”, ya que este último corresponde sobre todo a defini- ciones político-geográficas, según nuestro autor (siguiendo a Borges), pues la unidad se basa en el principio medio de comunicación (español). Las razones son, pues, más literarias que multiculturales, frente a la imposibilidad de una denominación absolutamente incluyente.
La intención detrás de la selección de temas, género y por lo tanto textos, además de contener una propuesta a la tradición de cultura en que se inserta, radica en la posibilidad de rastrear dónde se encuentran posturas estéticas en torno a la lengua y por lo tanto reflexiones identitarias sobre la región. La na- rrativa no expresa ideas, las “encarna” y la exposición que hace Olea Franco de la estructura ayudará a entender las propuestas y “como las obras construyen un discurso ficcional sobre la identidad nacional de manera más o menos cons- ciente” (p. 26).
Se expone, a fin de cuentas, al género narrativo desde las independencias hasta el siglo xx, en sus transformaciones, con el estilo claro de Olea Franco, cons- ciente de las limitaciones metodológicas, enunciándolas y apropiándoselas.
En cuanto a la “Poesía latinoamericana”, Julio Ortega da cuenta de las voces entablando diálogo; afirmando de esta manera la tesis principal. Diálogo ya sea de forma directa (un poeta entablando conversación con otro), o indirecta (ac- tualizando conversaciones históricas); y también los casos paradigmáticos de las corrientes y su relación con otras, la imposición de sus modelos culturales
en determinado momento.

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Destaca dentro de su análisis el diálogo con otras culturas (griega, inglesa, etc.); pero la relación con España adquiere un peso mayor, por el lugar primor- dial del español (lenguaje) y lo español como bagaje cultural. La transformación del idioma y la democratización de la conversación funcionan como puntos de referencia para utilizar la categoría de “diálogo” como proceso indispensable de lo moderno en América Latina.
La poesía, bajo esta luz, funciona como prueba de que nuestra identidad no es problema sino exceso, al estar formada de sumas, mezclas, procesos y tradi- ciones. La identidad es una forma de nuestra creatividad, nos dice Ortega.
El autor propone enfocarse en los poetas que actúan contra los poderes dominantes y desde la disidencia, pues abren otro tipo de posibilidades; en lugar de leer la poesía en paralelo a la historia, como proceso que se alimenta del poder y la política. Tampoco propone leerla como un género; sino acercarnos a ella como el espacio de inventiva y transgresión de límites, de discursos (poé- tico, social, etc.). Asegura que, con estas nociones, en América Latina el poeta se muestra como autoridad de certidumbre al explotar los límites.
De esta manera nos lleva a la revisión de un sistema poético de represen- tación y apropiación de la realidad, creando conversación entre el nuevo y el viejo mundo; es decir, que el poeta latinoamericano es un poeta universal al pedir para lo americano un lugar de diálogo con el mundo, articulando la me- moria con la actualidad, volteando a la abundancia americana, que se muestra en la apertura de horizontes y alientos creadores.
Mientras tanto, Liliana Weinberg cierra el tomo con “Ensayo e interpretación de América”. Busca mostrar la capacidad articulatoria del ensayo a través de su forma discursiva que sobrepasa géneros, gracias a la apelación a la prosa; indaga en la reflexión y la crítica con base en los múltiples caminos de lo cifrado en ellos, mientras que al mismo tiempo opera cuestionando códigos, construyendo defi- niciones (y su historia) y reformulando nociones dentro de “lo moderno”.
El ensayo es presentado como el género básico de la ya mencionada mo- dernidad latinoamericana, entendida como cambio, horizontalidad y crítica a sí misma (con las necesarias revisiones del proyecto), pues contiene tanto el pen-
sar crítico como la búsqueda de estilo y forma artística. Su carácter transitivo, re-

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flexivo y creativo ofrece identidad en sus procesos constitutivos y promueve el diálogo y circulación de ideas en cada época.
Si bien el corte analítico que propone la autora se enfoca en las tendencias de la producción, preocupaciones similares y aproximaciones hermanadas en distintos momentos de la historia de la región, más que en el análisis puntual de obras o autores, la acción del sujeto, la identidad como el lenguaje habitado donde el sujeto se hace en tanto comunidad y significado, no se pierden nunca de vista.
El trabajo intelectual como constructor y articulador de diálogos y verdades contenidas en las expresiones culturales diversas y plurales de América Latina son rescatadas en cada momento del trabajo de Weinberg.
III.
Si dentro de los seis tomos de La búsqueda perpetua se propone a la cultura como estrategia de identidad para Latinoamérica, el proyecto debe funcionar también con la cultura literaria en tanto parte de esa estrategia identitaria; es decir, al presentar en La literatura hispanoamericana cierto imaginario letrado de la región, podemos observar algunos mecanismos para la integración de la búsqueda de la identidad con el ejercicio literario como propósito cultural.
Al ofrecer una revisión de un (nuevo) canon literario que funciona como raíz de la cultura letrada, la formación del pensamiento, la sensibilidad y sus expre- siones —el ensayo, la poesía y narrativa— así como de las preocupaciones ras- treables en el imaginario, gracias a los textos, podemos adentrarnos en ciertas interpretaciones y manifestaciones de la cultura, sinónimo, a estas alturas, de identidad.
Así, del tercer tomo, con su proyecto y horizonte interpretativo conjunto, debemos rescatar la forma de dar cuenta de las formulaciones artísticas (litera- rias en este caso, pero fácilmente extrapolables) como parte de una empresa sociopolítica, englobadora de lo cultural, en la cual se destaca al sujeto, que actúa al mismo tiempo como agente social y cultural dinamizador, al ser parte
(consciente o inconscientemente), de determinado proyecto intelectual, político

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reseña

e histórico. Asistimos a la presentación del ser en múltiples dimensiones; no
únicamente la reproducción de la figura o el personaje.
Al hablar de la experiencia estética dentro de un análisis que toma en cuenta tanto el contexto sociohistórico pasado como presente, vemos también cómo se lleva a cabo la construcción del sujeto intelectual y estético, en función del papel que tiene en la recuperación de la memoria y la cultura oral-popular como forma de resistencia social-cultural, basándose siempre en el diálogo.
Bajo esta perspectiva de construcción del sujeto dentro de una élite inte- lectual, ésta se puede manejar como análisis de una élite canónica y la revisión de su construcción en la cultura latinoamericana; pero al mismo tiempo, el libro, a través de los textos, se propone la creación de un nuevo canon, fundamentado en la elección de una élite particular de nuestros autores.2 Se nos presenta a la
élite intelectual (literaria, letrada) como una fuerza cultural y culturalmente di- namizadora de la realidad y sociedad latinoamericana.
La promoción del diálogo, fuera de instituciones nacionales únicamente, es una forma de lucha contra la pérdida del valor del intelectual y la banalización del oficio mientras se recuperan voces indispensables de Latinoamérica. A fin de cuentas, la acción de la búsqueda de la identidad y las respuestas ensayadas nos sirven como potencia más que como solución.
Rodrigo Hernández vera

2 Al mismo tiempo quienes escriben —Olea, Ortega, Weinberg, y en general en los seis volúme- nes— forman parte de una reciente clase intelectual latinoamericana.

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