María Arcelia Gonzáles Butrón, Ética de la economía. Refle- xiones y propuestas de otra economía desde América La- tina, México, UMSNH/CiALC-UNAM, 2010, 274 pp.
Ésta es una obra esperanzadora y no por ello menos crítica que muchos de los análisis apocalípticos que proliferan en el campo de las ciencias sociales. El enfoque teórico que propone retomar se centra en una economía para la vida y no para la muerte, de tal suerte que María A. Gonzáles Butrón ofrece al lector un abanico de posibilidades para la construcción de alternativas, de lucha por y para vivir en un medio en el que se respete y recupere la vida como valor primordial.
Una cuestión que interpela positivamente desde un comienzo es la voz del “nosotros”, presente a lo largo del relato. Y es que el nosotros es cohe- rente con la crítica que hace la autora al individualismo que detenta para un solo individuo una cosmovisión, la cual sólo puede elaborarse, crearse, en un proceso histórico colectivo. En este “nosotros” imagino/interpreto a las personas que creemos que otro mundo es posible, y no sólo posible sino ne- cesario.
El modo en que la autora presenta la articulación entre lo económico, lo político, lo filosófico y lo epistemológico deja ver su valiosa capacidad para comprender y comunicar, en diferentes niveles de reflexión, el modo en que opera el sistema capitalista y en el que “ordena” nuestro día a día. Esto llama la atención porque en la actualidad existe una importante tendencia a reali- zar análisis especializados incapaces (por falta de voluntad) de profundizar en los ámbitos histórico, teórico y epistemológico. Esta obra es un ejemplo de que sí se puede realizar un análisis profundo de algo general como la “ética en la economía”, sin descuidar el rigor metodológico y sin perder el
referente empírico en el camino.
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Esto se refleja en la manera en la que Gonzáles Butrón logra exponer el pro- ceso de construcción del conocimiento, no como “análisis e interpretación de la realidad” (como algo que es objetivo en sí mismo, que está ahí quieto e inva- riable para que nosotros lo observemos), sino como conocimiento que moldea la realidad a la medida de los intereses que lo impulsan.1 La pretensión (o ilu- sión) de una economía neutral, sin ética, es en sí misma una postura ética frente al mundo y lo que sucede en él. La autora proporciona indicios para pensar (re- cordar) que esto mantiene una relación directa con el intento de desvincular a la ciencia en general de la ética.
Según Gonzáles Butrón, “[…] la hipótesis es que actualmente la globaliza- ción económica es de carácter neoliberal, de economía de mercado total, que tiene su propio sustento ético y viene produciendo nuevas consecuencias en diferentes aspectos” ( pp. 21-22). Entre ellos encontramos que la transforma- ción del Estado ha implicado la privatización de empresas públicas, la refor- mulación del sistema de justicia, el reordenamiento de la función de las Fuerzas Armadas que ahora tienen el rol de vigilar las propuestas macroeconómicas y re- primir las expresiones sociales. Los presupuestos epistemológicos que legiti- man estos cambios se basan en la promoción del pragmatismo, el realismo y una visión homogénea del mundo.
Por estas razones es vital volver a una mirada ética de la economía, desde lo teórico y lo metodológico (p. 22). Es imperativo hacer conscientes los presu- puestos éticos que pueden ser negados por el discurso, pero que están siempre presentes, como parte constitutiva de cualquier intento de comprensión de la realidad. Por ello la autora analiza de modo detallado las consecuencias meto- dológicas de la concepción neoliberal de mundo. Al interpretar la sociedad como un compuesto de agentes individuales, la única forma de conocerlo es a través
de las acciones individuales y, por lo tanto, se legitima la visión “micro” ante la
1 Es clave aquí la relación entre conocimiento e interés, vinculación que la “ilusión objetivista”, impulsada por las ciencias empírico analíticas y luego adoptada por las ciencias sociales, in- tenta ocultar o desconocer, tendencia que busca ser develada por la aproximación crítica donde “interés y conocimiento” son uno Jürgen Habermas, Ciencia y técnica como ideología, Madrid, Taurus, 2005.
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aproximación “macro”. Esto coincide con la apreciación de que el concepto de sociedad deviene en un mero “nombre”, porque lo real son los individuos, la so- ciedad es un “agregado de individuos”. Las consecuencias de este modo de co- nocer la sociedad no han sido pocas.
En el plano académico, se percibe en el fenómeno de la creciente especiali- zación en las ciencias, y principalmente en las ciencias sociales, en la búsqueda del cientificismo de las ciencias naturales (la ilusión objetivista), que no sólo está presente en la economía neoliberal (que de hecho lo hace deliberadamente) sino que ha penetrado incluso en aquellas disciplinas que se jactan de renegar de este cientificismo. Este “disciplinamiento” guarda relación con la división entre cien- cias naturales y ciencias sociales y humanidades, clasificación por cierto muy re- ciente en la historia de la humanidad (finales del siglo xix) y la división entre historia por un lado y sociología, ciencia política y economía por otro. Esta divi- sión obedece —claramente— a la ideología liberal dominante a lo largo del siglo xix, que entiende que mercado, Estado y sociedad son esferas diferenciadas.2
Los principios que justifican estas visiones del neoliberalismo, según Gonza- les Butrón, se pueden resumir del siguiente modo: el hombre es básicamente egoísta; la propiedad privada es una característica humana esencial; la mano in- visible y el equilibrio de mercado son los mecanismos reguladores por exce- lencia; los seres humanos son todos diferentes; no existe la justicia social porque en el libre mercado hay ganadores y perdedores según su habilidad y capaci- dad; la libertad es “actuar libremente en el mercado” y el mercado total es la
única alternativa posible (p. 24).
Estas premisas anulan toda posibilidad de elegir a favor de la vida humana y a favor de la naturaleza. Por eso la autora expresa que el deseo del libro es con- tinuar dando “razón de esperanza”.
Gonzáles Butrón expone datos estadísticos que resumen de algún modo el im- pacto que ha tenido la implementación de esta cosmovisión neoliberal del mundo en América Latina y en México, que ha conducido entre otras cuestiones a au-
2 immanuel Wallerstein, “Abrir las ciencias sociales”, en discurso brindado ante el Social Science
Research Council, Nueva York, octubre, 1995.
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mentar la brecha entre ricos y pobres y que, a su vez, se materializó en un abismo entre “la democratización política y la democratización social”. Es interesante este punto, porque la reflexión de la autora logra articular lo económico, con lo polí- tico y lo social, en lugar de plantearlos como dimensiones separadas.
Al proponer una mirada ética de la economía (en el segundo capítulo), re- toma los planteamientos de Amartya Sen para dar cuenta del modo en que se construyó y legitimó la distancia entre ética y economía, proceso que redujo a la economía a una “ciencia de asignación eficiente de los recursos”, exenta de criterios éticos. Esto condujo a un replanteo de la ética desde una concepción de racionalidad que define una acción racional como una acción orientada por la consistencia interna en una determinada elección y como una acción orien- tada a “maximizar el propio interés”. Y aquí la autora hace una pregunta escla- recedora, si tenemos en cuenta el grado de naturalización que alcanzó esta concepción de racionalidad: ¿por qué debe ser únicamente racional perseguir el propio interés excluyendo todo lo demás? (p. 79). Esta pregunta es el punto de partida que deja en evidencia el modo en que se ha legalizado y legitimado un ser humano “individualista” y egoísta como sinónimo de ser humano “ra- cional”. Todos estos valores positivos, sinónimos de “éxito”.
Para debatir la cosmovisión neoliberal, la autora rescata la obra de Hinke- lammert, comenzando con la crítica que realiza este autor al pensamiento occi- dental como ordenador/creador de una determinada realidad.3 Hinkelammert destaca que la sociedad occidental sustenta una racionalidad “meramente ins- trumental” (léase acción con arreglo a fines) que hace abstracción de los suje- tos concretos con sus necesidades vitales y en las que no se garantiza la reproducción de la vida en todos sus sentidos (p. 81).
Aquí, desde mi punto de vista, quizá puede discutirse el hecho de que el sis-
tema capitalista sí precisa de la reproducción de la vida para garantizar su su-
3 Esta reflexión puede ser asociada a la idea de que Occidente se recrea a sí mismo al “recrear”, desde la superioridad, aquellos espacios y culturas catalogadas como no Occidentales. Estas cul- turas siempre son inferiores, deficientes o incompletas frente a la “cosmovisión” occidental, tal como lo expone de modo detallado Edward Said, Orientalismo, Barcelona, Debolsillo, 2004.
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pervivencia, pero está claro (considerando, por ejemplo, los datos cualitativos y cuantitativos brindados por la autora sobre la situación socioeconómica de México en las últimas décadas) que este sistema no busca ni garantiza una “vida buena” para las mayorías, sino que se trata de que éstas “sobrevivan” en condi- ciones mínimas de subsistencia. Lo que está en el centro de la lógica capitalista es el capital, no el sujeto ni la naturaleza. El motor de este sistema es la lógica que permite que unos pocos puedan/logren dominar al ser humano y a la na- turaleza, para “maximizar” sus intereses. indudablemente, desde esta postura, se puede llevar al planeta a límites de subsistencia irracionales e “inhumanos” (como ya está sucediendo) y mientras exista esta posibilidad es poco probable que los poderosos cambien de actitud, a menos que sean presionados por las “víctimas” (en términos de Dussel) que, no por casualidad, son las mayorías. El arreglo, sin embargo, puede salirse de control al transgredir los límites del marco de referencia de la vida misma, en la campaña de acumular mayor capital: me re- fiero a los del propio planeta Tierra.
Esta cuestión es abordada de modo específico por Hinkelammert4 en un texto sobre “el derecho a una vida decorosa”. Aquí, el autor sostiene que
la exigencia de una vida decorosa, también para aquel que con menos ingresos cuenta, tiene un sentido más preciso que se puede explicar con el concepto de cálculo del límite aguantable. Visto desde el poder, hay siempre tentación de lle- var al mínimo el abastecimiento de aquellos que no tienen poder. Desde el punto de vista de la maximización de los ingresos de los poderosos, el abastecimiento de los otros tiene que ser lo mínimo necesario para que el sistema no quiebre: ése es el cálculo del límite de lo aguantable. Pero se trata de un cálculo aparente, por- que el límite de lo aguantable se conoce solamente cuando se le ha franqueado. La consecuencia es la convulsión, la crisis, la amenaza a la sostenibilidad de la vida humana, y por tanto, al sistema mismo.
El eje de de la economía neoclásica en la visión de académicos, como Hayek, es la acción racional-instrumental, compuesta por la racionalidad y la eficiencia
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como bases necesarias para la competitividad (es decir, lo opuesto a la solidari- dad). De este modo, la competitividad y la eficiencia devienen en valores supre- mos que “deciden la validez de otros valores”. En síntesis definen qué es la “vida buena”. En contraposición a esta postura, la autora rescata a Hinkelammert, que plantea el concepto de “racionalidad reproductiva” (en lugar de racionalidad ins- trumental) vinculándolo con las condiciones de posibilidad de la vida humana, destacando que la vida del sujeto es la condición de posibilidad para la acción medio-fin (p. 85). En este punto, conecta esta centralidad de la vida del sujeto con el concepto de “valor de uso”, que —tal y como lo señala contundentemente la autora— no por fruto de la casualidad fue paulatinamente reemplazado en la teo- ría económica neoclásica por el concepto de “valor de cambio”, generando que las necesidades vitales del sujeto se transformen en ideas abstractas y devengan en “gustos y preferencias”, que son objeto exclusivo de la elección del consumi- dor (p. 85). Según Hinkelammert, visto como valor de uso, el producto decide sobre la vida y la muerte. Por consiguiente, el análisis del valor de uso concibe el proceso económico desde el ángulo de la vida y la muerte.
Las posturas de la economía neoclásica se basan en una idea de sociedad donde la posibilidad de existencia de un agregado de individuos obedece a las siguientes premisas: respeto a la propiedad plural (entendida como propiedad privada); respeto a las obligaciones contraídas y respeto al comercio, a la com- petencia y al beneficio. Esto se resume en la siguiente afirmación: “La garantía del orden vigente es la garantía y seguridad de las posesiones”. La justicia, en- tonces está intrínsecamente ligada a la propiedad, que es el eje del orden social (p. 97).
A partir de la crítica a la concepción neoliberal de sociedad y de sujeto, la obra introduce un examen sumamente interesante y pertinente al posmoder- nismo. Esta corriente, según Gonzáles Butrón, niega al sujeto y se autodefine como neutral: “ser posmoderno implica convivir de modo no traumático con la falta de sentido” (p. 108). En la sociedad posmoderna, el sujeto es sujeto por- que consume, porque la necesidad se transformó en demanda, tal como lo ex- pone Hayek: “un nuevo bien o una nueva mercancía, antes de llegar a ser una
necesidad pública y formar parte de las necesidades de la vida, constituye en
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general un capricho de unos pocos elegidos. Los lujos de hoy son las necesida- des del mañana” ( p. 110). Así, la transformación de las “necesidades” en de- manda y la creación de la ilusión de que al consumir el individuo adquiere un mayor poder, ha sido quizá el arma más eficiente para la reproducción del sis- tema capitalista en la periferia.
Lo importante de la legitimación de estas prácticas es que contribuyeron pau- latinamente a naturalizar el rol del mercado como “ordenador” de la sociedad. El mercado como factor neutral capaz de brindar un orden que permita “maxi- mizar los intereses de todos”. Así es: todos pueden maximizar sus beneficios, siempre y cuando se “sometan libremente” al mercado. Aquellos que se nie- guen, quedarán “por elección propia” excluidos de este orden y obtendrán como
única alternativa la miseria y la pobreza (p. 127). Este punto planteado por la au- tora es central para aproximarnos a la comprensión de algunas concepciones que se escuchan con frecuencia, como la que sostiene que “los pobres son po- bres porque quieren”, o porque “no trabajan lo suficiente” para mantenerse, porque no les gusta trabajar. También permite reflexionar críticamente sobre la visión de pobreza impulsada por los organismos internacionales de asistencia como la USAiD, que sostiene que el acceso al mercado es el único modo de “salir de la pobreza”, de modo tal que generar consumo es disminuir la pobreza.5 No sorprende, entonces, que según el Banco Mundial, el récord de venta de celu- lares en uno de los países más pobres de África sea concebido como un indica- dor de “crecimiento y desarrollo”.6
Para no quedarse en la mera crítica de la concepción neoliberal de la econo- mía, la autora dedica el capítulo cuarto a explicar que “una economía para la
vida es posible”. Menciona en una primera instancia, los avances en este sentido
5 La buena gobernanza “alivia la pobreza y promueve el crecimiento económico alentando el flujo de inversiones”, inversiones que a su vez generan mejoramiento en la calidad de vida, la expansión del comercio y estabilidad política […] al impedir la estabilidad política y la pre- disposición para el comercio —[se] deja mucha gente de lado, en la pobreza”. “USAiD supports Good Governance in Latin America and the Caribbean”, 2004, pp. 2 y 4.
6 Véase Banco Mundial, “Push for High Tech Microfinance Part of a Development Trend”, 2007. En: http://web.worldbank.org/WBSiTE/ExTERNAL/NEWS/0,,contentMDK:21198794~page PK:64 257043~piPK:437376~theSitePK:4607,00.htm.
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presentados en el Foro Social Mundial de 2001. A continuación menciona dife- rentes alternativas como el social-liberalismo o neokeynesianismo; el ecosocia- lismo; el poscapitalismo y la Carta de la Tierra (p. 175). Según Gonzáles Butrón, esta última alternativa, que encuentra sus bases en las reflexiones de Boff, sería la más adecuada para promover una “economía para la vida”. También menciona el “Nuevo Proyecto Histórico” liderado por Dietrich y junto con él, la propuesta económica del “principio de la equivalencia” que recupera a la economía en- tendida como ciencia de la satisfacción de las necesidades humanas (p. 177). La “economía popular de la solidaridad” es otra alternativa, que agrega el factor de producción “C”: cooperación, comunidad, compañerismo y coordinación (p. 184). A esto se suma la propuesta de “la economía social centrada en el tra- bajo”, que propone una economía para la satisfacción de las necesidades de todos. No acepta el principio de la escasez como condición natural, sino que lo concibe como una construcción política, y propone una redistribución fuerte de recursos, no sólo de ingresos. Finalmente, la autora presenta las reflexiones sobre las posibilidades de cambio desde la economía ecológica, y los aportes teóricos y políticos desde el feminismo y el movimiento de las mujeres. La ri- queza del análisis resiente sin embargo la ausencia de una reflexión sobre las experiencias efectuadas por los gobiernos de Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela, que más allá de sus múltiples limitaciones y contradic- ciones, constituyen también un ejemplo de que sí existen otras “alternativas” de cara al modelo neoliberal imperante.
Aún así, lo principal de la rica presentación que nos ofrece la autora sobre el abanico de alternativas es que se trata de un ejercicio que permite apreciar que sí se están pensando, delineando e incluso llevando a cabo propuestas que apues- tan por una economía por la vida, por un sistema que esté orientado a la vida y no a la muerte, que considere al ser humano en todas sus dimensiones, no sólo como “fuerza de trabajo”, y que por lo tanto se centre en la relación armoniosa entre ser humano y naturaleza. Y es que gran parte del “éxito” del sistema capi- talista neoliberal reside en la anulación de la esperanza de que “otro mundo es posible”. De hecho, los gobiernos neoconservadores de Margaret Tatcher en
Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados Unidos, a principios de los años
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ochenta, fueron conocidos con el lema de TiNA (por sus siglas en inglés: “There is No Alternative”).
Para concluir el libro, Gonzáles Butrón retoma a Dussel y sus reflexiones sobre el “rescate del sujeto, como sujeto diferente”, en oposición a la presión ho- mogeneizadora impulsada por la cosmovisión neoliberal (que no por casuali- dad coincide con el paradigma de conocimiento impulsado desde Occidente). Rescatar al sujeto implica concebirlo como una “identidad con otros y otras”, de modo que la subjetividad irrumpe en la individualidad. El individuo neoliberal calcula y defiende sus intereses particulares. La persona, en tanto sujeto, tam- bién defiende sus intereses, pero lo hace en la intersubjetividad establecida por el criterio según el cual la amenaza a la vida de la otra y el otro es también ame- naza para la propia vida, aunque “calculablemente, no hay el más mínimo crite- rio para sostener esto” (p. 215). Y es que esta postura reivindicada por la autora deja en claro que somos mucho más que un cálculo costo-beneficio. La “renta- bilidad” pierde su rol principal en un sujeto que vive con, por y para los demás.
Ésa es la esencia de la vida en comunidad, que fue exitosamente despreciada y descalificada por un sistema orientado a la reproducción del capital, y no a la re- producción del ser humano y de la naturaleza.
El texto de Gonzáles Butrón nos invita a reflexionar de modo profundo y po- líticamente comprometido acerca de la sociedad que tenemos y la sociedad que queremos, dando en todo momento indicios que ayudan al lector a mantener viva la utopía, porque muchas y muchos están buscando y creando alternativas para devolver al sujeto y a la comunidad el rol protagónico que el sistema capi- talista neoliberal reservó para el capital.
Silvina M. Romano
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
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