revista latinoamerica

Economía y sociEdad

Economía y sociEdad

América Latina:

¿zona mixta o continente

perdido en las últimas

cuatro décadas?

Guillermo Guajardo Soto*

REsumEn: En el presente ensayo se analizan los grados de maniobra que en las últimas cuatro décadas han tenido los países latinoamericanos para aplicar reformas de mercado, lograr una nueva inserción internacional, definir el papel del Estado y conformar nue- vos actores sociales. se hace énfasis en las contradicciones del modelo proteccionista vi- gente hasta la década de 1980 y en las reformas hacia el mercado que no han logrado desplazar completamente al Estado.
PalabRas clavE: neoliberalismo, Estado, mercado, clase media.
abstRact: this essay examines various dynamics, which appeared during the last four decades in latin american countries, regarding the implementation of market reforms, the achievement of a new internationalization, the definition of the role of the state, and the shaping of new social actors. Emphasis is given to the contradictions of the protec- tionist model that continued through the 1980's, and to market reforms that have fai- led to completely displace the state.
KEy woRds: neoliberalism, state, market, middle class.

* Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, unam (guillermo.gua- jardo@unam.mx).

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Guillermo Guajardo Soto

IntroduccIón
mérica Latina, en la actualidad, presenta un panorama de claroscuros que no es nuevo, ya que de acuerdo al historiador David Landes la región se ha caracterizado por ser una zona mixta entre las naciones “perdedoras” de la riqueza, al presentar un desarrollo tecnológico
irregular y carecer de un espíritu empresario completo.1 Para visiones más pe- simistas, como la de moisés naím, américa Latina es un tipo de atlántida con- temporánea, un continente perdido en su confusión.2 Estas visiones contrastan con las nociones que señalan que las causas de los problemas latinoamericanos se encuentran en los factores externos o macroestructurales como la globaliza- ción, el imperialismo o en las características intrínsecas del capitalismo, al des- cartar las responsabilidades locales y los márgenes de maniobra que tuvo la región durante el siglo xx para ubicarse en el sistema internacional.
a este respecto, en el presente ensayo queremos explorar cuatro fenóme- nos: los grados de maniobra para aplicar las reformas económicas dirigidas hacia el mercado, la inserción internacional, el papel del Estado y el surgimiento de nuevos actores sociales. Los resultados de las decisiones tomadas todavía son confusos por el complicado tránsito desde economías protegidas y de produc- ción industrial hacia economías que siguen las señales de mercado internacio- nal.3 Pondremos énfasis en las contradicciones del modelo proteccionista vigente hasta la década de 1980 que contenía la semilla de su crisis, como también en las reformas hacia el mercado que no han logrado desplazar por completo al Estado. nuestro análisis se aborda a través de nueve apartados que cubren un periodo histórico de cuatro décadas y un espacio que considera a Sudamérica,

1 David Landes, La riqueza y la pobreza de las naciones, Barcelona, Javier Vergara Editor, 1999, p. 625.

2 moisés naím, “The Lost Continent”, en Foreign Policy, núm. 157, noviembre-diciembre de

2006, pp. 40-47.

3 Sobre un resultado mixto después de analizar dos décadas de desempeño económico véase Jo- seph nathan Cohen y miguel Ángel Centeno, “neoliberalism and Patterns of Economic Per- formance, 1980-2000”, en Annals of the American Academy of Political and Social Science, vol. 606, julio de 2006, pp. 32-67.

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méxico y américa Central, descartando a Cuba por su peculiar realidad y su es- casa correspondencia con el resto de la región.
un mosAIco convergente
a pesar de las diferencias y distancias, desde méxico hasta la argentina la región se nos presenta como un mosaico de paradojas que después de la Guerra Fría han convergido hacia un proceso de globalización caracterizado por la liberali- zación, privatización, desregulación y apoyo a los derechos de propiedad, pero también en un ambiente de creciente corrupción y nuevas formas de crimen organizado.4
Esta convergencia ha sido poco comprendida debido a la proliferación de escritos académicos y políticos que señalan que los problemas de la región se deben, mayoritariamente, a la globalización y al peso hegemónico de Estados unidos. Esto se ha dado a pesar de que la región mantiene un bajo nivel de in- serción internacional,5 y que américa Latina no tiene una gran relevancia estra- tégica para esa potencia. Ejemplo de esta visión fueron, en su momento, los diagnósticos sobre el acuerdo de Libre Comercio de las américas (aLCa), inicia- tiva hemisférica que se adoptó en la Primera Cumbre de las américas de miami en 1994, pero que debió esperar hasta la IV Reunión ministerial de Comercio en San José, Costa Rica, en 1998, para establecer las negociaciones y fijar el año
2005 para su firma. Pero el aLCa nunca se firmó por las asimetrías entre los 34 países involucrados, la inicial lentitud y falta de interés de los gobiernos y el desacuerdo sobre los subsidios de Estados unidos y Brasil que compiten en los

4 Thomas Biersteker, “Globalization and the modes of Operation of major Institutional actors”, en Oxford Development Studies, vol. 26, núm. 1, febrero de 1998, pp. 15-32; Rasma Karklins, “Typology of Post-Communist Corruption”, en Problems of Post-Communism, vol. 49, núm. 4, julio-agosto de 2002, pp. 22-32.

5 al respecto véanse Banco mundial, Informe sobre el desarrollo mundial 2009: una nueva geografía económica. Panorama general, Washington, D. C., Banco Internacional de Re- construcción y Fomento/Banco mundial, 2008.

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mercados agrícolas. un año antes, el national Intelligence Council de Estados unidos, en su prospectiva hacia el año 2020, había indicado que el aLCa no sería tema en la futura agenda regional.6 a pesar de su fracaso, críticos y analíticos le dieron vida en abril de 2005 cuando se celebró el IV Encuentro Hemisférico de lucha contra el aLCa en La Habana, Cuba, donde el presidente venezolano Hugo Chávez declaró que “El aLCa es la integración para destruirnos”.7 Este tipo de ac- ciones políticas, a pesar de sus imprecisiones empíricas, se apoyan en una pro- ducción académica que señala que el aLCa tiene objetivos de dominación al estar bajo la “batuta hegemónica mundial” de Estados unidos. Esto es un reflejo de visiones conspirativas sobre las relaciones internacionales, los negocios y los cambios tecnológicos. al enfocarse sobre los intereses de seguridad tratan de ex- plicar un continuo histórico de dominación, devastación planetaria y desnacio- nalización.8
Pero estas visiones no consideran la variedad de aproximaciones para en- tender la globalización a través de las tesis de novedad, de retorno, de conti- nuidad y de transformación. Vale la pena destacar que las tesis de retorno y continuidad son escépticas y no ven nada particularmente nuevo a la lógica del capitalismo,9 aunque son las más populares en las ciencias sociales de la región.

6 Roberto Bouzas, “El ‘nuevo regionalismo’ y el Área de Libre Comercio de las américas: un en- foque menos indulgente”, en Revista de la CePAL, núm. 85, abril de 2005, pp. 7-12; national In- telligence Council, “Latin america 2020: Discussing Long-Term Scenarios”, en Summary of Conclusions of the Workshop on Latin American Trends, for the National Intelligence Coun- cil Global Trends 2020 Project, Final Report, Santiago de Chile, 7 y 8 de junio, 2004.

7 “no volveré a Eu: Chávez”, en el Universal, méxico, 30 de abril, 2005.

8 Para una crítica a esta visión véanse los trabajos de Guillermo Guajardo, “Remozando el nacio- nalismo y el antiimperialismo latinoamericano”, en Revista enfoques. Ciencia Política y Admi- nistración, núm. 7, Santiago de Chile, julio-diciembre de 2007, pp. 229-252; “La ‘marcha retórica’ hacia el poder: notas sobre militarismo y análisis social en américa Latina”, en Nostromo. Revista Crítica Latinoamericana, año 1, núm. 1, méxico, 2007, pp. 75-82; “La agenda de análisis sobre américa Latina en el escenario internacional: la necesidad de salir del retorno y la continuidad”, en norma de los Ríos méndez e Irene Sánchez Ramos [coords.], América Latina: historia, rea- lidades y desafíos, méxico, Posgrado en Estudios Latinoamericanos-unam, 2006.

9 Duncan Bell, “History and Globalization: reflections on temporality”, en International Affairs, vol. 79, núm. 4, julio de 2003, pp. 802-804.

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Por ello proponemos cortes de tiempo, procesos, casos y actores que destacan la relación entre la responsabilidad local y las transformaciones internacionales.
eL desArroLLo en LA guerrA FríA
un hecho fundamental durante el siglo xx fue que américa Latina no experi- mentó la destrucción de sus sociedades y economías por guerras internaciona- les, a diferencia de lo que ocurrió en Europa y asia; tampoco fue el escenario principal de enfrentamientos entre potencias durante la Guerra Fría, ya que los intereses principales de las potencias estaban puestos —como en la actualidad— en Europa, el norte de África, asia y el medio y Extremo Oriente. Entre 1948 y
1990 la región se ubicó más bien en una posición “colaborativa” en la lucha entre potencias.
así ocurrió con la colaboración de fuerzas y grupos locales con los intere- ses de Estados unidos. De acuerdo con un balance hecho por John H. Coas- tworth para The Cambridge History of the Cold War, entre 1948 y 1990 las administraciones estadounidenses se involucraron en el derrocamiento de 24 go- biernos latinoamericanos, cuatro por el uso directo de fuerzas militares ameri- canas y tres por medio de operaciones de la Central Intelligence agency (CIa). Diecisiete fueron responsabilidad de fuerzas políticas y militares locales. El re- sultado fue la implantación de gobiernos más conservadores de los que hubie- ran tolerado los ciudadanos estadounidenses, con un alto costo en vidas y violaciones a los derechos humanos. De acuerdo con reportes de la CIa, entre
1960 y 1990, el bloque socialista en términos de víctimas —con la excepción obvia de la ocupación soviética de afganistán— era menos represivo que muchos países latinoamericanos.10

10 John H. Coatsworth, “The Cold War in Central america, 1975-1991”, en melvyn P. Leffler y Odd arne Westad, The Cambridge History of the Cold War, Cambridge uK, Cambridge university Press, 2011, vol. III, pp. 220 y 221.

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La unión Soviética (uRSS) participó de una forma indirecta, a veces sote- rrada y otras veces distante. Lo más relevante se dio en Cuba con la crisis de los misiles de 1962, que abrió una línea directa de negociaciones entre Washington y moscú, donde la región latinoamericana no era tan indispensable a la hora de establecer acuerdos adquiriendo sólo una importancia episódica, como ocurrió con américa Central, tal como lo narra en sus memorias anatoly Dobrynin, em- bajador soviético en Washington entre 1962 y 1986.11 un ejemplo de ello tam- bién lo dio el general nikolai Leonov, vicedirector del Comité de Seguridad del Estado (KGB) de la uRSS hasta 1991 y, en su momento, encargado del Departa- mento de américa Latina de esa institución. En 1999 afirmó que, durante la Gue- rra Fría, el intercambio en la región era muy bajo y por tanto “no teníamos motivos económicos para movilizar aquí los recursos de inteligencia con el fin de defender algún interés soviético”; por ello reveló que poco antes de ser de- rrocado el gobierno socialista del presidente chileno Salvador allende (1970-
1973), Yuri andropov, jefe del KGB y miembro del Buró Político, reunió al equipo de américa Latina y preguntó “¿cómo veíamos nosotros el caso chileno; tenía o no chances; debíamos usar nuestros últimos recursos o ya era tarde para arries- gar?”, respondieron que allende no recurriría a medidas que los soviéticos con- sideraban “justas” como “aplicar cierta violencia, cierta mano de hierro”, por lo que un eventual préstamo de 30 millones de dólares para el gobierno chileno se perdería.12
una vez terminada la Guerra Fría esa distancia y colaboración ha dado paso a una compleja reubicación internacional de contornos diversos y a veces para- dójicos, como el incremento de la relación de mercado con China sin la expor- tación del comunismo o el aumento de la presencia financiera de la unión Europea y de asia como socio comercial. al mismo tiempo, la relación con Es- tados unidos después de la invasión de Panamá en 1989 ha sido errática y rei- terativa en temas como libre comercio, narcotráfico y terrorismo.

11 anatoly Dobrynin, en confianza: el embajador de Moscú ante los seis presidentes nortea- mericanos de la Guerra Fría (1962-1986), méxico, FCE, 1998.

12 nikolai Leonov, “La inteligencia soviética en américa Latina durante la Guerra Fría”, en estudios

Públicos, núm. 73, 1999, pp. 36 y 56.

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Consumada la caída del muro de Berlín en la región latinoamericana se abrieron grandes expectativas de que el libre comercio y las transiciones hacia la democracia garantizarían un crecimiento económico sostenido y prosperi- dad, después de haber experimentado la llamada “década perdida” de los ochenta, durante la cual se dio un quiebre generalizado de las bases del creci- miento económico regional que se habían institucionalizado después de la De- presión de 1929. En méxico y muchos países sudamericanos se optó desde la década de 1940 por un modelo centrado en la industrialización sustitutiva de im- portaciones (ISI) que entre las décadas de 1950 a 1970 contribuyó en forma no- table al crecimiento económico de la región, al alcanzar una tasa de 5.5% anual que fue superior a 1.2% de los años ochenta y a 3.1% de 1990-1996. Pero para autores como Fernando Fajnzylber, esa industrialización estaba trunca porque las políticas de ISI estimularon la producción de bienes de consumo no duraderos, duraderos e intermedios, sacrificando la fabricación local de maquinaria y equipo por su gran costo en la fase de arranque.13 En ese sentido las altas tasas de cre- cimiento no fueron producto de un modelo coherente, porque junto con el proteccionismo y la ISI coexistieron las exportaciones de materias primas y de energéticos como fuentes de divisas.
a partir de la década de 1970 se empezó a manifestar el agotamiento de la ISI, con un incremento de la inflación y el surgimiento de proyectos ideológicos enfrentados, dándose paso a medidas de estabilización. En su primera versión, las medidas se implementaron a mediados de la década de 1970 en Chile, méxico y argentina y se institucionalizaron desde la década de 1990, comenzando la era neoliberal que transformó las economías y la sociedad. Sin embargo, ello no di- fundió una filosofía de mayor alcance y una concepción liberal de la política, sino que cuajó en el recetario tecnocrático del llamado “Consenso de Washington”, que para John Williamson identificaba un conjunto de medidas de política económica de estilo neoclásico sobre el contenido y la secuencia de las reformas macroeco-

13 Ricardo French-Davis, Óscar muñoz et al., “Las economías latinoamericanas, 1950-1990”, en Leslie Bethell [ed.], Historia de América Latina. II, economía y sociedad desde 1930, Barce- lona, Crítica/Cambridge university Press, 1997, p. 159; Fernando Fajnzylber, La industrializa- ción trunca de América Latina, méxico, nueva Imagen, 1988, p. 186.

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nómicas y de estabilización, las cuales se propagaron a través de la supervisión del
Banco mundial y del Fondo monetario Internacional (FmI).14
Lo anterior tuvo como contrapartida la expansión de movimientos y de go- biernos reactivos al liberalismo, la globalización y la democracia que empeza- ron a apelar al nacionalismo, al emerger en algunos países visiones autárquicas, corporativas y nacionalistas.
eL consenso tecnocrátIco:

reFormAs estructurALes y vIsIón de corto pLAzo

El neoliberalismo fue escalando desde las medidas de control de la inflación hacia una ortodoxia: el predominio del mercado sobre las soluciones de inter- vención estatal y una nueva inserción en la economía mundial. Empezó a tomar fuerza cuando américa Latina debió enfrentar altas tasas de inflación y, desde
1982, al elevarse el costo de la deuda externa. Las medidas para lograr un equi- librio financiero interno y un balance en las cuentas externas alteraron el ta- maño, función y naturaleza del Estado con efectos profundos, ya que las reformas disminuyeron la influencia de los intereses sectoriales sobre las deci- siones públicas, desvinculándose la gestión del Estado de las presiones del sis- tema político. Se abrió paso a un nuevo patrón de desarrollo, centrado en el liderazgo de la inversión privada y en las señales del mercado.15
De acuerdo a la tabla 1, las reformas se extendieron desde la estabilización, liberación comercial, privatización y, en menor medida, hacia la reforma laboral. Se liberaron recursos de poder que se distribuyeron de manera desigual, acre- centándose las diferencias de riqueza e influencia, aumentando la capacidad de

14 Véase John Waterbury, “The Long Gestation and Brief Triumph of Import-Substituting Indus- trialization”, en World Development, vol. 27, núm. 2, febrero de 1999, pp. 323-341; Dani Rodrik, “understanding Economic Policy Reform”, en Journal of economic Literature, vol. xxxIV, marzo de 1996, pp. 9-41.

15 Juan Carlos Torre, el proceso político de las reformas económicas en América Latina, Bue- nos aires, Paidós, 1998, p. 122.

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negociación de las élites económicas para convertir las nuevas reglas del juego en relaciones de fuerza favorables. Políticamente las reformas tendieron a ser conservadoras al recurrir a un estilo de decisión centrado en el Ejecutivo y en sus poderes de intervención.

tabla 1

reformas económicas en América Latina, 1986-1996

Periodos

Estabilización

Liberación comercial

Privatización

Reforma laboral

1986-1990

Brasil República Dominicana Guatemala

Jamaica méxico Venezuela Perú

Bolivia Costa Rica Jamaica Guatemala Guyana argentina Paraguay El Salvador Trinidad

y Tobago

Venezuela

Jamaica Chile argentina

1991-1996

argentina Colombia Guatemala nicaragua uruguay Ecuador Guyana Honduras Jamaica Brasil Surinam

Colombia nicaragua uruguay Barbados Belice Haití Surinam Panamá Bahamas

Belice Jamaica Guyana Venezuela Barbados méxico nicaragua Chile

Perú Trinidad y Tobago Bolivia

argentina Perú Panamá

Fuente: Adaptación de guillermo guajardo, “La brecha con el mundo desarrollado: alternativas, ortodoxias y subversiones en América Latina”, en John saxe-Fernández [coord.], Tercera vía y neoliberalismo. Un análisis crítico, méxico, siglo xxI/ceIIch-unAm,

2004, pp. 233-259.

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La desregulación y las facilidades para la inversión privada hicieron que el perfil productivo de la región latinoamericana cambiara, al gestarse una nueva generación de bienes manufacturados a la vez que se incrementó el volumen y precio de la exportación de materias primas. En 1965 las materias primas ocu- paban 60% de las exportaciones regionales, que en 1998 bajaron a 23.4%, su- biendo los bienes industrializados de 38.8% a 75.7%. En particular, los bienes duraderos y difusores de progreso técnico pasaron de 1% a 35% en las expor- taciones de bienes industrializados. a pesar del esfuerzo, para el año 2000 la re- gión participaba con 18% de las exportaciones mundiales y sólo con 4.5% del comercio mundial de productos manufacturados.16
Debe destacarse que estos cambios estructurales crearon las condiciones para que, desde fines de la década de 1990, surgiera una nueva generación de empresas tanto privadas como públicas. Por una parte están las llamadas “trans- latinas”; compañías latinoamericanas mayoritariamente brasileñas, mexicanas y chilenas con grandes inversiones y presencia en los servicios. Por parte del Es- tado, si bien muchos gobiernos vendieron gran parte de su portafolio de em- presas de servicios y manufactura, todavía se mantienen grandes empresas públicas y semipúblicas productoras y/o distribuidoras de hidrocarburos, ener- gía y commodities mineros, destacando en méxico firmas como Petróleos me- xicanos y Comisión Federal de Electricidad; en Venezuela, PDVSa; en Brasil PETROBRaS; en Chile siguen siendo estatales la Corporación nacional del Cobre y la Empresa nacional del Petróleo; uruguay tiene la administración nacional de Combustibles, alcohol y Portland, y Colombia la Empresa Colombiana de Pe- tróleos. uno de los efectos del neoliberalismo fue un patrón de concentración tanto privada como pública que ha repercutido en el desplazamiento de las gran- des transnacionales de sectores claves, tal como ocurrió con la petrolera Royal

16 adaptación de cuadro 1. “américa Latina y el Caribe: composición del comercio de bienes según categorías, 1965-1998”, en Comisión Económica para américa Latina y el Caribe (CEPaL), Indicadores económicos, Santiago de Chile, naciones unidas, CEPaL, noviembre de 1999; Co- misión Económica para américa Latina y el Caribe (CEPaL), Panorama de la inserción inter- nacional de América Latina y el Caribe. 2000-2001, Santiago de Chile, naciones unidas, CEPaL, marzo de 2002, pp. 60-62.

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Dutch/Shell que, desde 2004, decidió suspender sus operaciones en la región abriendo paso a empresas locales y transnacionales latinoamericanas.17
En ese sentido la mayor presencia del mercado no ha descartado la impor- tancia del Estado, ya que un mayor dinamismo económico e inserción interna- cional requieren de una mejor capacidad de coordinación de factores y políticas públicas. Tal como afirma Richard R. nelson, el problema de las sociedades capi- talistas contemporáneas es el gran número de cambios que deben soportar, lo que obliga a contar con capacidades crecientes para organizar diversas actividades, empleando una buena proporción de sus recursos.18 En la región latinoameri- cana esas habilidades históricamente han sido limitadas y las reformas neoliberales en muchos países las desmantelaron. Esto también se debe a la falta de voluntad para incrementar la inversión pública en centros de investigación y desarrollo, lo que impide a los países latinoamericanos cultivar sus propias capacidades de in- novación y aprovechar su cercanía a Estados unidos, fuente de casi un tercio de los proyectos de investigación y desarrollo mundial. La paradoja de todo esto es que a pesar de las políticas neoliberales, américa Latina sigue siendo una de las regiones más proteccionistas y no ha levantado completamente las barreras para la innovación, la eficiencia, la productividad y el comercio.19
Esta falla de las reformas neoliberales para crear una plataforma sólida para el crecimiento económico quedó en evidencia en la segunda parte de la década de 1990. a juicio de Joseph Stigliz, esto se debió a la visión parcial, ortodoxa y de corto plazo de los hacedores de política latinoamericanos, un patrón de con- ducta que décadas atrás ya había sido indicado por albert O. Hirschman, en el sentido de que las políticas latinoamericanas y sus hacedores se planteaban un amplio abanico de reformas con crecientes grados de dificultad sin solucionar,

17 CEPaL, Panorama de la inserción internacional, pp. 51, 53-55, 57, 65.

18 Richard R. nelson, “The Problem of market Bias in modern Capitalist Economies”, en Industrial and Corporate Change, vol. 11, núm. 2, 2002, p. 208.

19 Harold Cole y Lee Ohanian et al., “Latin america in the Rearview mirror”, en Journal of Mo- netary economics, vol. 52, núm. 1, febrero de 2005, pp. 69-107; Rosalba Casas y Rebeca de Gortari et al., “The Building of Knowledge Spaces in mexico: a Regional approach to networ- king”, en Research Policy, vol. 29, núm. 2, febrero de 2000, pp. 225-241.

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primero, las etapas más sencillas antes de pasar a las más difíciles, dando como resultado una creciente frustración entre la realidad y las tareas propuestas.20
nuevA economíA y vIeJA poLítIcA
Los cambios económicos que hemos indicado deben ser entendidos como parte de un amplio escenario de transformaciones que abarcaron también las dimen- siones sociales y políticas, cuyo sello fue el fin de las guerras civiles en Centroa- mérica y Perú, así como la generalización de regímenes democráticos tras acabar la dictadura de alfredo Stroessner en Paraguay en 1989 y la de augusto Pinochet en Chile en 1990. no obstante, casi al mismo tiempo emergió un nuevo pro- blema: el incremento de los delitos por la violencia social y un nuevo tipo de inestabilidad política que encontró sus motivos en un crecimiento económico errático, una mala distribución del ingreso y pobreza.21 Esos factores dieron el combustible para nuevos tipos de quiebres institucionales, como el intento de golpe de Estado en Venezuela en 1992 encabezado por un grupo de militares entre los que destacó Hugo Chávez y dirigido en contra de la medidas neolibe- rales del presidente Carlos andrés Pérez. En ese mismo año se registró el auto- golpe del presidente peruano alberto Fujimori, que cerró el congreso para aplicar un programa neoliberal. Este nuevo uso de la fuerza creó nuevas fuentes de le- gitimidad social y nuevos movimientos políticos, a la vez que surgió un nuevo tipo de forma guerrillera, el zapatismo, en el sureste de méxico, que sin embargo

20 Joseph Stiglitz, “El rumbo de las reformas. Hacia una nueva agenda para américa Latina”, en Revista de la CePAL, núm. 80, agosto de 2003, Santiago de Chile, pp. 7-40; albert O. Hirschman, “El paso del autoritarismo en américa Latina y la búsqueda de sus determinantes económi- cos”, en David Collier [comp.], el nuevo autoritarismo en América Latina, méxico, FCE, 1985, pp. 88 y 89.

21 Graham Bird y ann Helwege, “Can neoliberalism Survive in Latin america?”, en Millennium. Journal of International Studies, núm. 26, marzo de 1997, pp. 54 y 55; Dani Rodrik, “¿Por qué hay tanta inseguridad económica en américa Latina?”, en Revista de la CePAL, núm. 73, Santiago de Chile, abril de 2001, pp. 8, 9 y 13.

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no logró replicarse como modelo insurreccional en el resto de la región porque la crisis fue resuelta con el surgimiento de regímenes de base popular.
La década de 1990 vio el surgimiento de gobiernos neopopulistas que fue- ron válvulas de escape a las presiones sociales. Estos gobiernos se caracterizaron por ejercer una democracia delegativa para enfrentar las presiones de la crisis económica y aplicar programas de estabilización. así, según Panizza, la nueva economía abierta por las reformas económicas no logró destruir la “vieja polí- tica”, como la sobrevivencia de grupos corporativos tanto sindicales como em- presariales que ejercen control sobre amplios recursos públicos y clientelas políticas, algo evidente en países con una tradición corporativa como argentina, Brasil y méxico. Para ello la “vieja política” combinó reglas democráticas con go- bernanza autoritaria, coexistiendo instituciones democráticas dentro de un “au- toritarismo competitivo” que se mantuvo en Perú y méxico hasta el año 2000.22 no obstante la continuidad de las reformas sin modelos alternativos con- dujo, con la llegada del nuevo siglo, a estallidos sociales de alcance nacional y al quiebre de la ortodoxia implantada, que se expresó en la interrupción de varios mandatos presidenciales.23 Esas reacciones se manifestaron violentamente con el derrocamiento del presidente ecuatoriano Jamil mahuad en 2000 y en 2001 con la renuncia del presidente argentino Fernando de la Rúa, ambos enfrenta- dos a la sociedad al sostener la dolarización de sus economías. Después de esos eventos surgieron gobiernos con programas de reformas más moderadas e in- cluso algunos asumieron la re-estatización de sectores privatizados. Para me- diados de la primera década del siglo xxI ya eran evidentes algunos cambios

22 Graciela Ducatenzeiler y Philip Oxhorn, “Democracia, autoritarismo y el problema de la go- bernabilidad en américa Latina”, en Desarrollo económico, vol. 34, núm. 133, 1994, pp. 31-52; Francisco Panizza, “Beyond ‘Delegative Democracy’. ‘Old Politics’ and ‘new Economics’ in Latin america”, en Journal of Latin American Studies, vol. 32, núm. 3, octubre de 2000, pp. 737-763; Steven Levitsky y Lucan a. Way, “Elections Without Democracy. The Rise of Competitive au- thoritarianism”, en Journal of Democracy, vol. 13, núm. 2, abril de 2002, pp. 51-65.

23 Daniel Zovatto y Julio Burdman, “américa Latina: balance electoral 2002”, en Anuario elcano América Latina 2002-2003, madrid, Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estra- tégicos, 2003, pp. 102, 103 y 105; arturo Valenzuela, “Latin american Presidencies Interrup- ted”, en Journal of Democracy, vol. 15, núm. 4, octubre de 2004, pp. 12 y 13.

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sociales profundos como el crecimiento de una nueva clase media gracias a la combinación de políticas públicas y dinamismo económico.
dIscursos y reALIdAdes en contrA deL neoLIberALIsmo
a partir del año 2005 las elecciones en Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecua- dor, méxico, nicaragua, Perú, Surinam y Venezuela definieron los gobiernos de los 540 millones de latinoamericanos en economías que controlaban 90% de la producción petrolera, 77% del potencial hidroeléctrico económicamente apro- vechable y 70% de la superficie de las tierras arables de la región. Buena parte de esos gobiernos llegaron con programas reactivos a las políticas neoliberales, aunque no renunciaron al crecimiento logrado por un mejor desempeño de los mecanismos de mercado, recuperación económica y aumento en los precios de los commodities exportados.
La retórica progresista de esa primera década ha dado origen a variadas in- terpretaciones sobre su identidad política. Hacia el 2005 el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, el de Tabaré Vásquez en uruguay, el de néstor Kirchner en argentina y el de Ricardo Lagos en Chile fueron identificados globalmente como de “izquierda”, por compartir programas reformistas que planteaban un “capitalismo más equilibrado”, más reglamentado, gradualista y pragmático, sin definiciones ideológicas “duras”. En palabras de Carlos Vilas, tenían a la nación “como el encuadramiento simbólico de la acción política”, para eludir “al mismo tiempo la atomización individualista del concepto liberal del ciudadano”.24
Esta interpretación de Vilas fue incorrecta, ya que sólo unos cuantos go- biernos se ajustaron a esa caracterización: el de Hugo Chávez en Venezuela se inspiró en un nacionalismo militar local, y Bolivia, desde el 2006, se nutre del na- cionalismo andino panindígena, al cual se le sumó más tarde el gobierno de Ra- fael Correa en Ecuador. Estos tres gobiernos se confinan en un área cultural y

24 Carlos Vilas, “La izquierda latinoamericana y el surgimiento de regímenes nacional-populares”, en Nueva Sociedad, núm. 197, mayo-junio de 2005, p. 94.

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social —la región andina— y mantienen propuestas básicamente anticapitalistas, antiliberales —tanto en el plano político como en el económico — y de rechazo al comercio internacional, aunque son exportadores netos de commodities pri- marios y de energía con favorables precios en el mercado mundial. La defini- ción de progresismo resultó ser más cercana al populismo clásico, muy practicado en argentina y reforzado tras el default de 2002. a esto debe agre- garse que gobiernos como el de Lagos en Chile y el de Lula en Brasil no plan- tearon un programa alternativo radical a las reformas ya hechas. Chile eligió un presidente socialista en una economía abierta con tratados de libre comercio, a la vez que el Partido de los Trabajadores no ignoró la presencia en Brasil de 400 filiales de las 500 empresas transnacionales más importantes del mundo.
muchas de las ideas reactivas al neoliberalismo se acercan a lo señalado por Steve Bastow sobre los movimientos étnicos y de nacionalismo revolucionario europeos que rechazan la globalización económica, plantean la autarquía in- dustrial y la lucha contra Estados unidos por representar una ideología mer- cantil, burguesa e individualista. muchos movimientos neofascistas europeos retoman visiones orgánicas de unidad, de defensa del territorio y de ambienta- lismo como base de la nación y de rescate de formas tradicionales de vida frente al gran capital.25 Es decir, se acercan a las tesis en boga en la región.
dos rutAs sudAmerIcAnAs: eL defaUlT ArgentIno y eL Take off de brAsIL
un caso claro de combinación de nueva economía con vieja política se aplicó en argentina durante la década de la presidencia de Carlos menem (1989-1999), quien desde el inicio de su mandato aplicó radicales privatizaciones y un plan de convertibilidad que redujo las enormes tasas de inflación, que llegaban a más de 2000%. Para esto conformó una amplia coalición de gobierno que reunió

25 Steve Bastow, “a neo-Fascist Third Way: The Discourse of Ethno-Differentialist Revolutionary nationalism”, en Journal of Political Ideologies, vol. 7, núm. 3, octubre de 2002, pp. 355-364.

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Guillermo Guajardo Soto

bajo su conducción política el apoyo de bases populares, articulando un vasto bloque de poder institucional y social.26
En 1990 el país cerró el año con una inflación de casi 1 400%, lo que con- dujo en febrero de 1991 al inicio del plan de convertibilidad entre peso y dólar americano; en 1992 argentina pudo reprogramar su deuda externa que, en todo caso, en 1994 ascendió a 86 000 millones de dólares, 50% más que en 1991.27 Los efectos del ajuste se acompañaron en una primera etapa de un aumento en la popularidad de menem, pero el deterioro social y el empobrecimiento genera- lizaron la protesta de los “piqueteros” con cortes de carreteras, lo que condujo al declive de la popularidad presidencial. La caída de la inflación se acompañó del aumento del desempleo, al bajar su apoyo desde 70% en 1991 a 22% en 1996 (véase tabla 2).

tabla 2

Argentina: inflación, desempleo urbano e imagen pública

de carlos menem,1990-1996

1990

1991

1992

1993

1994

1995

1996

Inflación en américa Latina

1 695.8

226.8

380.3

794.7

988.5

46.4

18.7

Inflación en argentina

2 315.5

172.0

24.6

10.6

4.3

3.3

0.2

Desempleo urbano en argentina

7.5

6.5

7.0

9.6

11.5

17.5

17.2

(%) Imagen de menem en la opinión pública

61

70

47

40

44

37

22

Fuente: elaboración propia considerando datos de Instituto de relaciones europeo-Latino- americanas (IreLA), “La reforma estructural en América Latina: una agenda inacabada”,

en dossier, núm. 62, madrid, noviembre de 1997, tablas 6 y 7, p. 48; pablo gerchunoff, y Juan carlos torre, “La política de liberalización económica en la administración

de menem”, en desarrollo económico, núm. 36, 1996, cuadro 2, p. 765.

26 Torre, op. cit., p. 97.

27 aldo Ferrer, La economía argentina. Desde sus orígenes hasta principios del siglo xxI, Buenos aires, FCE, 2008, pp. 407-409.

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américa latina: ¿zona mixta o continente perdido en laS últimaS cuatro décadaS?

Los diez años de menem culminaron con transformaciones iniciadas a me- diados de la década 1970 que, para aldo Ferrer, se guiaron por una visión fun- damentalista de apertura de la economía. En 1999 hubo un cambio político con la llegada de una alianza de partidos de centro que prometió un amplio pro- grama de mejora social anclado a una convertibilidad peso-dólar insostenible. En
2001 la fuga de capitales era del orden de 20 mil millones de dólares y la inca- pacidad de sostener la convertibilidad llevó a la suspensión y paralización del sis- tema bancario. En diciembre estallaron masivas protestas en la capital federal y zonas conurbadas que forzaron a la renuncia del presidente Fernando de la Rúa y, en enero de 2002, se anunció el default o suspensión de los pagos de la deuda externa. La paridad peso-dólar había coexistido con un nivel exiguo de reservas del Banco Central y con una deuda externa impagable, ya que los intereses de la deuda representaban cerca de 50% del valor de las exportaciones y más de 20% del gasto público consolidado, siendo el peor nivel de endeudamiento de amé- rica Latina y del mundo. En 2002 se dio una caída acumulada del PIB de 20%, la tasa de desempleo alcanzó casi 25% y la población bajo la línea de pobreza su- peró 50%; todo esto condujo a un periodo de desorden institucional hasta que en 2003 fue electo el presidente néstor Kirchner con quien se inició un lento proceso de recuperación.28
algo distinto ocurrió en Brasil, donde la existencia de múltiples niveles de distribución del poder institucional y la ausencia de vínculos partidarios para ar- ticular esos niveles, en forma compacta, restaron a los presidentes sólidos apo- yos propios y sus iniciativas quedaron condicionadas por las oportunidades de veto existentes. Tal situación la experimentó el gobierno de Fernando Collor (1989-1992), cuyas reformas neoliberales enfrentaron las restricciones que es- tableció la Constitución de 1988 respecto al manejo de los recursos fiscales. Esto ocasionó un conflicto con el Congreso y en su retiro anticipado del cargo, se desató una compleja crisis del modelo desarrollista brasileño surgido en la dé- cada de 1930, que alcanzó su punto máximo de expansión cuando enfrentó el shock petrolero de 1973-1974 y luego la crisis de la deuda en 1982. El fin del ré-

28 Ibid., pp. 415, 416, 456, 457.

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gimen militar en 1985 —iniciado en 1964— quebró las alianzas tejidas entre el Es- tado, el capital privado local y las transnacionales, acompañado de desequili- brios macroeconómicos y de una inflación de cuatro dígitos. Fue en ese momento cuando se dio la solución “brasileña” de buscar un nuevo rumbo, mi- sión que le correspondió a Fernando Henrique Cardoso como ministro de Ha- cienda del gobierno de Itamar Franco (1992-1994) al fijar las tareas del nuevo modelo, combatiendo la inflación a través de una nueva moneda (el Plan Real)29 cuando llegaba a más de 2 000% (véase tabla 3).

tabla 3

evolución de la inflación en brasil y América Latina, 1990-1996

1990

1991

1992

1993

1994

1995

1996

américa Latina

1 695.8

226.8

380.3

794.7

988.5

46.4

18.7

Brasil

2 939.5

441.0

1 009.1

2 150.0

2 663.0

84.5

9.1

argentina

2 315.5

172.0

24.6

10.6

4.3

3.3

0.2

méxico

26.6

23.0

15.4

9.9

6.4

35.5

34.4

Fuente: Adaptación del Instituto de relaciones europeo-Latinoamericanas (IreLA), 1997. “La reforma estructural en América Latina: una agenda inacabada”, en dossier, núm. 62, madrid, noviembre de 1997, tabla 6, p. 48.

Durante la larga presidencia de Cardoso entre 1995 y 2003, Brasil logró con- solidar una estabilidad macroeconómica e institucional mediante un amplio sis- tema de partidos políticos, enfrentando la hiperinflación sin acabar en un escenario como el de argentina. Las reformas las llevó a cabo con un pacto de estabilidad respetado por la clase política, las Fuerzas armadas y sectores em- presariales, bajo la premisa de situar al país como potencia emergente tanto re- gional como internacional.30

29 Brasilio Sallum Junior, “Brasil: una transición difícil de completar”, en Nueva Sociedad, núm.

144, julio-agosto de 1996, pp. 6-11.

30 Joao martins Filho y Daniel Zirker, “The Brazilian military under Cardoso: Overcoming the

Identity Crisis”, en Journal of Interamerican Studies and World Affairs, vol. 42, núm. 3, sep-

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Esas políticas fueron diseñadas y establecidas por un grupo de economis- tas agrupados en la Pontificia universidade Católica do Rio de Janeiro, quienes oscilaron de un modelo a otro para enfrentar los eventos económicos. En un pri- mer momento propusieron, de acuerdo con ideas estructuralistas, políticas que apuntaban a señalar la distribución del ingreso como el principal problema del país en tanto que plantearon contener la inflación a través de un choque hete- rodoxo opuesto a las indicaciones de los organismos de crédito internacionales; estas ideas cristalizaron en el Plan Cruzado de 1986. Pero en la década del no- venta, el mismo grupo de economistas diseñó e implementó el Plan Real basado en las ideas neoliberales propuestas por los organismos de crédito internacio- nales. La necesidad de obtener legitimidad externa con miras a atraer capitales extranjeros fue un factor importante;31 esa legitimidad se asoció a las fuentes de prestigio de la nueva ortodoxia, ubicadas en los organismos financieros inter- nacionales, reflejando valores y conductas anglosajonas. Sin embargo, como lo señalan nelson y Williams, la visión anglosajona de solución de problemas de co- ordinación de recursos y cambios se basa en una visión simple del mercado, es un “modelo de texto” de una economía pura, ignorándose las condiciones po- líticas locales al extenderse hacia aspectos culturales, sin respetar la autodeter- minación, tolerancia y neutralidad.32

tiembre de 2000, pp. 146, 147, 162 y 163; Council on Foreign Relations, A Letter to the Presi- dent and a Memorandum on U.S. Policy Toward Brazil. Statement of an Independent Task Force Sponsored by the Council on Foreign Relations, nueva York, Council on Foreign Rela- tions, 2001.

31 Daniel Kerner, “Del neoestructuralismo al neoliberalismo: ideas, política económica y tecno- cracia en Brasil”, en Guillermo Guajardo [coord.], Ni éxito ni fracaso. Ideas, recursos y acto- res en las políticas latinoamericanas del siglo xx, méxico, CEIICH-unam/Plaza y Valdés, 2005.

32 nelson, op. cit., p. 216; David Williams, “Constructing the Economic Space: The World Bank and the making of Homo Oeconomicus”, en Millennium. Journal of International Studies, vol.

28, núm. 1, marzo de 1999, pp. 79, 81, 89 y 90.

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Guillermo Guajardo Soto

LA rAdIcALIzAcIón AndInA
a diferencia de los casos analizados en Perú, Ecuador y Bolivia, no existió nada parecido al histórico acuerdo de clases cercano al existente en méxico, Brasil, Chile y argentina, donde las políticas económicas surgidas tras la Depresión de
1929 crearon un consenso entre trabajadores y empresarios. En los andes cen- trales las clases altas no estaban dispuestas a acordar y los golpes militares de
1968 en Perú, de 1972 en Ecuador y de 1971 en Bolivia no resolvieron la cues- tión de cómo conectar a las clases sociales y grupos de intereses con el sistema de gobierno. En el caso de Ecuador, la crisis del viejo orden oligárquico en la pri- mera mitad del siglo xx no dio origen ni a partidos de masas, ni a una repre- sentación efectiva de los intereses empresariales. El factor más recurrente fue la intervención de los militares como árbitros entre las distintas facciones regio- nales y políticas, tomando distancia y autonomía. Por esto gobernaron hasta
1979 aplicando reformas que ni las élites ni los partidos políticos habían imple- mentado, para lo cual desarrollaron el aparato estatal aprovechando las condi- ciones favorables del auge petrolero. Sin embargo, la gestión estatal se llevó a cabo mediante un pequeño grupo de tecnócratas y militares —aislados de cual- quier control— que no pedían la colaboración ni el consenso de los sindicatos, partidos políticos y empresarios. La llegada de gobiernos civiles en los ochenta se adhirió a un régimen presidencial en lugar de uno parlamentario, siguiendo una tradición política centralista donde los partidos políticos servían como ve- hículos para la campaña presidencial y, una vez en el poder, presidentes y tec- nócratas procuraban subordinarlos.33
De ahí que las medidas del presidente Jamil mahuad (1998-2000) para do- larizar la economía, desestabilizaron al país al no tener el consenso de la pobla- ción ni de los grupos sociales claves. El resultado fue la radicalización de la base social y la división de las Fuerzas armadas que tradicionalmente habían sido un factor de cohesión nacional. En enero de 2000 el Comando Conjunto de las

33 Catherine Conaghan y James malloy, “Democracia y neoliberalismo en Perú, Ecuador y Bolivia”, en Desarrollo económico, vol. 36, núm. 144, enero-marzo de 1997, pp. 869, 870, 874 y 875; anita Isaacs, Military Rule and Transition in ecuador, 1972-1992, Pittsburgh, university of

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Fuerzas armadas ecuatorianas enfrentó el dilema puesto por un amplio movi- miento popular e indígena en contra de las medidas económicas del gobierno. un grupo muy amplio de oficiales se adhirió a las demandas del movimiento. Frente a esa situación, ni el Congreso ni los partidos políticos fueron capaces de maniobrar como factores estabilizadores, razón por la cual el alto mando asumió la tarea de neutralizar al movimiento indígena, recuperar el control sobre co- mandos y tropas y nombrar rápidamente a un ejecutivo en el lapso de un día, apoyando a Gustavo noboa como nuevo presidente de Ecuador, quien gobernó hasta 2003.34
En el caso de Perú los militares siguen siendo claves en la política, como lo demuestra el triunfo del ex militar Ollanta Humala como presidente de la Re- pública en las elecciones de 2011. En 1979 se retiraron del poder cuando no po- dían enfrentar las presiones abiertas por el proceso de reforma que impulsaron desde 1968, dando paso a una transición en el contexto de la Guerra Civil. El ago- tamiento de las alternativas políticas a fines de la década del ochenta abrió el ca- mino para una personalización del poder en alberto Fujimori, quien combinó estrategias neopopulistas con el sostén político de las Fuerzas armadas.35 En
1992 cerró el Congreso y aceleró las reformas económicas hacia la desregulación, reinserción en los mercados de capitales, privatización y empequeñecimiento del Estado, logrando un mayor control tanto militar como fiscal de la población, aunque su base de apoyo era débil políticamente.36

Pittsburgh Press, 1993; John D. martz, Politics and Petroleum in ecuador, new Brunswick, Transaction Books, 1987.

34 Guillermo Guajardo, “Focos rojos de seguridad y conflicto político en Sudamérica: tendencias e implicaciones para américa Latina”, en Foro Internacional, vol. xLII-1, núm. 167, enero- marzo de 2002, pp. 39-62.

35 Sobre las relaciones entre Fujimori y los militares véase Enrique Obando, “Fujimori y las Fuer- zas armadas”, en John Crabtree y Jim Thomas [eds.], el Perú de Fujimori, Lima, universidad del Pacífico-Instituto de Estudios Peruanos, 1999.

36 Véanse Philip mauceri, State Under Siege. Development and Policy Making in Peru, Boulder, Westview Press, 1996; Carol Wise, “The Politics of Peruvian Economic Reform: Overcoming the Legacies of State-Led Development”, en Journal of Interamerican Studies and World Affairs, vol. 36, núm. 1, 1994, pp. 75-125.

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En Bolivia los años neoliberales fueron el escenario de crecimiento de mo- vimientos que cuestionaron la existencia del Estado nacional desde la perspec- tiva étnica y regional.37 Ello estuvo en el centro de las propuestas del movimiento al Socialismo (maS) encabezado por el líder cocalero Evo morales, quien llegó a la presidencia en 2006 y asumió la reconformación social e institucional del país al establecer el Estado plurinacional y nacionalizar los hidrocarburos. Esa ruta tuvo algunas opciones más radicales que se manifestaron en las movilizaciones sociales de 2003, cuando destacó Felipe Quispe, candidato a la presidencia de Bolivia y dirigente del movimiento Indígena Pachacuti, quien desplegó un dis- curso radical e inflexible, cuyas raíces provenían de su lucha sindical, guerrillera y social. Su movimiento fue divergente del maS y perseguía fundar una nación in- dígena independiente y cambiar el sistema capitalista por una república “donde no haya pobres ni ricos, en la que se utilizaría el trueque y se cuidaría el medio ambiente”, aunque sin “rechazar la modernidad y las nuevas tecnologías”.38 al final predominó la postura de morales, cuyo abordaje contra las reformas neo- liberales se ha dado mediante una gestión e institucionalidad de una gran com- plejidad social y regional, no exenta de tensiones.
Si bien forman parte del mundo andino Colombia y Venezuela, sus casos presentan radicales diferencias con los andes centrales, en especial por los pac- tos dados entre la élite gobernante para definir el modelo de desarrollo desde la década de 1950 y mantener la estabilidad.
En Venezuela tal fue el “Pacto de Punto Fijo” establecido en 1958, que ins- tauró una democracia pactada con elecciones presidenciales ordenadas y acabó con la intervención de los militares en la vida política. Los agentes de ello fue- ron los partidos de tipo socialdemócrata como acción Democrática (aD) y So- cialcristiano COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente).

37 Donna Lee van Cott, “Broadening Democracy: Latin america´s Indigenous Peoples’ move- ments”, en Current History, vol. 130, núm. 670, febrero de 2004, pp. 80-85; Álvaro Bello, et- nicidad y ciudadanía en América Latina. La acción colectiva de los pueblos indígenas, Santiago de Chile, CEPaL, 2004.

38 “Los indios de Bolivia estamos decididos a regir nuestro destino, dice Felipe Quispe”, en La Jor- nada, méxico, 17 de diciembre, 2003.

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Los gobiernos surgidos del Punto Fijo se basaron en una disciplina partidaria, una red clientelar extensa y pactos corporativos con el sector empresarial y obrero, dentro de un entorno económico de alto crecimiento. Esas condiciones se am- plificaron en los años setenta con el boom petrolero durante la presidencia de Carlos andrés Pérez (1974-1979), pero la bonanza se acabó en la década de 1980 con la caída de los precios del petróleo y el incremento del déficit fiscal, de la inflación y del endeudamiento externo. En 1985 el PIB era 25% menor que el re- gistrado en 1973.39
La crisis, acompañada de corrupción y alejamiento de la clase política de sus bases, creó una situación donde el método democrático de elecciones coexis- tió con el ejercicio arbitrario del poder, con un nivel de pobreza que para fines de la década de 1980 afectaba 53% de la población venezolana; además, se ex- perimentaba una inflación de 80%. Tal fue el marco en el que se dio el intento de golpe del 4 de febrero de 1992 contra el presidente Carlos andrés Pérez, que quebró el petro-Estado. El movimiento fue liderado por un grupo de militares entre los que destacó el comandante Hugo Chávez, perteneciente al llamado movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (mBR200); el intento fue motivado por las medidas económicas de Pérez y la corrupción de su régimen. a esta re- belión siguió otra que contribuyó a la destitución de Pérez. Chávez fue liberado de prisión y en 1997 el mBR200 se convirtió en el movimiento V República. Para las elecciones de 1998 el escenario se polarizó y los partidos tradicionales se identificaron como representantes de la democracia y al ex teniente coronel con el autoritarismo. Pero Chávez ganó e inició un proceso de recambio de la clase política, la institucionalidad y la sociedad que se proyecta hasta el día de hoy.40
Chávez estableció lo que Yrayma Camejo llamó la “marcha retórica hacia la con-

39 aníbal Romero, “Rearranging the Deck Chairs on the Titanic: The agony of Democracy in Ve- nezuela”, en Latin American Research Review, vol. 32, núm. 1, 1997, pp. 20 y 21; Jennifer L. mcCoy y William C. Smith, “Democratic Disequilibrium in Venezuela”, en Journal of Inter- american Studies and World Affairs, vol. 37, núm. 2, 1995, pp. 126 y 127.

40 Romero, op. cit., p. 25; mcCoy y Smith, op. cit., Tabla 2, p. 137.

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quista del poder político”,41 surgiendo como la némesis de una clase política que se descompuso en condiciones inéditas de estabilidad política y riqueza.
unA nuevA cLAse medIA y eL vAcío de propuestAs pArA este Actor socIAL
Recientemente, algunos estudios42 han indicado que el resultado combinado de las décadas de reformas, cambios sociales y demográficos se están expre- sando en un crecimiento de las clases medias, cambios en el mercado de trabajo y distribución más progresiva del gasto público gracias a programas orientados a la pobreza. Con ello américa Latina se integra a un fenómeno global de ex- pansión de los estratos medios, que han crecido en el ámbito mundial a razón de 70 millones de personas anuales y que, en 2030, llegará a los 2 000 millones de personas, alrededor de 30% de la población mundial.43
En argentina y Chile poco más de la mitad de los hogares forman parte del estrato medio y en Brasil 46% pertenece a esa categoría. Se ha dado un cambio favorable en los ingresos del sector bajo muy pronunciado en Brasil, Chile y Pa- namá, reforzado por la expansión del crédito para el consumo y la adquisición de viviendas, contribuyendo la significativa disminución de los precios relativos
—y en muchos casos absolutos— de los bienes de consumo; también disminuyó el número de personas por hogar y la tasa de dependencia económica. La mayor participación laboral femenina ha sido decisiva para la expansión del estrato medio, que entre 1990 y 2007 tuvo un incremento mayor en Brasil, Chile, Costa Rica y méxico. La expansión de la participación femenina se generó entre las

41 Yrayma Camejo, “Estado y mercado en el proyecto nacional-popular bolivariano”, en Revista Ve- nezolana de economía y Ciencias Sociales, vol. 8, núm. 3, septiembre-diciembre de 2002, pp. 13-39.

42 Rolando Franco, martín Hopenhayn et al., “Crece y cambia la clase media en américa Latina: una puesta al día”, en Revista de la CePAL, núm. 103, abril de 2011; nora Lustig y Leonardo Gas- parini, “The Rise and Fall of Income Inequality in Latin america”, en Tulane economics Wor- king Paper Series, Tulane university, Working Paper 1110, febrero de 2011.

43 Franco y Hopenhayn, op. cit., p. 8.

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mujeres de mayor nivel educacional en ocupaciones en el comercio y los servi- cios (oficinistas, secretarias, dependientas de tiendas y supermercados y traba- jadoras de los servicios de salud).44
La globalización y la interconexión mundial afectan a las clases medias al convertirse la competitividad en un elemento central, en el doble sentido de tener las habilidades necesarias y de poseer espíritu competitivo y capacidad de asumir riesgos. La incorporación de grandes masas al consumo obedece a una combi- nación de factores: la apertura del comercio internacional, la deslocalización de la fabricación de productos y partes en función del abaratamiento de los facto- res de producción, la rápida difusión de nuevas tecnologías en la producción masiva y los aumentos de escala con la incorporación de nuevos consumido- res.45
a lo anterior se agrega una mejora en la distribución del ingreso en amé- rica Latina. Lustig y Gasparini indican que durante la “década perdida” de 1980 y la posterior, la desigualdad de ingresos aumentó en la mayoría de los países. Pero entre 2002 y 2008 la desigualdad de ingresos se redujo significativamente en casi todas las economías de américa Latina, en especial en argentina, Brasil y méxico. Sin embargo desde la década de 2000, la caída en la brecha de ingre- sos se produjo por un amplio conjunto de factores, la disminución de la des- igualdad parece estar impulsada por cambios en el mercado de trabajo y una distribución más progresiva del gasto público, en particular, la transferencia de grandes sumas hacia programas contra la pobreza. También influyeron la mejora de las condiciones macroeconómicas que diluyeron los efectos de desigualdad de las reformas de la década de 1990, a lo que se agrega la expansión de la cober- tura en educación básica y el fortalecimiento de las instituciones laborales.46
Frente a este nuevo actor las alternativas políticas creadas al calor de la re- tórica antineoliberal, antimercado, regionalistas e indigenistas tienen poco o nada que ofrecer a las nuevas clases medias latinoamericanas surgidas justa- mente de los años de transformaciones al mercado.

44 Ibid., pp. 10, 12, 14, 18 y 24.

45 Ibid., pp. 19 y 22.

46 Lustig y Gasparini, op. cit.

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concLusIones
Desde el decenio de 1990 al desaparecer la fundamental oposición entre capi- talismo y comunismo en Latinoamérica, se exageraron las ventajas del capita- lismo en forma simple, al criticar como un todo la intervención gubernamental que se identificó con la experiencia comunista basada en la planificación, orga- nización gubernamental y poco mercado. Esto dejó de lado a un amplio rango de actividades operadas por el Estado; sin embargo, las reformas contenían una contradicción, ya que el dinamismo introducido por las relaciones de mercado, cambios estructurales en la demografía, territorios y formación de nuevos ac- tores sociales obligaban a tener una mayor y más sofisticada acción estatal. Pero la privatización dejó de lado el tema central de la reforma del Estado y de las nue- vas capacidades públicas, de ahí que los efectos de décadas de reformas eco- nómicas sean todavía confusos e inconsistentes.
Las alternativas surgidas en la primera década del siglo xxI que se anuncia- ron en los programas económicos de los gobiernos de Hugo Chávez desde 1998 y de Evo morales, desde 2006, indican que el ciclo de miopía tecnocrática en esos países ha dado paso a una nueva ortodoxia: la de identificar neoliberalismo con relaciones de dominación imperialista y, por tanto, el mercado, la inserción internacional y la búsqueda de eficiencia económica son combatidas con na- cionalizaciones, controles públicos y restricciones a la actividad empresarial.
así, la región se nos presenta como un único mosaico de paradojas que, después de la Guerra Fría, han convergido hacia la liberalización, privatización y desregulación, aunque con un errático apoyo a los derechos de propiedad y una fatalista continuidad de saltar de un modelo simple a otro sin solucionar los problemas más complejos de una economía capitalista.
Recibido: 7 de noviembre, 2011. aceptado: 1º de mayo, 2012.

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