Renate Marsiske [coord.], Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina V,
México, iisue-unam, 2017, 438 pp. (Col. Historia de la Educación)
10.22201/cialc.24486914e.2017.65.56953
La quinta entrega sobre la historia de los movimientos estudiantiles en América Latina coordinada por Renate Marsiske y publicada por el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (iisue) de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), llega para completar el panorama actual del campo de estudios sobre ese actor social y político, a unos meses de cumplirse el primer centenario de la Reforma Universitaria de 1918.1
Se trata de un volumen conformado por 10 artículos que, a diferencia de las ediciones anteriores, se organizan por el criterio del caso nacional abordado, según orden alfabético. Así, contamos con un trabajo sobre Argentina a cargo de Juan Sebastián Califa (Universidad de Buenos Aires); cuatro sobre el caso chileno elaborados por Andrés Danoso Romo (Universidad de Playa Ancha, Valparaíso), Pablo Toro Blanco (Universidad Alberto Hurtado, Santiago), Luis Thielemann (Universidad de Chile, Santiago) y Fabio Moraga Valle (Universidad Nacional Autónoma de México); un texto focalizado en Colombia, realizado por el Álvaro Acevedo Tarazona (Universidad Industrial de Santander) y Rolando Malte Arévalo (Universidad Industrial de Santander); un artículo en torno del movimiento estudiantil ecuatoriano a cargo de Carlos Celi Hidalgo (Universidad Nacional Autónoma de México) y Kintia Moreno Yáñez, única autora participante de esta edición; y por último, tres textos sobre México, los cuales son de la autoría de Miguel Gutiérrez López (Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo), Sergio Sánchez Parra (Universidad Autónoma de Sinaloa) y Miguel González Ledesma (Universidad Nacional Autónoma de México).
Como es observable, la presente edición cuenta con una prominencia de los estudios sobre Chile y México. Incluso, Donoso Romo y González Ledesma se proponen líneas de comparación entre dichos países. Cabe destacar que ambos casos habían concentrado menor atención en los libros anteriores de la misma colección. En cambio, habían tenido mayor protagonismo las experiencias estudiantiles argentinas, iniciando por el trascedente movimiento reformista. Tambien, debemos resaltar la incorporación de estudios sobre Ecuador, hasta ahora un caso relativamente descuidado en este campo de estudios.
Asimismo, debemos precisar que en su totalidad los artículos presentados en este volumen fueron elaborados a partir de trabajos empíricos sobre diferentes casos locales. En ese sentido, debemos precisar que la obra no contiene textos de carácter exclusivamente teórico, aunque varios de los autores realizan propuestas de conceptualización y de construcción de modelos de análisis. Los diversos textos abordan experiencias estudiantiles focalizando en ciudades y casas de estudio concretas, sin pretender plantear generalizaciones sobre los movimientos estudiantiles nacionales a partir de dichos trabajos. En ese marco, resulta destacable la incorporación de textos sobre universidades nacionales de México que no se ubican en la ciudad capital. Los trabajos de Gutiérrez López sobre Michoacán y Sánchez Parra sobre Sinaloa son aportes de importancia para construir un mapa completo del accionar estudiantil en un país de la extensión y diversidad de México.
Tal vez el principal rasgo distintivo de esta edición respecto de las anteriores, sea un relativo “corrimiento temporal”.2 Como lo destaca la propia editora en la Introducción, un número mayoritario de los trabajos reunidos abordan las resistencias protagonizadas por estudiantes de diversos niveles (secundario y universitario) a las políticas neoliberales en materia educativa. En particular, encontramos tres trabajos que abordan experiencias de las décadas de 1980 y 1990 en Chile y Ecuador (Toro Blanco, Thilemann, Hidalgo y Moreno Yáñez), y otros artículos que se focalizan sobre la primera década del siglo xxi (Donoso Romo, Moraga Valle, González Ledesma). En contraste, localizamos cuatro artículos que abordan otros momentos históricos: los tardíos años cincuenta en Argentina (Califa); los tempranos setenta en Sinaloa (Sánchez Parra) y los trabajos de mediana duración sobre Colombia (Acevedo Tarazona y Malte Arévalo) y Michoacán (Gutiérrez López).
Estas incorporaciones, sin duda, nos hablan de la transformación del campo académico sobre los movimientos estudiantiles, que progresivamente ha ido consolidando sus análisis sobre fenómenos recientes, aunque esto no implique el abandono del estudio de etapas ya clásicas, como lo son el movimiento reformista y su herencia, así como las conflictivas décadas de 1960 y 1970.3 Estos nuevos trabajos asumen desafíos analíticos al buscar comprender experiencias estudiantiles que tuvieron lugar en sistemas educativos reconfigurados bajo lineamientos neoliberales y, también, a la salida de una dictadura como la de Pinochet en Chile. En ese sentido, los académicos se interrogan por las potencialidades analíticas de categorías y enfoques consagrados en las últimas décadas (teoría de los movimientos sociales) en el campo e incorporan a sus estudios, de manera sumamente productiva, variables poco indagadas hasta el momento (culturales y artísticas, tecnologías y redes sociales, entre otras).
No obstante, los autores coinciden en destacar la importancia de la recuperación de experiencias, tradiciones y experiencias previas a los sucesos analizados mediante procesos de re-significación y transformación en contextos diferentes. Sin duda, los artículos reunidos por Marsiske dejan claro que ningún movimiento estudiantil más o menos reciente surgió de la nada, de un momento a otro.4 De este modo, se observa en la mayoría de los textos la preocupación por la recuperación compleja y completa de procesos sociales dinámicos con antecedentes y consecuencias directas e indirectas. En efecto, los movimientos estudiantiles analizados están en la historia reciente de América Latina, son sujetos históricos activos.
Respecto de los marcos temporales y también socio-políticos, en los que se desenvolvieron los fenómenos analizados en el libro, también resulta interesante destacar que la mayoría se sucedieron bajo regímenes democráticos. Si bien cada caso nacional posee una trayectoria particular, debemos mencionar que a diferencia de las ediciones anteriores, no contamos con trabajos que aborden experiencias estudiantiles bajo dictaduras, a excepción del trabajo de Toro Blanco en Chile y la consideración del caso brasilero durante 1968 por Donoso Romo.
No debemos soslayar la conexión que aparece entre democracia (formal) y neoliberalismo. Al contrario, debemos alentar la búsqueda por profundizar el conocimiento disponible sobre las experiencias de resistencia a las condiciones y limitaciones impuestas sobre la educación pública en general, bajo dicho vínculo (democracia-neoliberalismo). De este modo, se avanzará en la caracterización de movimientos y actores que cuestionaron el orden establecido y lograron en mayor o en menor medida los objetivos planteados, a la vez que produjeron importantes cúmulos de experiencias que posibilitarían y darían ciertos sentidos a nuevas luchas.
A nivel particular de cada trabajo, por cuestiones de espacio y de la variedad de trabajos contenidos en el libro, sólo podemos realizar algunos breves señalamientos. Una primera y destacada mención merecen las apuestas comparativas realizadas por Donoso Romo entre Chile, Argentina, México y Brasil, y por González Ledesma entre México y Chile en los albores del siglo xxi. El autor chileno se propone empezar a construir un modelo de análisis más general para superar los meros análisis de caso a partir de la consideración de elementos compartidos entre fenómenos nacionales de muy distinta datación: el reformismo cordobés de 1918, el conflictivo 1968 en México y Brasil y la reciente movilización chilena de 2011. Entre las variables que destaca el autor se encuentran el papel de organizaciones autónomas de alcance nacional con alta legitimidad y poder de convocatoria, el uso de modalidades visibles de presión, la participación de sectores medios a partir del crecimiento de las matrículas, y las demandas respecto del vínculo entre sociedad y universidad. González Ledesma propone un interesante abordaje desde las Ciencias Políticas y más específicamente, desde los estudios de políticas públicas, acerca de las reformas de los sistema de educación superior en Chile y México, y las movilizaciones estudiantiles en su contra. En su análisis, son de importancia central las características históricas de cada sistema, las propuestas de reforma en relación a dicho modelo y el accionar de los estudiantes al respecto. Resulta sumamente iluminador, entendemos, pensar esas tres variables de forma interrelacionada y dinámica.
Como mencionamos, los demás trabajos de caso sobre Chile (Toro Blanco, Thielemann y Moraga Valle) y México (Gutiérrez López y Sánchez Parra) resultan aportes de importancia para completar el campo de estudios sobre los movimientos estudiantiles en tanto implica, por un lado, por lo menos un siglo de historia si consideramos a las universidades desde 1900, y por otro, a países con sistemas de educación superior complejos y heterogéneos conformados por universidades públicas y privadas ubicadas a lo largo de su geografía. En particular, en los trabajos sobre Chile, sobresale la incorporación de la herencia política, social, cultural y educativa de la dictadura pinochetista y el análisis de la reconfiguración de diversas prácticas políticas a partir de la misma. Estos estudios son claves para pensar las transiciones democráticas en América Latina e iluminar investigaciones sobre este actor en contextos similares en otras latitudes.5
En el resto de los países del continente, como mencionamos, contamos con numerosos estudios sobre los estudiantes y su organización aunque sobre otros periodos históricos.6 Los trabajos de Califa sobre el surgimiento de las universidades privadas en Argentina (1958) y de Acevedo Tarazon y Malte Arévalo sobre el movimiento estudiantil y la gobernabilidad universitaria en Colombia (1910-1972) dan cuenta de la importancia del actor estudiantil (y la disputa entre diversas fracciones políticas e ideológicas) en la dinámica y la estructura al interior de las diversas casas de estudio y del sistema universitario general de cada país. En ese sentido, además, dichos artículos reconstruyen el proceso de re-configuración de la educación superior a lo largo del siglo xx en América Latina. En cambio, el artículo sobre Ecuador de Celi Hidalgo y Moreno Yáñez reconstruye las representaciones que otros actores sociales como los medios de comunicación construyen y reproducen sobre la militancia estudiantil y la universidad pública en general, bajo un marco neoliberal.
A modo de cierre, vale retomar la propuesta realizada por González Ledesma en este libro. El autor destaca la escasa incorporación del actor estudiantil a los estudios académicos sobre la universidad y educación superior en América Latina en las últimas décadas. Por ello, este nuevo volumen sobre los Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina resulta un aporte esencial para llenar dicho vacío, avanzando en el estudio de los heterogéneos sistemas universitarios a nivel regional. Desde diferentes perspectivas analíticas y abordando distintos casos y etapas históricas, los sociólogos, politólogos e historiadores abordan un interesante estado de la cuestión sobre el actor estudiantil en las últimas décadas. Como plantea González Ledesma, el análisis del papel de este sujeto resulta fundamental para la caracterización de los sistemas universitarios actuales y, más en general, del vínculo entre lo público y privado en materia de educación superior.
En ese sentido, debemos destacar dos aspectos sobresalientes del conjunto de estos artículos. En primer lugar, la densidad y rigurosidad de los trabajos empíricos concretados con diversas fuentes documentales (prensa, universitarias, gubernamentales, etc.) y orales. En segundo lugar, y consideramos que hacia allí debemos apostar, la potencialidad de los abordajes de tipo comparativo desde una perspectiva trasnacional y regional. Ambas perspectivas se ven enriquecidas a partir de su complementación, ya que los trabajos de comparativos con escaso sustento empírico impiden la profundización de la labor de abstracción analítica. Asimismo, los trabajos de caso que permanecen “autocentrados” en dicha experiencia suelen perder de vista un contexto y procesos más amplios. De este modo, entendemos que tanto los textos propiamente comparativos de Donoso Romo y González Ledesma, como la labor colaborativa y colectiva contenida en este libro, marcan el camino a seguir para profundizar y reforzar el campo de estudios sobre las universidades y los movimientos estudiantiles. Queda entonces, tomar el desafío y estimular las investigaciones sobre el actor estudiantil durante las últimas décadas en los países donde ha suscitado menos atención que en Chile y México.
Guadalupe Andrea Seia
Universidad de Buenos Aires
1 Las ediciones anteriores son de los años 1999, 2002, 2006 y 2015. Todos han sido coordinados por Marsiske Schulte y editados por el iisue-unam.
2 Más allá de esa característica general, también debemos precisar que el volumen cuenta con varios artículos que abordan una perspectiva de mediana duración (Donoso Romo, Toro Blanco, Thilemann, Celi Hidalgo y Moreno Yáñez, Gutiérrez López). En cambio los textos de Califa, Moraga Valle, Acevedo Tarazona y Malte Arévalo, Sánchez Parra y González Ledesma se concentran en procesos de uno o dos años de duración. De todos modos, estos últimos tienen la lucidez de brindar contextualización amplias y completas de procesos más amplios que condicionaron de algún modo el fenómeno analizado.
3 Se destaca al respecto el número especial sobre movimientos estudiantiles de la Revista del Observatorio Social de América Latina (osal), año XIII, núm 13, mayo de 2012, Buenos Aires, clacso. El mismo fue editado luego de las históricas movilizaciones en Chile de 2011 y de las de Argentina durante el segundo semestre de 2010. Dicha edición cuenta con tres trabajos sobre el caso chileno, uno sobre México, otro sobre Colombia y uno sobre Argentina.
4 Caracterización criticada a Massimo Modonesi, presente en la Editorial del citado núm.13 del osal.
5 Es importante destacar la producción académica sobre el actor estudiantil en Chile durante y a la salida de su dictadura, ya que en comparación con otros casos del Cono Sur, la misma encuentra mayor desarrollo. Véanse Joaquín Brunner, El movimiento estudiantil ha muerto. Nacen los movimientos estudiantiles, Material de discusión, núm.71, Santiago de Chile, Flacso, 1985; Víctor Tamayo, acu. Rescatando el asombro, Santiago de Chile, La Calabaza del Diablo, 2006; Diego García, et al, Los muchachos de antes. Historias de la fec 1973-1988, Santiago de Chile, Universidad Alberto Hurtado, 2006; entre otros.
6 Véase también el trabajo de los Investigadores del Movimiento Estudiantil (Argentina). En http://www.mov-estudiantil.com.ar/
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