Presentación

Raffaele Cesana; Sergio Ugalde

latinoam. 2018 ; (66)


A los cien años de su fallecimiento (1º de mayo de 1917), José Enrique Rodó sigue cautivando a los lectores, críticos e investigadores que se interesan por la realidad literaria latinoamericana. La fuerza de sus ideas y la ejemplaridad de su compromiso, que podemos apreciar tanto en las redes intelectuales que Rodó instauró a través de su correspondencia, así como en las páginas de sus obras -entre otras: Ariel (1900), Liberalismo y jacobinismo (1906), Motivos de Proteo (1909) y El mirador de Próspero (1913)-, representan uno de los timones más sólidos en la historia de las letras hispanoamericanas.

En el largo proceso de recepción y difusión del pensamiento rodoniano, México ha desarrollado siempre un papel protagónico. Esta tarea empezó a dar resultados significativos ya en 1908, cuando se publicaron en México la quinta y sexta edición del Ariel: la primera se imprimió en Monterrey gracias al apoyo económico del general Bernardo Reyes; la segunda se realizó en la Ciudad de México costeada por la Escuela Nacional Preparatoria, que dirigía Porfirio Parra. Desde ese entonces, la crítica literaria y las instituciones educativas de México han considerado siempre a Rodó como uno de los autores canónicos de la tradición intelectual hispano- americana: Mario de la Cueva, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México a principios de los cuarenta, al prologar la edición del Ariel que esta casa de estudios publicó en 1942, afirmó que ningún estudiante debería desconocer el alto sentido que Rodó había dado al humanismo hispanista de América y sostuvo que el mensaje rodoniano representa una de esas columnas sobre las cuales es posible construir el porvenir de las universidades de nuestro continente. En años más recientes (2001), Leopoldo Zea, al inaugurar el homenaje que Cuadernos Americanos dedicó al ensayista uruguayo, escribió que Rodó contribuyó de manera fundamental a transformar en realidad las extraordinarias profecías de unidad continental que Simón Bolívar anunció y que José Martí sintetizó en el más alto de los ideales: el de Nuestra América.

El dossier “A cien años de José Enrique Rodó” que aquí presentamos quiere confirmar esta tradición crítica e interpretativa y se enmarca en la serie de celebraciones y actos de homenaje que se han dedicado, recientemente, al maestro uruguayo para conmemorar el centenario de su muerte. Al respecto, cabe señalar que los seis artículos que presentamos a los lectores de Latinoamérica tuvieron su origen en el congreso internacional “El sembrador de estrellas: Homenaje a José Enrique Rodó en el centenario de su fallecimiento”, que se llevó a cabo en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, el 4 y 5 de octubre de 2017.

En “Escritura, vida y convivencia en Motivos de Proteo de José Enrique Rodó”, Ottmar Ette estudia, bajo una perspectiva polilógica, la naturaleza fragmentaria y archipiélica del ensayo rodoniano de 1909, para indagar su posible papel en nuestro saber de la vida y de la convivencia. Liliana Weinberg, en “José Enrique Rodó: las distintas modulaciones de la voz del maestro”, analiza el proyecto educativo humanista que el uruguayo dirigió a la juventud latinoamericana y estudia el diálogo que la voz del maestro instauró con la pluma del ensayista en un imaginario ligado a la promoción del libro y la lectura.

Por su parte, Raffaele Cesana, en “José Enrique Rodó en la Revista Moderna de México”, estudia la importancia de la Revista Moderna y su continuadora la Revista Moderna de México en el proceso de difusión y recepción del ideario rodoniano. Sergio Ugalde, en “Escritura y modernidad del libro amorfo: El suicida de Alfonso Reyes y Motivos de Proteo de José Enrique Rodó”, dedica su análisis a la importancia del modelo fluctuante, abierto y en perpetuo devenir que Rodó proporcionó a Reyes para el carácter moderno de la escritura de El suicida.

En su artículo “Ariel al trasluz de Cuba y Martí”, Osmar Sánchez analiza el más famoso ensayo rodoniano a partir de las influencias que las dimensiones cultural y política cubanas ejercieron tanto en el contenido como en la circulación editorial del Ariel, haciendo hincapié en el papel de “Nuestra América”, de José Martí. El dossier se cierra con el artículo “José Enrique Rodó en tres ensayistas mexicanos: Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y Enrique Krauze”, de Belén Castro Morales: la autora analiza las opiniones de tres notables escritores mexicanos sobre la aportación de Rodó al pensamiento latinoamericano contemporáneo.

Finalmente, no nos queda sino subrayar cómo el ideario de Rodó tuvo una influencia medular para la historia intelectual de México y, en general, de América Latina. Sin el análisis de su obra sería imposible comprender, en profundidad, el pensamiento de algunas figuras tan relevantes para las letras de nuestro continente, como Alfonso Reyes y Leopoldo Zea, Francisco García Calderón y Pedro Henríquez Ureña, entre muchos otros. Conmemorar el legado rodoniano en el centenario de su fallecimiento es un compromiso ineludible que debemos asumir con entusiasmo y reconocimiento, para fortalecer, hoy más que nunca, su centralidad en el diálogo entre los países del orbe hispánico.

Enlaces refback

  • No hay ningún enlace refback.