Miceli, Sergio. Sueños de la periferia. Intelectualidad argentina y mecenazgo privado. Juan Pablo Pardías (trad). Buenos Aires, Prometeo Libros, 2017.
Sueños de la periferia. Intelectualidad argentina y mecenazgo privado es el libro en el cual Sergio Miceli, profesor de la Universidad de San Pablo, Brasil, recuperó y organizó los productos de trabajo que resultaron del desarrollo de un programa de investigación sobre la revista Sur, encabezada por Victoria Ocampo entre 1931 y 1945. En esos artículos, Miceli se propuso escapar del dilema que caracteriza las corrientes de opinión crítica más significativas acerca de Sur y de su esfera de influencia; a saber, el elogio de índole estetizante que hace de la revista un caso de excelencia universal en el ámbito latinoamericano, o bien el vilipendio de un órgano de propaganda escapista que legitima privilegios de clase.
Para llegar a esa meta, Sergio Miceli ha conducido al dominio de la cultura literaria argentina los principios de la comprensión sociológica que ha probado suficientemente gracias a una fructífera y prolongada trayectoria que goza de crédito amplio entre la comunidad especializada en la sociología de la cultura, la sociología de los intelectuales, la historia intelectual y el análisis de las determinaciones materiales de grupos y trayectorias de creadores artísticos. Me refiero a una perspectiva analítica que contempla las condiciones de clase en la identidad y el desempeño sociales del creador de arte y literatura, fruto del estudio de la trayectoria material de personajes conspicuos y de grupos intelectuales; los recursos que hacen posible el funcionamiento del modo de producción cultural, elemento en el que se destaca el factor del mecenazgo; los patrones de vínculos entre el sector literario y otros de la trama social, como el Estado, las instancias de la política y los medios de la producción económica; el impulso vigoroso que significa para el desarrollo de una cultura la lucha por la acreditación y el prestigio en la que los actores literarios se empeñan afanosamente. La escritura literaria, desde el gabinete personal —todavía próximo a la familia, la educación y las primeras lealtades institucionales— hasta las instancias públicas de la circulación y apropiación del producto literario, se ve afectada por estos elementos, factores y variables, fuera de cuyo ámbito la explicación racional de la cultura no es posible; sin la consideración de estos hechos sociales se impondría el aura que proclama la ideología del creador sublime y excepcional.
El desplazamiento del dominio brasileño, en cuyo territorio Sergio Miceli ha llevado a cabo sus investigaciones, al argentino obedece a una estrategia comparatista en términos de modelos de producción cultural vigentes hacia la primera mitad del siglo XX. La comparación implica la colocación en el horizonte interpretativo del modelo brasileño, dominado por el Estado y la esfera pública como fuente generosa de puestos y encargos confiados al escritor, el artista y el intelectual por parte del mandatario, el político, el sindicalista. La solidez estatal del modelo cultural brasileño implica un entorno centrado en sí mismo, poco propenso al cosmopolitismo y poco expuesto a las tensiones generadoras de flujos culturales de radio americano y trasatlántico, como será la vocación cultural de Argentina. Esta caracterización hará comprensible la explicación de una sociedad literaria que no abandonará —mientras en la vecina Argentina ya se había impuesto la doctrina poética de la invención desmaterializada y metafísica, legitimada sobre la base de la vanguardia— las claves del realismo narrativo ni la práctica de la novela social, recursos de una comunidad de creadores que se explica su propia identidad frente a la realidad social del país. En ese horizonte, Sergio Miceli perfiló el vivo contraste del modelo argentino, asentado en la pieza fundamental del mecenazgo privado.
De acuerdo con el estudio de Miceli, la base social del mecenazgo privado es un sector patricio, constituido por viejas familias criollas cuya identidad y cuyas redes se habían fortalecido a la luz del desafío de sectores inmigrantes y plebeyos en ascenso. Los editores, animadores y colaboradores más constantes de la revista Sur pertenecían en diferentes grados a un sector social homogéneo tanto por el capital sociocultural que habían recibido de manos de sus antecesores patricios, señoriales, oligárquicos, como por el ámbito de su desempeño público, reproductor de ese capital. En este sentido, de acuerdo con uno de los aportes más significativos de Sergio Miceli, la revista Sur es un elemento más entre otros constitutivos de la red de instituciones que permitían el despliegue de la acción social de una comunidad selecta, profundamente solidaria, de artistas, escritores, corredores y mercaderes de arte, conferencistas en círculos escogidos, herederos disminuidos de una oligarquía desplazada del gobierno de la sociedad que deseaban ratificar su fortuna social y material mediante sus contribuciones periódicas en diarios y revistas pertenecientes a la poderosa iniciativa privada argentina.
El modelo de mecenazgo privado del arte y la literatura tiene como estructura productiva la propiedad de grandes medios de comunicación masiva, el mercado abierto por la venta de diarios y revistas, un público amplio que determina la prosperidad de las figuras de autor. El giro mercantil de esta estructura productiva implica el auge de la columna periodística, la crónica, la opinión no sujeta a las disciplinas científicas, la reformulación creativa de temas, géneros y estilos propios de la comunicación masiva y el entretenimiento popular, como el relato policiaco y la crítica cinematográfica. Estos géneros, estas prácticas intelectuales y estos temas constituyen buena parte del capital literario del núcleo directivo de Sur. Sergio Miceli hace comprensible racional y críticamente el funcionamiento de un sistema de producción y circulación de arte y literatura radicado en el mecenazgo privado, combustible de la fábrica de los refinados y complejos sueños que, más allá de su propia índole discursiva y estructural, aparecen ante los lectores de este libro como funcionales a la visión de mundo del mecenazgo privado. Tales son los sueños a los que alude el título del libro que ahora nos incumbe: los sueños desmaterializados de realidad política y social propios de la poética de Borges; los sueños de una interpretación de la historia nacional que soslaya los aportes de las ciencias sociales; los sueños del humanismo clásico y cristiano que se ponen en juego a la hora de responder obligadamente al fascismo, al populismo y al comunismo.
Complementariamente, la periferia que indica el título del libro de Miceli se refiere a la posición relativa que Buenos Aires tenía con respecto de las sociedades centrales del Atlántico Norte, hecho que viene a cuento en el análisis del autor no sólo por los datos positivos ante los cuales nos coloca la realidad geopolítica, sino también por la enfática apelación de los animadores de Sur al prestigio de estas naciones culturales como eje de su proyecto intelectual y creativo; apelación llevada a cabo con la voluntad de ignorar problemas que de ninguna manera resultaban indiferentes entonces para ciertos intelectuales latinoamericanos como los atinentes a la formación social nativa, la dependencia cultural y la subordinación económica de sociedades poscoloniales, el imperialismo…
Con ser tan destacada la presencia de Sergio Miceli en el dominio disciplinario de la sociología de la cultura, la valoración del análisis del investigador no sería justa si no se reconociera la atención que presta a ciertos aspectos de la productividad simbólica no circunscritos a la esfera de la sociología. De esta manera, Sergio Miceli incorpora en su taller de trabajo, junto con la estructura material de la sociedad irremediablemente ligada a factores económicos (fortuna personal, propiedad de instituciones de cultura, capital puesto en juego por el origen familiar), el estudio del horizonte histórico que pone en movimiento, en una dirección determinada, la estructura social (en este libro, por ejemplo, el fin del régimen de Yrigoyen y la sociedad política a la que abre paso, el auge de la inmigración como alimento de transformaciones en la sociedad y en los procesos políticos argentinos, los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial vividos en el Cono Sur en los términos del debate ideológico); el análisis del discurso y la crítica literaria. El entramado interpretativo que Sergio Miceli teje con estos elementos desborda la sociología de la cultura y se aproxima a las todavía vagas fronteras de la historia intelectual, aunque notablemente vigentes y productivas para una buena parte de los estudiosos.
Este dominio del análisis crítico de la cultura se reconoce todavía con claridad gracias a los alegatos que Raymond Williams hiciera hace medio siglo. Con esta base (reconocida por el autor brasileño) podríamos afirmar que Sergio Miceli en Sueños de la periferia se impuso la tarea de explicar críticamente una etapa del proceso de evolución de la cultura argentina, entendida como un todo. Los patrones sociales de Argentina en los años treinta se mueven en una dirección de amplitud democrática de los procesos de gobierno y gestión simbólica de la vida social que la resistencia de los sentimientos expuestos por Sur vuelve plenamente comprensible. Al margen de la aplicación con que el autor describe su base material, la política editorial de Sur nos permite vislumbrar plausiblemente un proceso de cambio cultural propio del crecimiento y la madurez de la sociedad argentina experimentando dramáticamente.
El guion de la historia que da cuenta del cambio de la sociedad argentina tiene como elemento principal la caracterización que hace Sergio Miceli acerca del grupo directivo de Sur. Este análisis nos ofrece la imagen de una comunidad homogénea que se propuso hacer valer en el dominio público de los años treinta su distinción de clase; es decir, una identidad social configurada gracias al hecho de ser o protagonista o descendiente de la oligarquía criolla, centrada en la propiedad rural que se entrevera con los episodios fundamentales de la formación social de la moderna nación argentina. Alimentado en la raíz de los apellidos patricios emerge en los años treinta del siglo XX un discurso estetizante, extranjerizante, olímpico, que finca en la excepcional destreza en el manejo de las herramientas del arte aprendido y cultivado de acuerdo con el cursus honorum patricio (educación bilingüe, estancias prolongadas en el extranjero, redes internacionales) el pretendido alejamiento de la república plebeya de la política y el debate ideológico.
Del señalamiento que lleva a cabo Sergio Miceli a propósito del rechazo impostado de Sur a un debate ideológico y una política excepcionalmente ricos y complejos en la Argentina de los años veinte y treinta, se colude que el credo estético de Sur se configura a la luz el rechazo a las transformaciones sociales que a la sazón sufría un país de inmigrantes y de acelerado crecimiento industrial, actas de defunción del reino patricio de una nación de prósperos propietarios rurales. La política editorial de Sur, que Sergio Miceli extrajo laboriosamente de la lectura de una gran cantidad de textos ensayísticos publicados en diversos espacios de la revista y bajo diferentes denominaciones genéricas, traslada al territorio literario del humanismo y el liberalismo occidentales, de pretendido valor universal y absoluto, el rechazo de los integrantes de Sur a la emergencia de sectores populares en el ámbito de la política y, consecuentemente, el ascenso del radicalismo y el corporativismo. En esta línea de argumentación se inscribe la prueba que el sociólogo brasileño ofrece en el último capítulo de su libro, dedicado a exponer las pautas plebeyas de los proyectos creativos de Alfonsina Storni y Horacio Quiroga, exitosos gracias a los cambios referidos y al margen de la esfera de Sur.
El planteamiento sociológico desarrollado por Sergio Miceli en el sentido de que la revista Sur se explica racionalmente como parte de un modelo de producción cultural financiado por el mecenazgo privado, propio de una red de agentes del orden oligárquico y terrateniente de la nación argentina que se proyecta al ámbito del arte; este planteamiento, repito, nos convence de que la revista es una empresa cultural que no pude aislarse olímpicamente de la estructura social del país, ni del debate ideológico y las alineaciones políticas determinadas por el entorno de las vísperas y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial ni, en última instancia, de los patrones del gusto patricio. El papel de medida universal de excelencia estética y probidad humanística que Sur se arroga y proclama admite una explicación racional que subsume esta revista en el proceso social de cambio histórico de una nación que transita dramáticamente del siglo XIX al XX.
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