Basail Rodríguez, Alain y Minerva Yoimy Castañeda Seijas. Fugas re-encantadas. Astucias cubanas de las identidades religiosas desde los noventa. San Cristóbal de Las Casas/Buenos Aires: CRESUR/UNICH/CLACSO, 2019.

Miguel Lisbona Guillén

latinoam. 2022 May 9; (73)
doi: 10.22201/cialc.24486914e.2022.73.57470


La Revolución cubana, como todos los hechos históricos que anuncian cambios radicales de los sistemas políticos, se ha convertido en un hito a analizar más allá de su génesis debido a que todavía el gobierno vigente de la isla es garante, al menos discursivamente, de su legado. Como lo ejemplifica Enrique del Risco, ello ha llenado de adjetivos, a pesar de los lentes que la observen, a la Revolución cubana. De esta forma, se convierte en Infinita o Traicionada, o adquiere nuevos tintes para derivar hacia una “Revolución Agotada” o “Revolución Superflua”. Partidarios y detractores se disputan, entre bondades y perversidades, la realidad de un país que transmite la imagen de estar detenido en el tiempo, como los operadores turísticos y sus clientes se encargan de divulgar. Bajo esa interesada mirada a vuelapluma existe una sociedad dinámica, aunque la capacidad de sus actores de camuflarse evita ciertos análisis a profundidad.

Fugas re-encantadas. Astucias cubanas de las identidades religiosas desde los noventa se encarga de adentrarse en una de las vertientes de ese dinamismo social cubano, el religioso. Desde el título de la obra Alain Basail y Yoimy Castañeda, pareja de académicos cubanos asentados en México hace varios lustros, no solo definen el contenido del libro, sino que sitúan al lector en los vericuetos de una compleja realidad sociopolítica. Hoy el ajiaco, ese guiso criollo que conglomera en una olla, carnes, viandas, maíz tierno, y lo que caiga en el morral, y que Fernando Ortiz convirtió en símbolo de la construcción de la cubanidad, parece una metáfora en fase de definición más viva que nunca gracias a las múltiples amalgamas producidas en la isla. Procesos de fusión y de fisión que en este caso se producen en el campo religioso de una sociedad declarada secularizada pero que, como bien señalan los autores, nunca se desacralizó puesto que la religiosidad cívica ha sido pilar de la nación y referente innegable, sobre todo, tras la Revolución cubana.

Si se retorna al título del libro, la fuga, como escape, tiene el carácter polifónico en su definición musical. Muchas voces que se entrecruzan y escapan de los controles de una sociedad cubana donde el materialismo militante desde la Revolución cubana cede el paso, o ya no se confronta, con un sinnúmero de manifestaciones religiosas ya existentes en lo privado y, otras muchas nuevas, vivificadas al son de la crisis desatada en los años noventa del siglo pasado y convertidos en motor de cambios. Escape del objetivo racionalizador, secularizador de la sociedad, y que provocaría el desencantamiento del mundo, su desmitificación, desde la perspectiva de Max Weber. Logro modernizador, no ajeno a la Revolución cubana, contrarrestado por un reencantamiento inimaginable del mismo mundo.

Excluir la vertiente religiosa de lo social, como predicción o deseo, ha resultado un verdadero fiasco en la interpretación y lectura de las sociedades contemporáneas y, en el caso cubano, la expulsión por decreto de lo religioso ha permitido la eclosión del repertorio de astucias cubanas. Esas habilidades para simular, para conseguir lo deseado gracias a cualquier estratagema. De esta manera, y simplemente con el título, la creatividad de los lectores puede imaginar el contenido del libro.

Si la fecha de 1959 es referente temporal contemporáneo de Cuba por situar a la Revolución encabezada por Fidel Castro, tal vez la otra temporalidad imprescindible en los años más recientes se ubique en 1989, con la caída del Muro de Berlín. A partir de esta última data los autores inician su reflexión, como han hecho otros muchos analistas en los últimos años, por considerar que a partir de entonces se desatan procesos de cambio en la isla; aquellos protagonizados por los actores del régimen político, pero, y muy especialmente, los llevados a cabo por las acciones de la población cubana, con énfasis en sus nuevas generaciones. Años bautizados como el Periodo Especial y que marcan la deriva del sistema político, así como el replanteamiento de valores e identidades sociales en Cuba.

Estructurada en tres capítulos, la obra inicia con el dedicado a aspectos más precisos de los cambios religiosos en la sociedad cubana de los últimos años, donde emergen grupos y relaciones interreligiosas, y en las que sobresale un actor fundamental en la isla: el Estado. El segundo, el más etnográfico, observa y describe el caso de las creencias afrocubanas del Palo Monte; ejemplo de las dinámicas religiosas de la isla. Finalmente, el último capítulo aborda con mayor profundidad la temática de las identidades religiosas en la sociedad cubana, así como los vínculos y confrontaciones de los distintos grupos religiosos con las instituciones estatales. Revisión a la que se añaden las reflexiones sobre el papel de la religión civil, desde la mirada de Jean Jacques Rousseau, para conformar el universo simbólico nacional con anterioridad y posterioridad a la Revolución cubana. En definitiva, una “ideología política” vivida en Cuba como “dogma de fe” (126-127). Nacionalismo que, por su parte, Rafael Rojas no consideró una ideología, sino una “psicología moral”, un sentimiento, siguiendo la interpretación de Anthony D. Smith.

Con las herramientas disciplinares de la sociología y la antropología, y una metodología cualitativa, con especial hincapié en la información documental, la observación participante y las entrevistas, los autores se sitúan en una posición de arranque analítico marcada por la funcionalidad de las representaciones sociales de Emile Durkheim y el constructivismo de Peter Berger. No son sus únicas influencias, por supuesto, pero con ellas recorren la conformación de las identidades sociales surgidas desde el ámbito religioso. Preocupación por la praxis, por la acción social en el campo religioso, que se desentraña a partir de “tres niveles analíticos en los que pretendemos articular nuestro discurso: la génesis (la sociedad), la función (la utilidad o sentido social) y el contenido (la significación)” (22).

La diversidad perseguida, consentida o voluntariamente ignorada en Cuba durante decenios se convierte en la Cuba independiente en tema de referencia para la definición nacional, como también lo será para concretar al “hombre nuevo” que se quería construir en el régimen socialista encabezado por Fidel Castro. Proyecciones donde el hecho religioso no se puede obviar y, mucho menos, con las dificultades para la práctica religiosa tras la Revolución cubana. Todo ello es descrito en la obra como marco referencial de las continuidades y transformaciones que se observarán tras la caída del Muro de Berlín. Si las manifestaciones religiosas ilustraron a la perfección la separación entre lo público y lo privado durante los primeros 30 años de la Revolución cubana, las prolongadas crisis abiertas en el Periodo Especial destaparon prácticas y denominaciones religiosas de largo aliento histórico o de nuevo cuño en la isla. La eclosión del campo religioso, como de otros campos sociales, ha situado a los cubanos como actores que redescubren, o revelan, un ámbito público que parecía acotado desde el régimen político. Asunción y emergencia de identidades trascendentes a las definidas por el todopoderoso Estado. Es así como el libro de Alain Basail y Yoimy Castañeda describe y analiza nuevas dinámicas sociales donde el campo religioso se muestra como ejemplo de los cambios pero que, a la vez, es síntoma y motor de ellos:

Ha sido una implosión social de distintos individuos y grupos que han luchado activamente por la dignidad y la legitimidad de sus particulares formas de ser en la vida pública, es decir, han girado hacia prácticas religiosas a puertas abiertas con gran fuerza expresiva […] Estos procesos han estado repletos de tensiones, de desequilibrios de socialidad y de vacíos de significación y sentido, que han manifestado las contradicciones de las circunstancias históricas y, al traste, han recolocado en la vida pública la cuestión de las diferencias culturales, la percepción de la alteridad y la tolerancia entre racionalidades diversas. Como resultado, se abrió un abanico heterogéneo de experiencias y subjetividades, de relaciones en las que ningún actor —incluido el Estado— se mantuvo estático ni “mareao”. La sociedad se abrió con el dinamismo de artificios e innovaciones expresadas en la fuerza de nuevos lenguajes, búsquedas vindicativas, nuevas integraciones (40).

Extensa cita que refleja a la perfección la ebullición social, el cúmulo de transformaciones solapadas o visibilizadas que hoy en día se manifiestan en la sociedad cubana. Así, el “despertar religioso” (43), del que hablan los autores, es coincidente con la eclosión de otros procesos que replantean la condición identitaria individual y colectiva en la isla. Emergencias no siempre coincidentes con las dinámicas del régimen político, aunque éste haya replanteado leyes y votado una nueva Constitución en los últimos años. Modificaciones acompañadas de despliegues publicitarios y discursos de apertura política como se mostraron en el ámbito religioso institucional con las visitas de Juan Pablo II (1998) y Francisco (2015).

Los grupos religiosos existentes o de nuevo cuño se constituyen, para Basail y Castañeda, en “estructuras de plausibilidad” (43); dadoras de sentido en la construcción de identidades individuales y colectivas. Actores y grupos abandonan el asumido u obligado enclaustramiento en espacios privados para mostrarse en público, a través de reuniones ecuménicas y vínculos internacionales, como los diversos protestantismos han propiciado. Lazos transnacionales también observados en las prácticas religiosas de origen africano y que son reafirmados, gracias al novel asociacionismo vinculado a dichos cultos.

Incipientes expresiones religiosas cubanas y revitalización de las existentes que se producen a la par de modificaciones que colocan a Cuba lejos del aislamiento siempre imaginado. Realidad coincidente con procesos de mercantilización que se desparraman por la isla y del que no se escapa el campo religioso, según Hervieu-Léger. Incluso referentes como la Virgen de la Caridad del Cobre y las mismas expresiones de la cultura afrocubana son engullidas por la lógica del mercado. Turistificación de una sociedad que se dijo ajena al capitalismo mundial y que redescubre anhelos de consumo y nuevos valores pero que, a la vez, advierte el incremento de las desigualdades y segregaciones sociales.

Las fugas re-encantadas de la sociedad cubana permiten que Alain Basail y Yoimy Castañeda ofrezcan el panorama de una sociedad que, tras el discurso de una nación homogénea, emprende búsquedas de alternativas destinadas a lograr una cierta seguridad existencial comunitaria. Una especie de tribalismo que el narrador más conocido de la isla en la actualidad, Leonardo Padura, no oculta e identifica con las jóvenes generaciones que “nacieron cuando todo estaba más jodido y no se creen ningún cuento chino y no tienen la menor intención de ser obedientes”. De aquellos que tratan de ser distintos y donde el crecimiento de la oferta religiosa se produce rodeado de personas cuya “existencia” se “les hacía mierda entre las manos” o “La diferencia en un país que pretendía haberlas borrado y que en su realidad de todos los días se iba llenando de capas, grupos, clanes, dinastías que destrozaban la presunta homogeneidad concebida por decreto político y por mandato filosófico”.

Ese “éxtasis” “tribal” para agrupar afinidades, expresado en la novela de Leonardo Padura curiosamente, o no tanto, llamada Herejes, se desparrama en la isla como lo describen e interpretan los autores gracias, entre otros muchos aspectos, al campo religioso. El “pueblo elegido” que acompañó la construcción del nuevo Estado revolucionario (130), hoy en día se pluraliza y compite en diversas trincheras sociales para asaltar el ámbito público, lejos de ocultarse en el refugio del ámbito privado.

El libro de Alain Basail y Yoimy Castañeda surge, como no puede ser de otra forma, de las múltiples interrogantes planteadas por la cotidianidad religiosa cubana. Pero de su desarrollo e interpretaciones los lectores podrán multiplicar las preguntas que lo originaron, en especial porque Cuba siempre se encuentra en la palestra de la confrontación ideológica. En definitiva, instituciones, asociaciones, cultos, relaciones políticas, e incluso actores sociales circulan por la obra, enmarcados en el campo religioso. Un horizonte descriptivo que, leído con perspicacia, con la astucia que se intuye en el título del texto, conduce por más caminos de los trazados por el campo religioso para atisbar efervescencias sociales difíciles de profetizar.

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<sig>Miguel Lisbona Guillén CIMSUR-UNAM</sig>
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1.

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