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De la totalidad al antropoceno en Latitud de la flor y el granizo de Mario Payeras

From Totality to the Anthropocene in Latitud de la flor y el granizo by Mario Payeras

Diana Alejandra Méndez Rojas*1

Resumen: este artículo analiza el ensayo Latitud de la flor y el granizo publicado en 1988 por Mario Payeras, guatemalteco comprometido con la transformación social de su nación que, entre 1972 y 1984, formó parte del Ejército Guerrillero de los Pobres (egp). Recurriendo a la versión marxista de los conceptos de totalidad y antropoceno se propone que esa obra sintetiza un planteamiento de crítica ecológica a la civilización occidental, producto de la formación filosófica que Payeras recibió a partir de múltiples viajes internacionales a lo largo de la década de los sesenta, así como de su particular uso de la filosofía para analizar la realidad guatemalteca.

Palabras clave: Marxismo; Civilización; Crítica ecológica; Conflicto armado.

Abstract: This article analyzes the essay Latitud de la flor y el granizo published in 1988 by Mario Payeras, a Guatemalan committed to the social transformation of his nation, who, between 1972 and 1984, was a member of the Guerrilla Army of the Poor (egp). Drawing on the Marxist version of the concepts of totality and anthropocene, it is proposed that this work synthesizes an approach of ecological critique to western civilization, product of the philosophical education Payeras received from multiple international travels throughout the 1960s, as well as his particular use of philosophy to analyze the guatemalan reality.

Key words: Marxism; Civilization; Ecological critique; Armed conflict.

Recibido: 18 de septiembre de 2023

Aceptado: 26 de febrero de 2024

DOI: http://10.22201/cialc.24486914e.2024.79.57659

Introducción

Publicado en 1988 Latitud de la flor y el granizo trasluce la perspectiva político-ecológica de Payeras, quien llegó a describir esta obra como una “biohistoria y descripción de los ecosistemas de Guatemala y su alteración histórica por el modelo capitalista periférico”.2 El abordaje de estos temas, de tipo ambiental, no fue común entre las izquierdas marxistas latinoamericanas, puesto que sus preocupaciones y esfuerzos se encaminaron por otros senderos, tales como la incipiente industrialización regional, la inexistencia de clases trabajadoras urbanas ligadas al movimiento obrero o la construcción de organizaciones para los combates políticos y militares. Ejemplos de esta visión pueden encontrarse en el exhaustivo trabajo de Horacio Tarcus (2007) a propósito de la recepción de Karl Marx.

En cierta manera, Payeras fue un pionero de las posiciones ecológicas del marxismo latinoamericano, pues desde la experiencia política y guerrillera desarrolló distintas nociones de tiempo-espacio que otorgaron organicidad a su planteamiento. En el campo de la historia de las ideas o en las genealogías que han explorado los derroteros del marxismo latinoamericano, Payeras no suele ser un referente, ni siquiera en las obras que buscan ser comprensivas, como es el caso de las preparadas por Michael Löwy (1982), Pablo Guadarrama (1999), Raúl Fornet Betancourt (2001) y Jan Hoff (2017). En la estela marxista, sólo Alberto Híjar (2013) ha reconocido la valía de los aportes del guatemalteco, aunque sin realizar un análisis detenido. En el ámbito histórico Brian Gollnick (2004) adjudicó a Payeras ser uno de los primeros en incorporar temas ecológicos a la agenda de la izquierda revolucionaria en América Latina.

Los planteamientos de Payeras encuentran su actualización en un contexto marcado por la crítica a Occidente y la emergencia ambiental. En el primer caso es importante decir que la llamada crisis civilizatoria está dada por elementos geopolíticos y geoculturales asociados al declive de Estados Unidos como ordenador del mundo económico y baluarte de Occidente (Wallerstein 2001). Sobre el segundo aspecto es menester apuntar que, durante la última década, en América Latina se ha comenzado a sistematizar un marco de debate en torno al concepto de antropoceno que cuestiona nociones que permearon la entusiasta visión del mundo durante los siglos xix y xx, tales como desarrollo, crecimiento, industrialización, consumismo y progreso (Urquijo, Lazos y Lefebvre 2022). Payeras, ajeno al mundo académico, pero formado en la filosofía alemana, realizó un diálogo que hoy se denominaría transdisciplinar, en el que historia, política, ciencia y crítica ecológica convergieron en el escenario de confrontación de la Guerra Fría. De este modo, estudiar su obra implica examinar la deriva marxista sobre el análisis de las formas específicas de la racionalidad occidental en América Latina y su repercusión en el metabolismo social-natural.

Este artículo se encuentra dividido en tres secciones. La primera ofrece un perfil de la trayectoria y obra de Payeras, con el objetivo de contextualizar la creación de Latitud de la flor y el granizo, así como dar cuenta de las líneas generales sobre las que se ha indagado la producción de este autor, cuestión que también da continuidad a un primer escrito sobre su biografía (Méndez, en prensa). La segunda sección expone el planteamiento general de Latitud de la flor y el granizo, el cual consiste en establecer el vínculo indisoluble entre el medio ambiente natural y la vida social, señalando el carácter contradictorio de ambos en el marco de las relaciones sociales capitalistas, donde los seres humanos pierden la iniciativa sobre su propia acción y el lugar que habitan. Recurriendo al concepto de totalidad, el apartado profundiza sobre el planteamiento teórico del cual partió Payeras para explicar el cambio histórico. Finalmente, la tercera sección abreva del concepto de antropoceno para dotar de unidad a las escalas explicativas contenidas en el ensayo. Según las cuales el periodo que va de la segunda posguerra hacia el final de la década de los ochenta es uno en el que la acción humana intensificó la transformación del paisaje guatemalteco a partir de la pauperización capitalista que obligó a los desposeídos a sustentar su vida a costa de contribuir a la devastación vegetal y animal. Junto con la obra publicada de Payeras, este artículo cita a documentos de archivo del Centro Académico de la Memoria de Nuestra América (Ciudad de México) y del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (Antigua, Guatemala).

Perfil de un revolucionario y su obra

Payeras nació el 15 de agosto de 1940 en Chimaltenango, Guatemala. Fue registrado como Mario de Jesús Payeras Solares por sus padres José León Payeras Lima y María Graciela Solares de Payeras.3 Al ser bisnieto de una indígena, solía describirse como un ladino. Vivió su infancia en el inicio de la “Revolución de octubre”, un proceso impulsado por el gobierno de Juan José Arévalo que buscó desmontar el Estado oligárquico mediante la democratización de la sociedad. En la adolescencia Payeras comenzó su politización cuando el entorno en que creció colapsó con el golpe al gobierno democráticamente electo de Jacobo Árbenz en 1954, hecho del cual comentaría muchos años después: “vivo la tragedia de la democracia y la asumo como mía”.4

Luego de graduarse como maestro de educación primaria, en 1959 ingresó a la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos para estudiar Filosofía, sitio en el que por vez primera se vinculó a una organización de izquierda: el sector juvenil del Partido Guatemalteco del Trabajo (pgt), denominado Juventud Patriótica del Trabajo. De forma paralela comenzó a estudiar marxismo. En 1960, Payeras dio inicio a su periplo internacional, primero en México, donde estudió filosofía en el campus central de la Universidad Nacional Autónoma de México y, a partir de 1963, en distintos puntos de Europa. Apoyado por redes políticas internacionales, su trayectoria contó con estancias de estudio, formación ideológica y entrenamiento militar en países de la órbita socialista como lo fueron en ese momento Rumania, Checoslovaquia, Hungría, la Unión Soviética, la República Democrática Alemana (rda) y Corea del Norte. También visitó los Países Bajos, Francia, Italia y Bélgica.5

En la rda Payeras se dedicó a estudiar filosofía entre 1964 y 1968, en la prestigiosa Universidad Karl Marx, uno de los centros culturales y científicos más importantes del momento. Esta institución jugó un papel equivalente a la Universidad Patricio Lumumba de Moscú para la recepción e intercambio académico con importantes contingentes latinoamericanos; varios de los cuales fueron conformados por centroamericanos vinculados a las causas revolucionarias. Pese a formarse en distintas comunidades universitarias, Payeras no reportó haber presentado un examen de grado ni obtuvo un título profesional,6 muy seguramente porque esto no estaba entre sus ambiciones y porque las redes que financiaron sus viajes no requerían de cualificaciones oficiales.

Payeras regresó a Guatemala a inicios de la década de los setenta, pasando por México y Cuba. Sobre el contexto de su retorno es importante mencionar la muerte de su hermano mayor, Rodolfo Payeras, quien formó parte de la acción política en Guatemala en las filas de las Fuerzas Armadas Rebeldes y fue abatido en 1971 en la capital. Un año después Payeras asumió un compromiso militante adhiriéndose al núcleo fundador del egp, organización a la que perteneció como combatiente clandestino hasta 1984. Como miembro de la Dirección Nacional de la organización realizó visitas a Costa Rica y Cuba, espacios de soporte de la gesta revolucionaria (en su paso por la isla logró conocer a Fidel Castro).7 En las filas del egp Payeras llegó a ser comandante y, consecuente con esta responsabilidad, asumió la gramática del marxismo ortodoxo militante. Fue hasta su salida de esta organización que experimentó sistemáticamente en su escritura una línea heterodoxa; por supuesto, el cultivo de estas ideas tiene correspondencia con su experiencia en la selva. Como resultado de sus viajes y su participación en el egp, el guatemalteco entró en contacto con distintas lenguas como el alemán, italiano, rumano, francés, maya, quiché, chuj y kanjobal. El aprendizaje de estos últimos le previno de la importancia de la tradición oral para el conocimiento de la realidad guatemalteca.8

Tras su separación del egp, Payeras y su compañera sentimental, Yolanda Colom (a quien conoció en la guerrilla), decidieron exiliarse en México (Colom 2007: 187). Desde este país, Payeras incentivó la creación de Octubre Revolucionario, que logró formalizarse en 1989. Se trató de una organización clandestina de filiación marxista dedicada a reflexionar e impulsar una perspectiva revolucionaria para Guatemala, cuyo eje central fue el carácter de clase y un programa de liberación nacional y democrática que priorizó la cuestión agraria y étnica.9 Los últimos años de la vida de Payeras transcurrieron entre la Ciudad de México y San Cristóbal de las Casas. Murió en la capital el 16 de enero de 1995 de un infarto.

Payeras se expresó en distintos géneros literarios. Entre 1972 y 1974 escribió una serie de poemas que fueron publicados en 2013 dentro de la sección Poemas de la Zona Reina de un volumen con el mismo nombre (Payeras 2013). En este impreso también se dio a conocer la serie Poemas nuevos, correspondientes al periodo 1989-1994. Los Poemas de la Zona Reina destacan por ser el inicio de los planteamientos ambientales que Payeras logró desarrollar en escritos de mayor extensión tras abandonar el frente guerrillero, por esta razón algunos de ellos guardan una relación intertextual con la obra analizada en este artículo. En el ámbito literario también destacan la serie de cuentos reunidos bajo los títulos El mundo como flor y como invento aparecido en 1987 y Tz’utz. Al este de la flora apacible publicado en 2010 (Payeras 1987a; Payeras 2010c). En estas piezas Payeras profundizó sus planteamientos ecológicos con una noción crítica de la forma moderna de la racionalidad instrumental. En muchos de los cuentos los personajes son animales o plantas confrontados con las lógicas depredadoras del capital, como es el caso de Historia del guacamayo que se extravió en la materia (Payeras 1987a: 33-39). Payeras apostó por una comprensión de la relación entre espacio-tiempo fuera de la razón humana, formulando un registro alternativo que no remite al estatuto de la memoria en el sentido de lo que Jean Franco (2003) denominó la “historia mancillada”, asociada con los regímenes de terror. Haciendo uso de un lenguaje distinto, Payeras también es autor de los cuentos infantiles El monstruo de la Calle de colores y Travesuras de los gigantes Morgante y Caraculiambro publicados en 2002 y 2010, respectivamente. Su incursión en este género se dio durante un periodo de hospitalización a causa de una lesión en la espalda, consecuencia de los años de trabajo en la montaña (Payeras 2002; Payeras 2010b).

Siendo narrador testimonial, Payeras legó dos documentos invaluables: Los días de la selva, galardonado por Casa de las Américas en 1980, y El trueno en la ciudad: episodios de la lucha armada urbana de 1981 en Guatemala, editado en 1986 (Payeras 1981; Payeras 1987b). Ambos escritos fueron resultado de la descripción y balance que realizó sobre su actividad clandestina como miembro del egp. En la insigne revista cubana Bohemia se describió a Payeras como un poeta guerrillero gracias a Los días de la selva (Del Cueto 1981: 73). Como ensayista, Payeras publicó diferentes escritos de diagnóstico sobre la situación política guatemalteca de la década de 1980 que se hicieron públicos en 1991 en el volumen Los fusiles de octubre y en 1996 se editó Asedio a la utopía: ensayos políticos, 1989-1994, en cuyas páginas Payeras reflexionó en torno a la crisis del socialismo (Payeras 1991; Payeras 1996). Sobre el tema ambiental destacan Latitud de la flor y el granizo, cuya primera edición corresponde a 1988 y Fragmentos sobre poesía, las ballenas y la música dado a conocer en el año 2000 (Payeras 2010a; Payeras 2000).

En el ejercicio editorial sobresalen sus contribuciones a Compañero. Órgano informativo internacional del Ejército Guerrillero de los Pobres (publicado en español e inglés), Opinión Política, Otra Guatemala y la creación en 1994 de Jaguar-Venado: Revista Guatemalteca de Cultura y Política, cuyo objetivo fue contribuir a la democratización de Guatemala (Editorial 1994: 3-4). Los escritos de Payeras en este ámbito aún no han sido sistematizados, en el caso de Compañero y Opinión Política la dificultad estriba en que el carácter clandestino de la lucha hizo que los materiales que integran estas publicaciones sean anónimos o bien, que se encuentren firmados con seudónimos. Entre aquellos a los que se remitió Payeras se cuentan Benedicto y Roque.

En contraste con una generación precedente, cuya producción escritural antecedió a la adquisición de un compromiso político, Payeras se convirtió en escritor sólo después de vivir la experiencia armada. Evocando el título de la conocida obra de Claudia Gilman (2003), Entre la pluma y el fusil, puede decirse que para Payeras primero fue el fusil y después la pluma. Asimismo, y contrario a otra literatura testimonial del periodo, que fue marcada por el vínculo entre la masculinidad y el uso de las armas, en Payeras predominó la consigna de cuidado entre los militantes y la naturaleza (Esch 2022). Las cualidades de su escritura lo distinguen de otros autores ligados a la guerrilla en América Latina como el Che Guevara (1968) y Omar Cabezas (1985), pues si bien ejercieron la crítica sobre el capitalismo, no lo hicieron desde un análisis civilizacional, menos aún, desde una preocupación ambiental capaz de involucrar a los astros, las ballenas y los bosques. En 1989 Juan Domingo Argüelles señaló que, con riesgo a prestarse a burdas esquematizaciones, podía afirmarse que Payeras era un escritor ecológico que amaba los ciclos de la selva, las sabias migraciones de las aves y la silenciosa explosión de las flores.10

La obra de Payeras ha provocado recepciones en variados campos del conocimiento. La mayor parte de las aproximaciones han resaltado el lugar del testimonio y la memoria como fuentes para la problematización del estudio de la guerra en Guatemala, como lo hizo Juan Duchesne Winter (2010). También se cuenta con estudios desde la filosofía de la historia, como es el caso del libro de Sergio Tischler (2009), cuya lectura de Payeras se fundamenta con el instrumental conceptual de Walter Benjamin. Otra serie de trabajos significativos son los de Irma López Tiol (2006; 2010), quien ha vinculado la escritura de Payeras con sus experiencias fuera de la práctica política, centrando su atención en las descripciones del guatemalteco sobre el comportamiento de la flora y la fauna en los cuentos agrupados en El mundo como flor y como invento.11 Por su parte, Tatiana Argüello (2017) ha examinado los Poemas de la Zona Reina proponiendo una clave de lectura que restaure la relación entre el espacio conformado por la selva guatemalteca y la acción política, a su juicio, ahí se cifra el valor de esta serie. En lo ensayístico, Ana Lorena Carrillo (2006; 2013) puso su atención en las estrategias narrativas construidas a partir de diversas temporalidades en Latitud de la flor y el granizo; la autora propone un acercamiento dialéctico desde la totalidad sobre la base de las ideas de Theodor W. Adorno, en las que el pasado persiste en el futuro, el presente es pasado y el futuro se encuentra ya en el tiempo actual. Asimismo, explica que el diálogo más cercano que se establece en la obra es con Luis Cardoza y Aragón. Resta decir que en años recientes la escritura de Payeras también ha sido motivo de originales investigaciones de tesis que discuten la memoria y el concepto de totalidad, así como la idea de naturaleza maya (Aguilar 2015; Sansón 2017; Ramírez 2018; Gómez 2018).

Payeras era un conocedor de la naturaleza y un resuelto a enunciarse desde ella, es decir, a reflexionar sobre sus actos mimetizándose con el ambiente, por esta razón no sorprende que algunos intelectuales construyeran a metáforas animalescas para referirse a él. Por ejemplo, Elena Poniatowska, durante un homenaje realizado en junio de 1989 en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, caracterizó a Payeras como “un jaguar amarillo, bajito y delgado, curtido por el sol y por los vientos, flexible como un lazo de tender ropa y atento siempre a los aleccionadores ruidos de la selva”.12 Agregó que su prosa “verde y musgosa”, era reflejo de la manera en que el poeta había sido conmovido por los “surcos de sangre vegetal”.13 Con motivo de la muerte de Payeras, Adolfo Gilly (1995: 79-80) –quien en su juventud apoyó la causa guatemalteca, aunque en una perspectiva distinta– se refirió al poeta como un “halcón peregrino”, sugiriendo con ello que sus itinerarios durarían cuanto por sus rutas siguiera volando la especie libre, avizora y sagrada de los halcones. Cabe decir que, hacia el final de sus días, Payeras se encontraba estudiando al falco peregrinus, específicamente sus vuelos estacionales por el istmo centroamericano.14

Totalidad: filosofía, sociedad y naturaleza

Latitud de la flor y el granizo debe su nombre a la descripción inicial en la que Payeras (2010a: 13) indica que “influido por el campo primaveral terrestre, Guatemala es un país que florece a lo largo del año y a la vez graniza”. La primera edición de este ensayo apareció en México en 1988 por el sello editorial Joan Boldó Climent; de esta obra se conocen siete ediciones más, la segunda fue auspiciada en 1993 por el Gobierno de Chiapas y el Instituto Chiapaneco de Cultura, la tercera por Istmo Editores en El Salvador ese mismo año y las siguientes cinco por editorial Piedra Santa en Guatemala, en 1997, 2001, 2006, 2009 y 2010. El volumen se compone por tres capítulos que abarcan el pasado de Guatemala desde la larga duración; se incluye además un índice biótico. El primer capítulo, “Geografía del polen”, es un recuento de la realidad natural de Guatemala, tomando como su antecedente a la civilización maya. El segundo, “La pólvora y el vapor”, introduce al lector en la dialéctica del medio ambiente y la vida social de una sociedad oligárquica que persiste al término de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo en su parte final una denuncia del vínculo genocidio y ecocidio ocurridos durante el ciclo represivo de 1981-1985 (Colom 2010: 7). El tercer y último capítulo, “El naranjo nupcial”, contiene una reflexión sobre las perspectivas de la naturaleza y la sociedad guatemalteca; en este punto el pensamiento socialista de Payeras se vuelca por completo hacia el futuro. Como señala Colom (2010: 8) en la presentación de la obra, Payeras logra revalorar las “posibilidades humanas frente a los frutos distorsionados por la civilización capitalista y por el predominio ciego de la ley del valor”, a la vez de ser “una expresión de confianza en la capacidad social para transformar el mundo y acceder a una síntesis nueva de afirmación de la vida”, por lo que la efectividad de sus ideas trasciende a Guatemala.

Payeras no partió exclusivamente de un planteamiento abstracto-filosófico, pues incorporó paulatinamente la identificación de las contradicciones de la racionalidad imperante, caracterizada por pervertir los vínculos entre los seres humanos y la naturaleza. El origen de esta dialéctica destructiva puede rastrearse hasta la obra de Georg Wilhelm Friedrich Hegel. En un lenguaje contemporáneo, a este proceso suele referirse como el del imperio de la razón instrumental. En el esfuerzo por brindar contenido a dicha concepción, Payeras recurrió a una diversidad de autores y fuentes, desde escritos clásicos como el Popol-Vuh y las obras de Bernal Díaz del Castillo, Francisco Montero de Miranda, Alexander von Humboldt y Federico Engels, hasta autores contemporáneos como José Martí, Luis Cardoza y Aragón, Severo Martínez Peláez, Edelberto Torres-Rivas, Oscar Schmieder, Felix Webster, Alfredo Guerra Borges, Thor Janson y Magaly Rey Rosa, entre muchos más (Payeras 2010a). Dicho ejercicio reflexivo y de síntesis descansó sobre la noción de totalidad.

La presencia de esta noción en la obra de Payeras responde a la formación filosófica que recibió en la rda, donde existía una amplia tradición de cultivo del marxismo. Uno de los exponentes más significativos y fundador de la concepción marxista de totalidad fue el húngaro Gyorgy Lukács, quien en 1923 publicó Historia y conciencia de clase, un libro que se considera pilar de la perspectiva del “marxismo occidental”. Este término fue acuñado en la segunda mitad del siglo xx para designar a una vertiente que colocó en el centro de sus debates los principios epistemológicos antes que los económicos o los políticos. El “marxismo occidental”, tal como lo tematizó posteriormente Perry Anderson (1979), se distinguía por poner a la teoría nacida en partidos y sindicatos en diálogo con las corrientes de la alta cultura de la filosofía europea, lo que a la postre significó un alejamiento de sus preocupaciones iniciales. Si bien la escritura de Payeras no se ajusta a la tematización estrecha que Anderson hizo de los “marxistas occidentales”, en un sentido general sí pertenece a este grupo, debido a que comparte los principios filosóficos de dicha corriente y abrevó de lecturas comunes. Ahora bien, como personaje, Payeras se desmarca de esta tendencia al haber mantenido un compromiso práctico político.

En su planteamiento original, Lukács (2009) defendió la idea de que existía un “marxismo ortodoxo” y que éste no se verificaba a partir de fórmulas economicistas, en las que la determinación “material” o “económica” era lo preponderante. Para él, la “ortodoxia” refería al método para comprender la realidad, pues éste permitía al marxismo acceder al conocimiento profundo de distintas realidades (históricas o geográficas), así como a los hechos caóticos o desordenados que las integraban. El núcleo del método consistía en sostener un “principio de totalidad”.

Lukács (2009) insistió en que el conocimiento de los hechos no es posible como conocimiento de la realidad más que en el contexto que articula los hechos individuales de la vida social en una totalidad como momentos del desarrollo social. De este modo, los fenómenos de la sociedad se comprenden a partir de la identificación de las mediaciones que permiten conectar tanto la “esencia” oculta con los aspectos aparenciales o empíricos, tal como Karl Marx hizo entre el hecho social de la igualdad jurídica y el núcleo fundamental de la explotación. Para Lukács (2009) la totalidad concreta es, pues, la categoría propiamente dicha de la realidad. Sin olvidar que la totalidad no es la suma indiferenciada de todas las partes, antes bien, el principio de totalidad indica que es el conjunto el que determina la legalidad y forma de cada una de las partes.

A diferencia de otros “marxistas occidentales” como Adolfo Sánchez Vázquez –quien fue su profesor en México–, Payeras incorporó el principio de totalidad al análisis de la relación entre filosofía y naturaleza; lo hizo desde la consideración de que no era posible acceder al conocimiento de la sociedad sin imbricarlo con lo natural. Precisamente, el principio de totalidad opera en Latitud de la flor y el granizo a partir de considerar estos registros como una unidad. Si bien cada uno de ellos tiene sus órdenes explicativos, no es posible prescindir del otro. Payeras escribió: “Desde el siglo xv, la integración del mundo físico como totalidad es aventura permanente y fructífera del pensamiento. Sin embargo, la civilización de la pólvora y el vapor ignora que la realidad está hecha de fragmentos unidos por el mismo hilo” (2010a: 84).

Partiendo de una prolija descripción geográfica que ubica la presencia de los vientos alisios en un calendario que divide los ciclos de noviembre a abril en dirección noroeste-suroeste, llegando a irrumpir la primavera en febrero, Payeras (2010a: 22-27) concluyó que la energía mecánica del viento y del trabajo físico de las abejas establece cada año la geografía del polen. El autor remarca que la configuración metabólica de las sociedades prehispánicas, en particular de la civilización maya, generó una transformación del paisaje y un reagrupamiento de especies que, sin demérito de su extensión temporal y espacial, no llegó a desajustar profundamente el flujo energético de los sistemas ecológicos. Prosiguió subrayando que, aunque la guerra de conquista y el ulterior ciclo colonial fueron devastadores en términos humanos, la alteración a gran escala del medio físico comenzó al irrumpir las relaciones de producción capitalistas (Payeras 2010a: 43), cuyas expresiones a lo largo del siglo xix conllevaron tres fenómenos económicos que dinamizaron un proceso depredador en que el ser humano, de manera directa, sufrió el despojo y experimentó la imposición de nuevas formas de trabajo forzado: la colonización de tierras, la expansión de la caficultura y la introducción de los sistemas de transporte producto de la Revolución Industrial (Payeras 2010a: 44).

Para Payeras (2010a: 53-54), durante el siglo xx se llegó a consumar el proceso depredador del periodo de acumulación, ya que se redujo al mínimo la cubierta de los bosques y comenzó la polución industrial al instalarse la manufactura y entrar el modelo agroexportador que, en conjunto y con desigual distribución, hizo que los medios de vida fueran insuficientes para garantizar la subsistencia de un número creciente de habitantes. En su evaluación esta situación fue el origen de las rebeliones campesinas y la violenta respuesta oligárquica.

Llegado a este punto, Payeras ubica un trasfondo histórico para mostrar las contradicciones. Reconoce, por ejemplo, que la antigua civilización maya se sustentaba en la unidad del paisaje a partir de la “cultura del maíz”, que era alimento, techo, forraje, cubierta y combustible (Payeras 2010a: 88). A la luz de este pasado, el desajuste metabólico que denunció consistía en que si bien la sociedad maya –de piedra labrada y un régimen astronómico para la agricultura– había compartido con los pueblos mesoamericanos el aporte a la cultura universal de la domesticación y difusión del maíz, durante el conflicto armado contemporáneo el conocimiento de las semillas transmitidas por siglos y generaciones ardieron en las trojes o dejaron de existir al extinguirse el pensamiento de quienes las produjeron (Payeras 2010a: 78).

La estrategia contrainsurgente de la década de 1980 se caracterizó por la destrucción de poblaciones enteras y el éxodo de miles de personas. Según el criterio de Payeras, frente al despilfarro de las fuerzas productivas de la élite dirigente, la lucha de clases del pueblo supo alzarse oportunamente frente a la amenaza del desastre natural. Así, la dialéctica ambiental permitió que el campesinado empobrecido pusiera su empeño en modelar el mundo con sus propias manos (Payeras 2010a: 77). Indica el autor que la cifra de los caídos no se conoce, pero persisten las memorias de quienes combatieron, junto con las de aquellos que al escapar de la matanza encontraron refugio desplazándose; muchos de ellos llegaron a territorio mexicano trayendo consigo niños, ancianos y maíz (Payeras 2010a: 78).

En esta verificación se resume la dinámica del cambio histórico que Payeras examina y agrega un apunte: “en la experiencia histórica hemos constatado que, en el proceso material de reproducir la vida, el medio ambiente es nuestra propia obra, y que esta obra deviene contradictoria con la naturaleza al ignorar sus leyes” (2010a: 81). Por lo que rehacer el medio implica transformar en primer término las relaciones sociales que lo dañaron.

Por fuera de Latitud de la flor y el granizo Payeras complementó sus planteamientos en otros ensayos en los que explícitamente lamentó la deriva del pensamiento filosófico en Occidente frente al cientificismo y el misticismo. En “Filosofía y naturaleza” (Payeras 2000: 81-82) señaló que la filosofía, “hoy como hace veinticuatro siglos, significa el esfuerzo por desentrañar los problemas que plantea la totalidad”, a lo que agregó:

Nuestro sentido crítico no puede menos que establecer la correlación existente entre la actual crisis de la biosfera y la abdicación teorética del pensamiento occidental frente a la categoría de totalidad, categoría hacia la cual Popper dirige en realidad el filo de sus argumentos. Nuestra postura parte de considerar que, ante el grado de desarrollo tecnológico logrado por la especie y ante determinadas necesidades de aseguramiento material de su sobrevivencia, la consideración por separado de una realidad “física” y una realidad “social” carece de sentido y eficacia explicativa (Payeras 2000: 81-82).

A pesar de su fuerte compromiso con la idea de construcción del socialismo y de su adhesión al marxismo como teoría sociohistórica, Payeras renunció a cualquier horizonte condicionado por la filosofía de la historia, es decir, a una comprensión a partir de una visión lineal del progreso histórico. Su originalidad estriba en que la perspectiva civilizacional que heredó fue colocada por su pluma en el florido territorio guatemalteco, asumiendo al paisaje como una totalidad superpuesta de escenarios naturales y sociales que, en continúa interacción, le dieron rumbo a la actividad humana (Nogué 2007).

Oligarquía y antropoceno

Surgida en el debate medioambiental contemporáneo, la noción de antropoceno denuncia la irreversibilidad del daño ambiental generado por la acción humana a partir de la segunda posguerra, y la imposibilidad de superarlo eliminando sus causas en un marco de aceleración del consumo energético, tal como han señalado John Bellamy Foster y Clark Brett (2021). El antropoceno se configura, así, como una época histórica que ha dejado su huella en la atmósfera, con cuyos efectos habremos de lidiar en adelante, pues los equilibrios del metabolismo social se encuentran rotos. Como categoría macro, el antropoceno incluye a la humanidad, cuya “locomotora” está echada a andar independientemente de los gobiernos, fronteras o preferencias del consumo. Los individuos, sin ser necesariamente conscientes del entramado relacional de explotación, expoliación y depredación, hacen parte de este proceso.

En años recientes otros autores han buscado precisar el alcance de este marco de análisis tomando el concepto de capitaloceno que, de acuerdo con Jason Moore (2015) y Andreas Malm (2020), remite al necesario reconocimiento sobre la desigual participación de la población mundial en la construcción de esta tendencia, pese a que cada individuo es confrontado con sus efectos. Para Francisco Serratos (2020) esta perspectiva se resume en explicar que el co2 acumulado por los combustibles fósiles es resultado de la lógica productivista del capitalismo, responsable de generar una deuda hacia el metabolismo social de las mayorías por medio del lucro de una minoría. En ambas líneas interpretativas se nota lo que Dipesh Chakrabarty (2021) ha señalado como un rasgo esencial de la presente época histórica: la existencia de múltiples temporalidades.

En efecto, el antropoceno es un proceso que adquirió ritmo por medio de relaciones globales. Desde el siglo xvi, con la incorporación de los territorios extraeuropeos a la dinámica del mercado mundial, y a partir del siglo xix en la imbricación con la forma imperialista del capitalismo, que implicó tanto la expansión de los mercados como el inicio de la financiarización de la naturaleza (Vega 2019); recuento geohistórico que Payeras realizó para el caso guatemalteco en Latitud de la flor y el granizo.

Sin recurrir al concepto de antropoceno –aunque en un marco analítico convergente que se enuncia desde la amplia imagen de humanidad– Payeras presentó un examen de la cuestión urbana como el núcleo de la organización social desde el cual la intensificación en el uso del suelo permeó al conjunto del territorio. Comenzó señalando que a diferencia de los centros clásicos precolombinos y de las grandes urbes europeas, en la Guatemala moderna el fenómeno urbano de Antigua –primera capital– no fue producto del desarrollo social ni síntesis de la relación del ser humano con su ambiente, en razón de su ubicación y fuentes de abastecimiento (Payeras 2010a: 58). Un modelo que, de acuerdo con sus disquisiciones, se hizo extensivo a la segunda capital: Ciudad de Guatemala. A juicio de Payeras, 1949 fue probablemente el último año en que apareció en el “mapamundi de la primavera”, ya que:

A partir de entonces, el frágil régimen meteorológico del área edificada registra mutaciones provocadas por la actividad humana y se reducen las coordenadas de la floración anual. Al reproducir su denso tejido arquitectónico, la mole de mampostería consumió con rapidez las reservas físicas del ambiente: en procura de leña para combustible, desde principio de siglo se talaron los bosques de los alrededores; una vez excedidos los acueductos de arquería, el agua comenzó a ser extraída del subsuelo; al constituirse en centro de consumo, el espacio urbano se convirtió en mercancía, los barrancos se poblaron y se expandió la planta manufacturera. La basura de dos siglos se acumuló en las orillas. De 1950 en adelante, el hacinamiento, la concentración fabril y el trabajo mecánico de los motores de explosión que utiliza el transporte crean sobre la ciudad la atmósfera artificial, compuesta de desperdicios y gases oxidados, peculiar de los modernos conglomerados humanos que para funcionar queman combustibles fósiles (Payeras 2010a: 64).

Igualmente, Payeras constató que, a partir de la década de 1960, en el norte de Guatemala las alteraciones físicas en la encrucijada de la estructura material se proyectaron al entorno mediante el empleo de abonos artificiales que incrementaron la productividad del área minifundista. Se trató, sin embargo, de una prosperidad pasajera, pues al intervenir el ciclo de recomposición de los nutrientes la química logró una fertilidad momentánea que a la larga aceleró el proceso de esterilización del suelo (Payeras 2010a: 73). En el mediano plazo, esto hizo que los campesinos se vieran obligados a quemar los bosques para ensanchar la frontera productiva; una práctica que se acentuó por la migración estacional de los sujetos rurales empobrecidos que se empleaban en fincas dedicadas a cultivos de exportación como el café. Fue el momento en que miles de cultivadores de los altiplanos se vieron forzados a talar los bosques de las cumbres y a trabajar éstas como tierras de labor, mediante el método de roza (Payeras 2010a: 73).

La incorporación de insumos químicos como el dicloro difenil tricloroetano, propio del modelo intensivo de la revolución verde y sus semillas híbridas, también amplió el esparcimiento, a través de las trompas de escarabajos y abejas, de sus venenos, los cuales persistieron en la miel, impidieron la cristalización de los huevos de los pájaros y, siguiendo los caminos del ciclo alimentario, llegaron a incrustarse en la leche materna (Payeras 2010a: 68). En un ensayo posterior, titulado Las selvas del Petén y el pulmón boscoso mesoamericano, Payeras especuló que era probable que la ingeniería genética llegara a reemplazar a la Revolución Verde en la agricultura, mediante una revolución genética que cumpliera la intensa aspiración del capital por producir cosechas en los desiertos, haciendo uso del agua del mar,15 lo que constituiría una expansión de la crisis ecológica.

Para ejemplificar el ciclo de pauperización de la sociedad que Payeras analizó existen algunas relaciones intertextuales entre Poemas de la Zona Reina y Latitud de la flor y el granizo. El caso más sobresaliente es “Chilabasún”, una pieza que no se fecha con precisión, pero que fue redactada entre 1972 y 1974, tiempo en que Payeras tomó parte de la acción beligerante en la selva. Su prosa remite a las formas de sobrevivencia de los sectores más desprotegidos de la sociedad al extender el desbalance metabólico:

Hay un lugar nublado en las montañas del norte

al que los hombres llaman Chilabasún.

Es una zona frecuentada por pájaros migratorios,

Y quienes siempre tienen hambre han aprendido a cazarlos en los atardeceres,

atrayendo con fuego las bandadas hacia barreras de carrizo

donde se estrellan aturdidas,

pues los pájaros siempre llegan del Este

y confunden con el sol la nube iluminada (Payeras 2013: 37).

Un desarrollo de este planteamiento se encuentra en el segundo capítulo de Latitud de la flor y el granizo:

El impacto de la depauperación humana sobre los animales tiene una de sus ilustraciones más dramáticas en el área de San Mateo Ixtatán, Huehuetenango. Todos los años, por la época de escasez, en Chilabasún y otras aldeas los tramperos indígenas levantan barreras de carrizo y pajón –o colocan estacas untadas de resina silvestre–, en los filos con chiflón de la vertiente septentrional de Los Cuchumatanes. Ahí se localizan los corredores naturales por donde ascienden en la temporada las especies migratorias que proceden de la selva. Dos mil metros abajo, en efecto, en la laguna Maxbal y en los ríos fronterizos hacen cortas escalas las aves que retornan al norte, antes de la primavera, durante el vuelo de vuelta que para algunas variedades se inicia en Panamá. En febrero y marzo, por lo tanto, paran allí miles de patos, probablemente cuaresmeños, antes de seguir su viaje por el Golfo. Después del medio día, cuando la neblina se forma en las cumbres, al pie de las barreras se hacen arder fogatas, de tal suerte que los pájaros que vuelan hacia el oeste tomen por luz solar la nube iluminada y se estrellen por bandadas contra los obstáculos. Los ejemplares recolectados se venden en la plaza como carne de monte o se cambian por granos (Payeras 2010a: 74).

A través del análisis de esta realidad, Payeras preparó una crítica ecológica que asumió que en Guatemala la relación entre el medio natural y la sociedad estaba trastocada de forma irreversible, por lo que aspirar a restablecer las formas originales de un medio ambiente destruido durante el proceso histórico era una mera utopía (Payeras 2010a: 83). Conformó así un cuestionamiento a la civilización capitalista –llamada por él de la pólvora y el vapor– cuya característica era la ruptura de la unidad esencial que existe entre los seres humanos y el medio ambiente; por lo que se debía apostar a reconstruir la frágil latitud guatemalteca incorporando a la técnica. Sin embargo, para Payeras (2010a: 81-84) el arsenal tecnológico creaba contradicciones que partían del hecho de que la fabricación de máquinas consume a quienes las manipulan y que sólo pueden existir a expensas del ambiente. Añadía la advertencia de que la técnica es producto de la práctica social y no es posible simplemente importarla sin construir al mismo tiempo las relaciones sociales de que es producto orgánico (Payeras 2010a: 86), de manera que, no existe neutralidad en su presencia.

Pese a su adhesión marxista, Payeras (2010a: 87) reconoció la insuficiencia de los proyectos de planificación económica del socialismo real respecto al tema ambiental e instó a preguntarse por el sentido mismo del esfuerzo productivo y los referentes para el desarrollo de una nueva cultura tecnológica. Aunque desde el presente la constatación de Payeras resulta coherente, es necesario insistir en que el voluntarismo marxista que inspiró la lucha armada actuó como una limitante, ya que el horizonte de su aspiración de transformación no siempre mantuvo un delineamiento puntual sobre alternativas al desarrollo o la modernización. En contraste con el sentido común marxista de que la revolución permitiría el despliegue infinito de las fuerzas productivas, desde la perspectiva de la totalidad, Payeras colocó en el centro el problema de la reproducción social y natural.

La unidad del paisaje a la que aspiraba Payeras incluía la totalidad de la vida, es decir, a los granos, cultivadores, tierras, bosques y animales. Su concepción se apoyó en el deseo de construcción de una nueva civilización en la cual se restituyera al ambiente la centralidad que le correspondía junto con la cultura. Entre los elementos más valiosos de esta línea de su reflexión destaca la certeza de que no había proyecto político realizable al margen de la cultura temporal de los indígenas asociada al maíz, que se ensalzó como la síntesis de la experiencia vital pasada y futura. Así, el camino que Payeras (2010a: 90) propuso fue el de la renovación social con apoyo en la lucidez del trabajo y la lucha para la realización histórica como síntesis de lo dado (la naturaleza) y de la acción negatriz (el género humano).

Esto es correspondiente con el advenimiento del antropoceno, como un estado de crisis múltiple atravesado por hondos desgarres en los vínculos sociales y naturales visibles en los patrones alimentarios, las relaciones económicas, los ritmos financieros y las fuentes energéticas. En la narrativa del guatemalteco se devela el núcleo de la crisis civilizatoria de nuestro tiempo: la existencia de una especie con una insaciable capacidad productiva, limitada por una constante imposibilidad reproductiva. El antropoceno, como proceso de larga data, se ha realizado a partir de la ruptura de lazos comunitarios y de la pérdida de autonomía y gestión de lo común. Estas transformaciones se acompañaron de lo que Aníbal Quijano (2020) denominó colonialidad del poder, es decir, de distintos dispositivos de dominio que jerarquizaron a las poblaciones desde una división social y racial del trabajo, que en el caso de Latitud de la flor y el granizo se incorpora a partir de la constatación de la necesaria liberación de la subordinación indígena frente a la lógica capitalista.

Reflexiones finales

El análisis que Payeras realizó en Latitud de la flor y el granizo es contundente al constatar que no es posible contar la historia humana sin contar también la del espacio natural en que se sostiene el cambio histórico. A razón de esto, cualquier pretensión de una historia universal o civilizacional requiere cavilar sobre el sentido general del desarrollo y su impacto en el mundo natural que, en el caso guatemalteco, responde a las lógicas de una sociedad oligárquica, propia del capitalismo periférico. Desde la tradición marxista, la evaluación de este tipo de capitalismo parte del principio articulador de la totalidad, noción que asume que el conjunto es algo más que las suma de las partes. En tal sentido, el concepto de antropoceno en su inherente perspectiva universal y civilizacional muestra el despliegue de esa totalidad, al tiempo que permite comprender la especificidad guatemalteca.

Aunque Payeras no utilizó el término antropoceno, se ha incorporado en este artículo para hacer evidente que el contenido del mismo recoge una tradición diversa del pensamiento latinoamericano que ha significado importantes rupturas –como el reconocimiento de la agencia no humana– a la vez que implica la continuidad en la articulación de nociones como la concepción universalizante de lo humano. Ha sido a la luz de grandes transformaciones sociales (como revoluciones, guerras civiles, procesos de democratización y descolonización) que diversos actores, como el propio Payeras, se han pronunciado en los términos de la narrativa del antropoceno, incluso antes de que el concepto surgiera en la academia. De este modo, el ensayo de Payeras constata que el pensamiento crítico latinoamericano ha imaginado el futuro cuestionando el progreso.

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Archivos

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cirma, Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, Antigua, Guatemala.

Archivo personal de Mario Payeras-Yolanda Colom.

  1. 1 unam. Programa de Becas Posdoctorales de la unam, becaria del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, asesorada por el doctor Mario Vázquez Olivera (diana.ale.mendezrojas@gmail.com).

  2. 2 Currículum profesional y obra escrita de Mario Payeras, Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (en adelante cirma), Archivo personal de Mario Payeras-Yolanda Colom, serie 1: documentos.

  3. 3 Certificado de nacimiento. cirma, Archivo personal de Mario Payeras-Yolanda Colom, serie 1: documentos.

  4. 4 Datos biográficos y obra de Mario Payeras, Guatemala, 1940, México, 1995, Centro Académico de la Memoria de Nuestra América (en adelante Camena), colección: Payeras, clave expediente: egt1, sección temática: expresiones y manifestaciones culturales, serie geográfica: Guatemala.

  5. 5 Currículum vitae y obra literaria de Mario Payeras, cirma, Archivo personal de Mario Payeras-Yolanda Colom, serie 1: documentos.

  6. 6 Curriculum profesional y obra escrita de Mario Payeras, cirma, Archivo personal de Mario Payeras-Yolanda Colom, serie 1: documentos.

  7. 7 Curriculum Vitae y obra literaria de Mario Payeras, cirma, Archivo personal de Mario Payeras- Yolanda Colom, serie 1: documentos.

  8. 8 Irma López Tiol, “Poética de la selva: testimonio crítico de Mario Payeras”, ponencia presentada en el aula magna José Vasconcelos (México: Centro Nacional de las Artes, 5 de octubre de 2005) Camena, colección: Payeras, clave expediente: egt21, sección temática: expresiones y manifestaciones culturales, serie geográfica: Guatemala.

  9. 9 Octubre Revolucionario, Documento 1, Asamblea Constitutiva, Sobre el carácter de la Revolución guatemalteca, cirma, Archivo personal de Mario Payeras-Yolanda Colom, serie 1: documentos.

  10. 10 Juan Domingo Argüelles. “Mario Payeras: la delicadeza de un narrador”. El Universal. México, 22 de julio de 1989.

  11. 11 Irma López Tiol, “Poética de la selva: testimonio crítico de Mario Payeras”, ponencia presentada en el aula magna José Vasconcelos (México: Centro Nacional de las Artes, 5 de octubre de 2005) Camena, colección: Payeras, clave expediente: egt21, sección temática: expresiones y manifestaciones culturales, serie geográfica: Guatemala.

  12. 12 Caracterización de Mario Payeras por personas que lo conocieron o leyeron su obra, México, 1989-1995, Camena, colección: Payeras, clave expediente: egt12, sección temática: expresiones y manifestaciones culturales, serie geográfica: Guatemala.

  13. 13 Caracterización de Mario Payeras por personas que lo conocieron o leyeron su obra, México, 1989-1995, Camena, colección: Payeras, clave expediente: egt12, sección temática: expresiones y manifestaciones culturales, serie geográfica: Guatemala.

  14. 14 Las rutas ístmicas del halcón peregrino, cirma, Archivo Personal de Mario Payeras-Yolanda Colom, serie 1: documentos.

  15. 15 Mario Payeras, Las selvas del Petén y el pulmón boscoso mesoamericano, cirma, Archivo personal de Mario Payeras-Yolanda Colom, serie 1: documentos.

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